CAPÍTULO 84

Miércoles, 16 de mayo de 2012

Emma

Dos semanas más tarde, estoy sentada en la sala de espera de un tribunal junto a Mick y Kate. Para la ocasión, él ha elegido una corbata terrible y que encima está manchada. Además, lleva un bocadillo de huevo de McDonald’s en el bolsillo.

—Me he levantado tarde esta mañana —se ha justificado—. No te preocupes, estaré listo cuando sea necesario —le ha dicho a Kate después de tragarse el último bocado—. Salgo afuera para cazarlo en cuanto llegue, estoy impaciente por verle la cara.

Kate lleva un traje chaqueta austero, de color negro, y una blusa blanca. Parece la recepcionista de una funeraria. Se levanta y se sienta una y otra vez para hablar con el inspector Sinclair, que está en un rincón.

La noticia que publicó sobre Angela ha llegado a obsesionarme. Me dijo que se había esmerado en escribirlo con cuidado, descartando cualquier dato que pudiera identificar a Will como el violador y evitando en todo momento mencionar el papel de Jude. Solo había una frase sobre ella: «La policía ha arrestado a una mujer de setenta y tres años como parte de la investigación».

—No quiero que el juicio sea un fracaso por mi culpa —me reconoció—. Más adelante tendremos tiempo para contar esa parte de la historia.

El día después de que Angela y yo nos viéramos por primera vez, el Post publicó nuestro reencuentro en primera plana y le dedicó tres páginas más en el interior. Había fotografías nuestras en las que aparecíamos abrazadas. Era nuestro primer abrazo. Casi parecía que le hubiéramos pedido permiso a Mick.

—Vamos —había dicho él al ver que nos acercábamos, pero ninguna de las dos se atrevía a dar el primer paso—. Lleváis cuarenta y cuatro años esperando este instante. Dale un abrazo, Angela.

Aunque Mick pasó un buen rato tirando una infinidad de fotos, cuando hubo terminado seguimos abrazadas, incapaces de soltarnos.

Joe se puso a llorar y Kate le pasó un brazo por encima del hombro. Al parecer, todos acabamos abrazándonos.


Y, aun así, no es una situación feliz. De hecho, ahí es donde empezó mi desgracia y aquí es donde terminará. Será la primera vez que vea a Will desde el día que fui a su casa. No pensaba presentarme, pero el inspector Sinclair me adelantó que Will pensaba librar batalla de todos modos. Supongo que en el fondo yo ya lo sabía. Su arrogancia no le permitiría hacer otra cosa. Kate dijo que, por lo que había oído, pensaba culpar de todo a Soames, cuya cara podía identificarse en las fotografías. Era él quien tenía antecedentes de agresiones sexuales.

Sin embargo, no estoy dispuesta a permitir que crea que lo dejaré tranquilo. Por eso he venido, para demostrarle que sigo aquí. Como el fantasma de Banquo.

Will entra en la sala con aire fanfarrón.

—He venido a manifestar mi inocencia —dice en las escaleras del tribunal, ofreciendo su lado bueno a la cámara de Mick.

Cuando me levanto para enfrentarme a mi agresor, tengo la sensación de que me arde hasta el último centímetro de piel. Él parece sorprendido, su cara pública desaparece y se convierte en un simple anciano asustado.

Jude no ha venido. La han apartado de mí. Y de hecho de todos los demás, puesto que la han arrestado. Al parecer, se ha retraído completamente desde el día de su confesión y se niega a comer.

Barbara se ha quedado con ella mientras está en libertad bajo fianza. Para cuidarla, siguiendo donde lo dejó tantos años atrás. Le he dicho a Jude que no la odio, pero lo cierto es que creo que sí. He intentado comprender por qué se me llevó del hospital, qué la impulsó a hacerlo. He intentado meterme en su piel, sentir su desesperación, pero solo consigo pensar en la cara de Angela cuando fue consciente de que su hija había desaparecido y en los años de agonía que tuvo que pasar. Cuando le pregunté a Jude cómo había conseguido vivir con aquello a cuestas, sabiendo lo que debía de estar sufriendo mi familia, me dijo que se obligó a no pensar en ello.

—Tenían más hijos —dijo, como si eso lo arreglara todo. Solo tenía ganas de gritarle, pero me di cuenta de que no tenía ningún sentido. Se escuda en esa obsesión consigo misma, en ese derecho que ella consideraba justo y legítimo. Siempre que ha querido algo, lo ha tomado sin que le importaran las consecuencias, solo porque creía merecerlo.

Ahora entiendo el motivo por el que me echó de casa sin contemplaciones. Quería quedarse con Will a toda costa. Yo no era más que un daño colateral.

Angela no quiere hablar sobre ella. Ni siquiera pronuncia su nombre. Dice que quiere centrarse en el futuro, no en el pasado.

Hablamos por teléfono cada día, cada vez con más familiaridad. Me pregunto si llegaré a llamarla «mamá». En cualquier caso, ese momento todavía no ha llegado. Ella aún me llama Alice, aunque luego se corrige enseguida. Tengo la sensación de ser dos personas a la vez. Emma y Alice. La semana que viene veré a mi hermano y a mi hermana. Creo que ya estoy preparada para ello, y Angela quiere que nos conozcamos. No estoy segura de lo que sienten respecto al tema. Respecto a mí.

La conmoción de mi reaparición debe de haberles pasado factura también a ellos. Al fin y al cabo soy esa hija perdida que tanta infelicidad ha provocado en su familia. Angela dice que están entusiasmados por el hecho de que me hayan encontrado, pero ella lo que quiere es que todos seamos felices y yo necesito ir paso a paso.

Vuelvo a sentarme con Kate y recupero el aliento cuando Will entra en el tribunal. La confrontación ha sido eufórica, pero me ha dejado destrozada y temblando por el esfuerzo.

—Has estado genial —dice Kate—. Ya ha pasado todo.

Bueno, casi.