III

Si de hecho las actitudes y las interpretaciones psicológicas, el esquematismo caracterológico arriba descrito, son bastante parecidos a la materia prima sobre la que trabaja la forma de la narrativa de la ciencia ficción, debemos añadir que ésta los transforma, mediante su proceso de producción específico, en algo distinto, algo que en el caso de The Exile Waiting tiene un valor estético distinto del que sería observable incluso en el mejor arte «psicológico». Que este proceso de producción, esta transformación de las materias primas, coincide con un juego de metaforización específico de este género queda claro de inmediato, ya que la devoción y la dependencia psíquicas que he intentado caracterizar de un modo psicológico cotidiano (como podría, de manera más «realista», mostrarse en los seriales) se «presenta» aquí en forma de telepatía. Por lo tanto, nos encontramos de inmediato más allá de la mera traducción de un medio a otro, al afrontar una convención con una larga historia propia. El proceso de producción es por lo tanto doble: nos lleva del contenido psicológico, con sus términos y su lenguaje propios, a una metáfora reificada, y de la inmediatez de cierto tipo de experiencia a un motivo histórico en el que un tratamiento o inflexión dados siempre se verán como una variación de los tratamientos preexistentes dados al mismo tema y como comentario implícito sobre la propia historia del tema.

Lo que debe añadirse, sin embargo, es el recordatorio de que, como los elementos del lenguaje en sí, dichos «temas» tienen su propio significado, a menudo oculto y sedimentado dentro de ellos, al igual que una etimología está enterrada dentro de la estructura de la palabra obvia, de modo que la variación sobre el tema es también, implícitamente, un comentario sobre ese significado más profundo. En este caso —el tema de la telepatía— el significante material expresa y oculta la fantasía utópica de un conjunto de relaciones sociales verdaderamente colectivas, en el que el sujeto o ego individual —resultado histórico del desarrollo del comercio y el capitalismo— es disuelto de nuevo en su aislamiento monádico y devuelto a su terreno como nexo de las relaciones humanas y punto de transmisión para las relaciones colectivas.

Decirlo de este modo es comprender en qué grado este tema colectivo queda en su mayor parte reducido en The Exile Waiting al parentesco o a las relaciones consanguíneas y a la familia en cuanto unidad natural (Mischa y sus hermanos, el intento de una familia artificial en el caso de los pseudohermanos, y por último, aunque la telepatía no forma parte del mismo, el trasfondo edípico de la situación de Jan, que tiene al menos el mérito de sugerir que aquí el eje paterno-filial está siendo desplazado por el eje horizontal de hermanos y hermanas). La única excepción es la del robo de Mischa (aunque a menudo se han señalado las connotaciones sexuales de la penetración-allanamiento, la violación, la profanación, etcétera).

Socialmente, estas restricciones son más verosímiles: lo que queda en «Tierra», en su mayor parte subterráneo (en especial durante los inviernos inhabitables), está en un estado de deterioro de tipo feudal, dominado por las Familias, en cuyo sistema se ha insertado un tirano, cuya función es la de controlar las «relaciones exteriores», es decir, las relaciones con la nave espacial, que en cualquier caso no puede aterrizar durante los grandes temporales de las noches invernales. Es de las relaciones espaciales excéntricas generadas por esta situación anómala de las que Subdós puede entonces apropiarse, y en cualquier caso, la conquista por parte de los pseudohermanos (algo parecido a la toma de un imperio en plena decadencia por parte de tribus bárbaras) es en sí resultado de un ritmo estacional: nadie espera que una nave espacial pueda aterrizar en invierno, y la ciudad y el palacio interiores están indefensos (al igual que Singapur durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses penetraron en la península por la jungla, hacia donde no apuntaba arma alguna).

Este tipo de reversión de un futuro lejano a una Edad Media galáctica es por supuesto de sobra conocida, como lo es su causa (el holocausto nuclear); pero desde el punto de vista de la temática familiar arriba señalada, el escenario feudal sugiere ahora que el dilema de Mischa debe interpretarse como parte del proceso de liquidación de esa familia y de los vínculos de sangre, que se han vuelto casi físicamente opresivos (y no sólo en el caso de la protagonista). A este respecto parece haber una progresión temática, ya que el «problema» similar de Subdós ya no afecta a un hermano real (aunque Subuno está distantemente relacionado desde el punto de vista genético), y la ingeniería genética de la que resulta parece racional, científica y muy distinta de lo que todavía ocurre regresivamente en Centro (la cueva central de «Tierra»):

Mientras Blaisse explicaba, Subdós se fue percatando de que no se refería a la «sangre» sino a la genética, y a las relaciones biológicas y sociales. Era una forma ridiculísima de formar alianzas, aunque quizá no más ridícula que algunas de las que él había visto. Era el modo en el que se regía Centro (p. 52).

