CAPÍTULO 76
Martes, 1 de mayo de 2012
Kate
Sabía que los resultados del nuevo análisis de ADN podían llegar ese mismo día. El inspector Sinclair les había dado la máxima prioridad posible, estaba impaciente por reanudar la investigación, se lo había dicho después de la declaración de Emma.
La llamó para averiguar si Soames vivía con alguien.
—Mandaré a mis hombres ahora, Kate. Solo quiero saber si habrá algún factor que pueda complicar las cosas.
—No, tiene una exmujer y dos hijos mayores, ya independizados. Pero está más solo que la una —explicó ella—. ¿Qué tal con Emma? —añadió.
Él ya debía de imaginar que se lo preguntaría y a ella, por su parte, le interesaba fingir cierta distancia con Emma para que el inspector no sospechara que se encontraban de vez en cuando.
—Pobre, la vi muy dispersa —le dijo—. Temblaba de nervios y tenía la mirada perdida en todo momento.
—Vamos, Andy, ¿cómo estarías tú si te hubieran violado y hubieses dado a luz a un bebé cuando todavía eras un niño? —respondió Kate.
—Dice haber dado a luz a un bebé, Kate. Pero los dos sabemos que es poco probable que sea cierto —alegó él—. Cuesta creer que nadie se enterara en su momento. ¿Una adolescente da a luz a un bebé y nadie se entera? ¿De verdad?
—Ese tipo de cosas ocurren, Andy —replicó Kate—. Ha ocurrido en algunos casos. La gente puede llegar a extremos extraordinarios.
—De acuerdo, muy bien. Pero los científicos afirman que se trata del cadáver de Alice y yo tengo que basarme en ese dato. No puede distraernos alguien con ganas de llamar la atención. Los policías nos topamos continuamente con gente de esa clase, Kate. Te voy a dar un consejo —añadió—: no te metas.
Demasiado tarde, ya se había metido.
Fue Angela quien le anunció la noticia ese martes. El inspector Sinclair la había llamado para advertirle que había una nueva línea de investigación y que seguramente recibiría llamadas de los medios de comunicación.
Por suerte para Kate, Angela no pensaba en ella como parte de esos medios de comunicación.
—Kate —dijo a punto de llorar—, ha ocurrido algo terrible. Los análisis de ADN han relacionado a una mujer de Londres con el bebé. El inspector Sinclair dice que se presentó en comisaría afirmando ser la madre del bebé. Aunque al principio consideraron que sería una pérdida de tiempo, parece que decía la verdad. Están analizando las muestras una vez más, pero creo que he vuelto a perder a Alice —concluyó, ya sollozando.
—¡Es terrible! —exclamó Kate—. Lo siento muchísimo, Angela.
—Al parecer, la policía va perdida —gimió Angela por teléfono—. Se equivocaron con la cronología de los hechos y ahora dicen que es el bebé de otra persona. No creo que pueda soportarlo mucho más…
—Vamos, Angela. ¿Nick está contigo? Bien. Y dime, ¿cuándo ha dicho Andy Sinclair que te volvería a llamar?
—Por la mañana. Ya no sé qué pensar.
—Lo sé. Mira, te dejo la línea libre por si está intentando llamarte, pero avísame en cuanto sepas algo.
Decidió no llamar a Sinclair. Enseguida se daría cuenta de que Angela la había llamado y probablemente le prohibiría hablar con ella de nuevo. Ya le había sucedido algo parecido en una ocasión. Sería mejor esperar hasta que él contactara con los Irving para ponerlos al día.
Kate se sentó en la pecera sin decir nada mientras Terry le pegaba la bronca. Le sentaba bien vaciar el buche, y ella lo sabía. Acumulaba demasiada tensión y al final tenía que sacarla de algún modo. Que había tenido una semana mala, le dijo, y que solo le faltaba ella para rematarlo.
—Sigue siendo una noticia fantástica, Terry —dijo Kate, y dejó que él soltara su pataleta a continuación—. Sabía que Emma no se lo estaba inventando.
—No, parece que no —respondió Terry—. Bueno, vale, ¿qué podemos escribir?
—Solo que en estos momentos están revisando los análisis de ADN. No sabremos nada sobre las conclusiones hasta mañana por la mañana. Y si decimos que están repitiendo los análisis estaremos alertando a los demás periódicos. ¿Por qué no esperamos un poco más y nos limitamos a publicar los resultados finales? —sugirió Kate.
—De acuerdo —accedió él malhumorado.
Joe la estaba esperando en su mesa. Había observado todo el espectáculo a través del cristal y estaba desesperado por saber qué había sucedido.
—¿Qué ha dicho Angela? ¿Qué ha dicho Terry? —preguntó.
—A Angela le han dicho que el ADN de Emma coincide con el del bebé.
—¡No! ¿Y qué hay del ADN de Angela? ¿Se equivocaron en el laboratorio?
