CAPÍTULO 62
Sábado, 28 de abril de 2012
Kate
Recorrió la sala con calma y se dirigió hacia la barra, para ver cómo le iba a Joe.
Estaba apoyado en el pegajoso mostrador, inmerso en la mímica de la conversación que mantenía con la camarera, una mujer con hombreras y toneladas de laca.
—Limonada, por favor —pidió Kate, señalando una botella detrás de la barra.
—Hola, Kate —dijo Joe, aparentemente satisfecho. Ella señaló la salida y recogió el vaso de plástico antes de tomar la delantera.
—¿Cómo te va? —le preguntó cuando se hubieron sentado en un muro bajo, frente al local.
—Muy bien, gracias. He ido diciendo que era tu hijo.
Kate levantó una ceja.
—Bien pensado —admitió—. ¿Y?
—Rita, la de la barra, me ha estado poniendo al día de todos los chismorreos.
—¿Y has conseguido algo?
—Un montón de información sobre Harry. Al parecer, es la comidilla de todas con diferencia. Es la primera vez que se deja ver desde que no era más que una chica alborotadora y desaliñada. No pueden creer que le hayan ido tan bien las cosas.
—Yo he estado charlando con ella en el baño. Al principio ha sido un poco incómodo, pero luego se ha relajado. ¿Qué me dices del bebé? ¿Algún rumor?
—No, nada de nada. Ni embarazos de final repentino, ni aventuras de mujeres casadas, ni rumores, ni nada. Es un absoluto misterio, según Rita. Le he preguntado por la casa en la que vivió Barbara Walker, el número sesenta y tres. Me ha dicho que recordaba que también vivía con ella una abogada. Una mujer muy inteligente que se llamaba Jude.
—Judith Massingham, la compañera de piso de Barbara —agregó Kate.
—Y una hija —añadió Joe.
—Sí. Barbara dijo que había una hija. Pero no aparecía en el registro electoral. ¿Qué te ha dicho Rita al respecto? ¿La conocía?
—Uy, sí. Rita y ella iban al mismo instituto. Está aquí esta noche, se llama Emma.
Kate le agarró el brazo.
—¿Emma? Creo que acabo de conocerla. Eres un pequeño genio, Joe. Te daría un beso, pero podría considerarse acoso sexual.
Joe sonrió complacido. No estaba muy seguro de lo que había hecho bien, aunque no importaba. Lo había hecho bien. Se lo había dicho la jefe.
Kate se dejó el vaso de plástico en el muro y fue hacia la puerta.
—¡Voy al baño! —gritó por encima del hombro—. Nos vemos luego.
Harry y Emma ya estaban dentro, retocándose los labios ante el espejo sucio.
—¿Y bien? —dijo Kate—. ¿Millonario o vagabundo?
Los reflejos de las dos mujeres la miraron y sonrieron.
—Calvo, barriga cervecera y cinco hijos —anunció Harry.
—Se lo merece, por haberte roto el corazón, Harry —añadió Emma.
—¿Se casó con Sarah S.? —preguntó Kate.
—Joder, conoces todos nuestros secretos —dijo Emma.
—Bueno, unos cuantos —apuntó Kate antes de sacar el lápiz de labios del bolso.