Para que la novela se interprete de ese modo, sin embargo, su conclusión debería haber sido ampliada e intensificada por una representación más dramática de la explosión casi cloacal de las profundidades inferiores, la emergencia de mutantes e inadaptados desde las cavernas más profundas a la «luz del sol» de lo que queda de civilización (y de poder estatal), mientras el ejército mutante triunfador persigue a los restos de la fuerza de ataque de los pseudohermanos. Si se tratara de «ejecutar» [perform] la novela mediante cierto tipo de lectura y de organizar el relato en un cierto ritmo, uno habría querido que esta aparición poseyera parte de la fuerza que tiene la llegada por la playa del ejército rebelde en la La batalla de Argel de Pontecorvo [1968]: la mezcolanza de los harapientos combatientes a pie o montados a caballo, con sus seguidores de campamento y carros, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista. Esa expansión, sin embargo, y la perspectiva extraordinaria de una marcha por la playa, por la arena, junto al mar —como también en el primer vislumbre de los combatientes a caballo en la versión cinematográfica de El planeta de los simios [1968]—, obviamente ofrece un tipo de espacio muy distinto del construido para nosotros en The Exile Waiting (véase abajo); y tengo en todo caso en mente cierta duda respecto a si el novelista de ciencia ficción puede planear efectos arquitectónicos de este tipo, al estilo del novelista convencional —por ejemplo, el Flaubert de Salammbô—, construyendo con detalle una experiencia de proporción y tiempo cuidadosamente bloqueado por el número de páginas, por la excesiva exposición al detalle sensorial, y sobre todo por la dependencia de un cierto conjunto de direcciones lectoras unívocas que me parecen incongruentes e incluso incompatibles con el juego de discontinuidades genéricas de la ciencia ficción.[408] Y aquí no se trata sólo de «descripción» frente a «narración» en el sentido que Lukács da a esa oposición, sino que tiene que ver con nuestra libertad relativamente mayor, en dichas novelas de ciencia ficción, para reajustar los desarrollos temáticos y narrativos de acuerdo con nuestras propias inclinaciones.

Aun así, lo que parece prácticamente incontrovertible es que The Exile Waiting desplaza las relaciones de parentesco con formas más esencialmente políticas de comunidad y colectividad, por no decir de clase social propiamente dicha. Todo esto se narra de manera hermosa, en especial mediante la hostilidad de Val al herido Jan (que por lo demás es física y psíquicamente normal, y por lo tanto no elegible para la profunda camaradería clandestina de opresión y deformación, así como de exilio forzoso, de los mutantes físicos o psíquicos, que son de inmediato desenmascarados y expulsados a los túneles que hay más allá de Centro).

Obviamente la «telepatía» de Mischa es sólo una de esas formas de mutación (aunque no ha sido capturada e identificada como mutante), pero el modo representar esta telepatía me parece genéricamente original y tiene bastante poco en común con algunas de las versiones más convencionales del tema (por ejemplo, Las crisálidas de Wyndham [1955]). En el caso de Subdós, se percibe que el vínculo telepático interfiere con el desarrollo de relaciones humanas normales con otras personas (del orden de la interpretación que Lévi-Strauss hace del tabú del incesto en Las estructuras elementales del parentesco para hacer que llegue a la tribu sangre nueva, pero también experiencias, y personas nuevas):

Una y otra vez le había pedido a Subuno que le comunicara sus deseos verbalmente, de manera normal, en lugar de confiar en el artificial vínculo biomecánico que había entre ellos. El vínculo ya no era fiable, de lo cual Subdós se alegraba: sólo deseaba que acabase muriendo y disolviéndose por completo. Algo debía de ir mal: él y Subuno deberían haberse liberado uno de otro mucho antes. Pero como lo mantenían, siempre se preocupaban demasiado uno por el otro; seguían teniendo dificultades para tratar con los seres humanos comunes, que no podían y nunca querrían saber automáticamente lo que otra persona pensaba (p. 43).

