CAPÍTULO 77

Martes, 1 de mayo de 2012

Kate

El tráfico era espantoso, pero al final consiguieron aparcar frente a la casa reformada en la que vivía Jude. Kate intentó llamar al número de Emma una vez más mientras cerraba la puerta del coche, pero seguía sin responder.

—Vamos —dijo al fin.

Pulsaron el timbre, les abrieron la puerta sin hacer preguntas y subieron las escaleras.

Una señora mayor vestida con ropa demasiado juvenil para su edad los esperaba frente a la puerta abierta.

—¡Oh! ¿Quiénes son ustedes? —preguntó—. Creía que era mi hija.

—Ah, lo siento, no, señora Massingham. Bueno, mire, soy Kate Waters. Trabajo como periodista para el Daily Post. He estado hablando con su hija Emma durante el fin de semana sobre el caso de Alice Irving y necesito hablar con ella de nuevo.

—¿Que Emma ha hablado con usted? Nunca es buena idea hablar con periodistas. Yo era abogada, y siempre aconsejaba a mis clientes que evitaran a la prensa a toda costa. No se ofenda…

Kate se rio de forma poco convincente.

—Supongo que en ciertos casos es un buen consejo. Pero lo que he estado escribiendo sobre Alice ha revelado algunos hechos notables.

—Mmm… —se limitó a decir Jude Massingham—. No creo que haya revelado la verdad. Es demasiado escurridiza.

—Esto… Tiene razón, han surgido varios contratiempos durante la investigación. La policía es la primera en admitirlo.

—¿De verdad? Ver para creer, a mí no me ocurrió jamás —dijo Jude con una sonrisa tensa.

—Mire, esta mañana ha aflorado una información que quiero compartir con Emma, pero no coge el teléfono —explicó Kate, intentando desplazar la conversación hacia un terreno más seguro.

—No tengo ni idea de dónde está —dijo Jude—. No soy su guardaespaldas. ¿Qué es lo que ha aflorado?

—¿Podemos entrar, señora Massingham? Aquí podría oírnos algún vecino, y se trata de algo bastante confidencial.

—De acuerdo —aceptó Jude—. Cuidado con el escalón.

Se repartieron en dos sillones, de manera que Joe tuvo que sentarse sobre el reposabrazos de la butaca de Kate. Jude no les ofreció nada para beber.

—Bueno, ¿qué ha ocurrido? —preguntó.

—No sé si Emma se lo ha contado, pero la policía ha analizado más muestras de ADN.

—No, no hemos hablado mucho últimamente —murmuró Jude.

—Bueno, el caso es que los análisis demuestran una coincidencia entre el ADN de Emma y el del bebé que encontraron en la obra.

—¡No! —exclamó Jude, llevándose las manos a la cabeza—. No puede ser. ¿Cómo pudo tener un bebé sin que yo me enterara?

—Se lo ocultó, señora Massingham. A usted y a su novio, Will Burnside.

—¿Qué les ha contado sobre él? —dijo Jude en voz baja. La tensión en la estancia cada vez era más palpable.

—Exactamente lo mismo que le contó a usted.

—No la creí, y le dije cosas terribles. Que era una enferma y que estaba celosa —murmuró Jude, casi para sí misma.

—Pues le contó la verdad, señora Massingham. ¿De veras no sospechó nada?

La señora negó con la cabeza.

—No, claro que no. ¿Creen que habría hecho la vista gorda ante algo semejante? Pero es que no se imaginan lo que es esto. Yo amaba a Will, lo adoraba. Resulta muy duro imaginar que el hombre al que amas es capaz de hacer algo tan despreciable. ¿Sería usted capaz de creer algo así de alguien a quien ama, señora Waters?

Al instante, Kate imaginó a Steve confesando y negó con la cabeza.

—¿Se da cuenta de lo duro que habría resultado? Todavía lo es. Necesito tiempo para digerir todo esto. Y charlar con Emma —dijo. Parecía que estuviera hablando sola.

Kate se inclinó hacia delante para hacer otra pregunta, pero Jude la interrumpió de repente.

—¡Sabía que no podía ser el bebé de los Irving! —exclamó.

—¿Cómo lo sabía?

Jude parecía aturullada.

—Bueno, el bebé desapareció diez años antes de que enterraran el cadáver. La investigación policial ha sido más bien torpe, en mi opinión.

—Pero hay una coincidencia con Angela Irving —comentó Joe—. ¿Qué me dice de eso?

—Una pifia del laboratorio —afirmó Jude—. Oí casos de colegas a los que les había ocurrido lo mismo cuando todavía estaba en activo. Tubos de ensayo extraviados, contaminación de otras muestras y ese tipo de cosas. Siempre hay margen para que suceda un error humano.

—Pero se hacen muchas comprobaciones y balances durante el proceso —dijo él—. He estado leyendo sobre el tema y debo decir que es muy interesante…

—Me gustaría contárselo a Emma —insistió Kate, cortando a Joe—. Me preocupa no poder contactar con ella. Su amiga Lynda me ha dicho que esta mañana ha cogido el metro.

—¿Ah, sí? Qué raro. Nunca viene a la ciudad a menos que sea estrictamente necesario. Según ella, hay demasiada gente —dijo Jude antes de quedarse callada unos instantes—. Supongo que podríamos llamar a su marido —ofreció—. Debe de estar trabajando. Tengo su número apuntado, me lo escribió Emma en la agenda por si surgía alguna emergencia.

Marcó el número poco a poco, pulsando los números con cuidado, y esperó unos segundos.

—Paul, soy Jude. Estoy intentando hablar con Emma, pero no responde. ¿Sabes qué tenía previsto hacer hoy? Bueno, pues no. La han visto en el metro esta mañana. De acuerdo. Bueno, si hablas con ella, ¿puedes pedirle que me llame? Sí, tú también. Adiós.

Jude colgó y se volvió hacia Kate y Joe.

—Paul creía que Emma se pasaría la mañana trabajando en casa. Me ha parecido que se inquietaba un poco cuando le he dicho lo del metro. Últimamente no es que Emma esté en plena forma que digamos. Seguro que ya lo saben —dijo Jude con tono acusador y voz temblorosa.

Cuando Kate y Joe salieron, Kate recibió una llamada.

—Soy Andy Sinclair. Estoy intentando ponerme en contacto con Emma Simmonds. Al parecer ha desaparecido. No sabes dónde está, ¿verdad?