—Supongo. La pobre Angela está hecha polvo. Comprobarán los análisis y Andy Sinclair la llamará para informarle de los resultados.
—O sea que el bebé no es Alice —dijo Joe—. Menuda historia.
—Y tú creías que sería aburrido cuando te di ese primer paquete de recortes —comentó Kate.
—Bueno…
—Nunca es aburrido.
—¿Esa es la regla de oro número dos? —preguntó Joe con una sonrisa.
—Anótala. Voy a llamar a Emma —dijo Kate.
La llamó al móvil y salió el buzón de voz directamente, por lo que le dejó un mensaje pidiéndole que le devolviera la llamada.
No podía hacer nada más que esperar, pero Kate era incapaz de quedarse quieta.
—Voy a casa de Emma —le anunció a Terry. Joe cogió su cuaderno y salió de la redacción tras ella.
Llamaron una y otra vez, intentaron ver algo por las ventanas de la parte frontal y los laterales, pero no encontraron ni el más mínimo signo de vida. Kate se quedó plantada frente a la verja. No sabía qué hacer.
—No está en casa —dijo Joe.
—Sí, hasta ahí llego, Joe —le espetó.
—¿Y qué vamos a hacer ahora? —preguntó él con un tono digno de un corderito camino del matadero.
—¿Cómo coño quieres que lo sepa? —le gritó ella—. Deja de lloriquear, por el amor de Dios.
Él desvió la mirada, fingiendo indiferencia. Igual que Jake esa misma mañana, cuando se marchó al aeropuerto. Kate había dejado que le diera un beso de despedida y luego le había dicho:
—Supongo que tendremos noticias tuyas cuando necesites dinero.
Steve le había asestado un buen codazo en las costillas para cerrarle el pico y se despidió de su hijo:
—Estamos en contacto, Jakey —había dicho mientras su hijo ya se dirigía hacia la puerta. Luego le preguntó a Kate—: ¿Por qué demonios le has dicho eso?
—Lo mimas demasiado —replicó ella—. Necesita una buena dosis de realidad, no que le sigas la corriente.
De todos modos, Kate le mandó un mensaje de texto a Jake desde el coche: «Buen viaje. Te quiero, Jake, m x.», pero no obtuvo respuesta.
—¡Hola! —la saludó una voz desde la calle. Una mujer de aspecto entrometido se les acercó a toda prisa—. ¿Están buscando a los Simmonds? —preguntó.
—Esto… Sí, esperaba encontrar a Emma en casa —dijo Kate.
—Mi marido se la ha encontrado esta mañana en el metro. Me ha llamado para avisarme de que estaba a punto de entrar a trabajar. Soy Lynda, una amiga de Emma, por cierto.
—Oh, encantada de conocerla —dijo Kate, que acababa de enterarse de que había esposas que exigían a sus maridos que ficharan al entrar y al salir—. ¿Le ha comentado adónde iba?
—No, Derek me ha dicho que la ha visto muy distraída, que apenas han hablado porque estaba muy callada. Ahora bien, la Metropolitan Line está abarrotadísima a esas horas de la mañana. Es extraño elegir esa hora para coger el metro a menos que sea necesario —explicó. Kate hizo una mueca para demostrar que comprendía lo que le decía—. Aunque quizá tenga uno de sus días malos —añadió Lynda con un tono traicionero—. A veces se comporta de un modo muy extraño.
—Ya —añadió Kate. Le agradeció el tiempo que le había dedicado y empujó a Joe hacia el coche.
—¿Adónde ha ido Emma? —quiso saber Joe mientras se abrochaba el cinturón de seguridad—. Solo lo pregunto, no me he quejado —añadió.
—Lo siento, Joe, hoy es un día de perros para mí. No tengo ni idea.
Volvieron a la oficina, en West London, y Kate dejó que Joe hablara sobre sus ambiciones y sobre un reality show que había visto la noche anterior.
«¿Dónde estás, Emma?», pensó. Paró el coche en cuanto oyó sonar el teléfono.
—Apuesto a que es ella —le dijo a Joe.
Cuando lo consultó, resultó que era un mensaje de Jake.
—¡Mierda! —exclamó ella. Lo último que necesitaba eran más problemas con su hijo.
«Yo también te quiero, mamá. Siento ser tan mal hijo, x», había escrito Jake.
Estaba a punto de echarse a llorar, pero se controló y, en lugar de eso, se lo reenvió a Steve. Este respondió de inmediato: «x».
Joe se quedó sentado pacientemente hasta que hubo terminado.
—Estaba pensando… ¿Y la madre de Emma? —dijo Joe—. ¿Por qué no vamos a verla? No hemos hablado con ella, ¿verdad? Tal vez sepa dónde está Emma.
—Muy buena, Joe —contestó Kate—. Búscame la dirección.