He aquí la restricción más obvia al motivo de la telepatía tal y como tradicionalmente se trata, una restricción que posteriormente se hará visible en la elaboración de la historia de Mischa (aunque oficialmente se supone que es receptiva a todas las demás mentes, no sólo a las de su familia). Porque Subdós tiene sensibilidad a una sola conciencia, algo que impide que el «don» se convierta en un rasgo de personalidad más generalizado, como en el clásico de Bester, El hombre demolido [1951]: «la esencia del Esper [perceptor extrasensorial] es su capacidad de respuesta. Su personalidad siempre toma el color del entorno».[409] Por su parte, The Exile Waiting tiende también a limitar el desarrollo del motivo de la telepatía de Mischa a unos cuantos personajes: el desventurado hermano mayor, el deforme hermano menor, pero sobre todo la hermana pequeña, cuyas llamadas mentales —implacables y prácticamente imposibles de pasar por alto o desobedecer— se encuentran entre los rasgos más originales de la obra:

Gemmi se extendió por la conciencia de Mischa, riendo con placer a pesar de haberse visto obligada a buscarla. Mischa se encogió. «No», dijo con suavidad. «Ahora no. Vete». Pero hablaba consigo misma, no con Gemmi. Gemmi no entendía (p. 121).

Esta mezcla de risa a borbotones y placer infantil o propiamente pueril, seguido por los gritos provocados por el rechazo o la vacilación y que apuñalan el cerebro en una reacción pavloviana casi física, no muy distinta del mecanismo de defensa del bebé humano normal, ofrece una situación de dependencia mucho más horrible que la perpetua conciencia que Subdós tiene de alguien que es un hombre maduro normal y usa el vínculo solamente con fines de explotación racional. A este respecto, opino que la variación temática implica en esencia un préstamo o injerto genérico, o al menos está reforzado por uno; pienso en las diversas historias clásicas de fantasmas, cuyo horror resulta precisamente de la idiocia de la persecución y la empalagosa e imbécil adulación del fantasma a la conciencia del exageradamente conservador profesional victoriano así perseguido (véase el tantas veces recopilado cuento de Robert Hitchens, «Cómo conoció el amor el profesor Guildea» [1900], y sobre todo, «La hermosa tentación» [1911], el cuento clásico de Oliver Onions, a menudo calificado como la mejor historia de fantasmas jamás escrita).[410]

Arqueologías del futuro
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
cita.xhtml
primera-parte.xhtml
primera-parte-introduccion.xhtml
primera-parte-cap01.xhtml
primera-parte-cap02.xhtml
primera-parte-cap03.xhtml
primera-parte-cap03-1.xhtml
primera-parte-cap03-2.xhtml
primera-parte-cap03-3.xhtml
primera-parte-cap04.xhtml
primera-parte-cap05.xhtml
primera-parte-cap06.xhtml
primera-parte-cap07.xhtml
primera-parte-cap08.xhtml
primera-parte-cap09.xhtml
primera-parte-cap10.xhtml
primera-parte-cap10-1.xhtml
primera-parte-cap10-2.xhtml
primera-parte-cap10-3.xhtml
primera-parte-cap10-4.xhtml
primera-parte-cap11.xhtml
primera-parte-cap12.xhtml
primera-parte-cap12-1.xhtml
primera-parte-cap12-2.xhtml
primera-parte-cap12-3.xhtml
primera-parte-cap12-4.xhtml
primera-parte-cap12-5.xhtml
primera-parte-cap13.xhtml
primera-parte-cap13-1.xhtml
primera-parte-cap13-2.xhtml
primera-parte-cap13-3.xhtml
primera-parte-cap13-4.xhtml
primera-parte-cap13-5.xhtml
primera-parte-cap13-6.xhtml
segunda-parte.xhtml
segunda-parte-cap01.xhtml
segunda-parte-cap02.xhtml
segunda-parte-cap03.xhtml
segunda-parte-cap04.xhtml
segunda-parte-cap04-1.xhtml
segunda-parte-cap04-2.xhtml
segunda-parte-cap04-3.xhtml
segunda-parte-cap04-4.xhtml
segunda-parte-cap05.xhtml
segunda-parte-cap05-1.xhtml
segunda-parte-cap05-2.xhtml
segunda-parte-cap05-3.xhtml
segunda-parte-cap05-4.xhtml
segunda-parte-cap05-5.xhtml
segunda-parte-cap05-6.xhtml
segunda-parte-cap05-7.xhtml
segunda-parte-cap05-8.xhtml
segunda-parte-cap06.xhtml
segunda-parte-cap07.xhtml
segunda-parte-cap08.xhtml
segunda-parte-cap09.xhtml
segunda-parte-cap10.xhtml
segunda-parte-cap11.xhtml
segunda-parte-cap12.xhtml
epilogo.xhtml
reconocimientos.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml