CAPÍTULO 82

Miércoles, 2 de mayo de 2012

Angela

El médico le había recetado unas pastillas para atenuar el shock, pero de todos modos reaccionaba con un respingo cada vez que un coche pasaba por delante de casa. El inspector Sinclair había llamado para anunciarle que tardaría veinte minutos en llegar. Por la voz le había parecido sombrío y cansado, por lo que Angela no se había atrevido a preguntar nada más.

Nick bajó al piso inferior y se puso a andar por el salón.

—Angie, tenemos que prepararnos para lo peor —le dijo—. La policía se equivocó y no podemos hacer nada para cambiarlo. Debe de venir para disculparse, ¿no?

—Ya lo veremos, Nick —contestó ella. La cabeza le dolía de nuevo, no podía pensar en nada que no fuera Alice.

Nick abrió la puerta antes incluso de que el inspector Sinclair tuviera la ocasión de tocar el timbre.

—Adelante, Andy —le dijo.

Angela se quedó frente a la ventana, mirando el coche del inspector. Había tres personas en el interior.

—¿Sus compañeros no entran? —preguntó ella.

El inspector titubeó un poco antes de responder.

—No, de momento no —contestó, y acto seguido se aclaró la garganta—. Angela, Nick, tengo noticias para ustedes. No estoy seguro de cómo explicárselo, si quieren que les sea sincero.

Estaba sudando, las gotas se le acumulaban en la frente resplandeciendo con la luz.

—Ha venido a contarnos que cometieron un error, ¿verdad? —preguntó Nick—. Ya nos imaginábamos que sería eso.

—Bueno, en realidad no —negó el inspector—. El caso es que… Miren, hemos encontrado a Alice. Sin embargo, no era el bebé que desenterraron en la obra.

Angela soltó una exclamación ahogada y se puso de pie.

—Angie —dijo Nick con voz temblorosa, tirando de ella hacia abajo para que volviera a sentarse a su lado—. Cuéntenos, Andy. Cuéntenos qué han encontrado.

—Alice está viva —espetó el inspector Sinclair.

—¡¿Viva?! —gritaron Angela y Nick al unísono. El sonido rebotó en la ventana.

—Sí.

—¿Cómo es posible? —preguntó Angela, buscando a su hija desesperadamente por la sala—. ¿Dónde está?

—Está aquí —dijo el inspector Sinclair con la voz tomada por la emoción del momento. Nunca lloraba en acto de servicio, ni siquiera cuando le daban una noticia terrible, pero ese día fue incapaz de sobreponerse a la tensión.

—¡¿Dónde?! ¡¿Dónde?! —gritó Angela.

—En el coche —contestó él.

Angela salió por la puerta antes de que pudieran detenerla, corrió hacia el coche y se detuvo justo al lado, apoyando las manos en la ventanilla del pasajero.

Una mujer se volvió hacia ella: tenía el pelo oscuro como el de Paddy y la barbilla de Louise. Levantó las manos y las apoyó en el cristal por la parte interior para hacerlas coincidir con las de su madre.