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¿Te gusto?

Claro que te gusto.

*

*

*

Aquel día todo acto cotidiano acabó pareciéndome posible objeto de vejación.

Sucio.

Todo sucio.

Desde el simple hecho de tomar un café a solas en la cocina hasta la acción rutinaria de meterse en la cama. La intimidad contaminada. Ultrajada.

«Pobre Davinia», pensé.

CÁMARA 1 /// 7.40 a. m. /// Visión 60°

Davinia pasa frente a la cámara. Se la ve nerviosa y un poco desubicada. Hace un leve gesto de despedida sin mirar fijamente al objetivo y se dirige hacia la puerta. Se marcha.

CÁMARA 1 /// Intervalo 7.40-9.00 a. m. /// Visión 60°

Pasillo y puerta de la entrada. Todo tranquilo. Silencio.

CÁMARA 2 /// Intervalo 7.40-9.00 a. m. /// Imagen gran angular

Cocina. Quietud total. Orden escrupuloso.

CÁMARA 3 /// Intervalo 7.40-9.00 a. m. /// Imagen gran angular

Salón. Todo permanece en su sitio.

CÁMARA 4 /// Intervalo 7.40-9.00 a. m. /// Imagen gran angular

Dormitorio de Davinia. Se observa claramente el orden absoluto de la estancia. La ropa de la cama está tan estirada que podría hacerse rebotar una moneda sobre ella.

CÁMARA 5 /// Intervalo 7.40-9.00 a. m. /// Visión 60°

Cuarto de baño. Imagen borrosa a causa del vaho producido por la ducha vespertina.

CÁMARA 1 /// 9.01 a. m. /// Visión 60°

La puerta de la calle se abre. Se oye el tintineo de unas llaves.

INTRUSO: Buenos días, querida. Ya he llegado.

Abundante mata de pelo blanco. Cejas muy pobladas sobre una mirada afable. Gesto empalagosamente cercano. Complexión robusta y de miembros cortos. Avance pesado.

INTRUSO: ¡Por supuesto que me apetece un café, prenda!

CÁMARA 2 /// 9.02 a. m. /// Imagen gran angular

Ya en la cocina, el intruso coge la taza de color verde (en el estante, la tercera por la derecha). Se maneja en la estancia con comodidad. Prepara una bebida caliente: leche, un golpe de microondas y dos cucharadas de café soluble descafeinado.

El sonido de la cucharilla contra el vidrio lo acompaña hasta la mesa de la esquina. Ahora solo se ven sus manos y su coronilla, con un halo parco en cabello en el centro.

INTRUSO: ¿Mucho que hacer hoy?

CÁMARA 2 /// Intervalo 9.05-9.19 a. m. /// Imagen gran angular

El intruso inicia un soliloquio que dura casi media hora; un intenso relato de soledad y abandono capaz de hacer estallar el lagrimal de cualquiera. El pulso inestable de sus manos, aferradas con fuerza a la taza, provoca ondas en la superficie del líquido marrón.

(…)

CÁMARA 4 /// 9.36 a. m. /// Imagen gran angular

El intruso distribuye las bragas y los sostenes que lleva en las manos por la superficie de la almohada. Huele cada prenda antes de depositarla.

CÁMARA 4 /// 9.37 a. m. /// Imagen gran angular

El intruso se sitúa frente a la cama y comienza a desvestirse de forma pausada.

INTRUSO: ¿Te gusto?

Se contonea, coquetea como si Davinia yaciera frente a él en el lecho y aquello la excitara.

INTRUSO: Claro que te gusto.

CÁMARA 4 /// 9.44 a. m. /// Imagen gran angular

Zapatos, camisa y pantalones. Calzoncillos y calcetines. Todo fuera, hasta quedar totalmente en cueros. Un saco rollizo de piel flácida e impaciente.

CÁMARA 4 /// 9.45 a. m. /// Imagen gran angular

El intruso retira con timidez la colcha y se arrebuja bajo su abrigo.

INTRUSO: (risita juguetona).

CÁMARA 4 /// 9.46 a. m. /// Imagen gran angular

Frases ininteligibles y gemidos ahogados bajo la ropa de la cama. El nombre de mi clienta escapando a estertores de su boca cuando parece llegar el momento culmen.

(…)

CÁMARA 1 /// 10.20 a. m. /// Visión 60°

El intruso abandona el piso.

CÁMARAS 1-5 /// 10.20 a. m. en adelante

Todo en orden. Sin rastro aparente de visitas.

No te imaginas la de veces que aquel día deseé poder escaparme de mi piel.

—Resulta que no eran imaginaciones de la chica —le dije a Andrea en cuanto descolgó el teléfono—. Estoy esperando a que llegue para hablar con ella.

Había llamado a la inspectora para explicarle por encima el contenido de las grabaciones y para pedirle que me echara un cable en la oficina de denuncias. Después de haber visionado aquellas imágenes, se despertó en mí un poderoso instinto protector: sabía que Davinia iba a ponerse nerviosa al ver las cintas y, en la medida de lo posible, quería evitarle el exceso de estímulos y experiencias fuertes.

—De acuerdo… Anota en el libro de registro que has comunicado el caso a la policía y cierra el expediente. Creo que Víctor está trabajando esta tarde —me dijo. Ni idea de quién era Víctor—. Le aviso, a ver si es posible que le tome declaración en un lugar tranquilo —concluyó Andrea, y consiguió bajar un pelín mi nivel de estrés.

—Te debo una, amiga —confesé al tiempo que me levantaba para coger el maldito libro de registros—. Y puede que te la devuelva pronto.

—¿Y eso? ¿Qué estás tramando? —Curiosidad y cautela a partes iguales en su tono de voz.

—Eso mismo me pregunto yo de ti —respondí mientras buscaba la hoja correspondiente a Davinia—. ¿No tienes nada que contarme sobre un muerto desaparecido? He recibido una visita esta tarde, justo antes de sentarme con el material de mi clienta.

—Ah, eso… No hagas mucho caso. Ese Gonzalo estuvo dándome la lata y, cuando al fin le confirmé que el caso se había cerrado por falta de pruebas, no me dejó en paz hasta que le ofrecí otra vía por la que poder avanzar —me explicó quitando importancia al tema—. Pensé que podría interesarte… Pero si no te convence, déjalo pasar. Es un asunto de herencias bastante complicado.

Permanecí en silencio un instante mientras rellenaba los espacios que aún tenía que completar sobre aquel caso. Es decir, todos. Número de expediente, fecha de inicio y fin de la investigación, nombre y domicilio de mi cliente, delitos perseguibles de oficio conocidos y órgano al que habían sido comunicados…

Me pregunté cómo debía tipificar lo ocurrido en el piso de Davinia.

—Ada, ¿estás ahí?

—Sí, perdona. Me he despistado con el jodido libro de registros —respondí.

De pronto recordé de qué habíamos estado hablando.

Mi posible compromiso con aquel caso se había esfumado.

—¿Cómo desapareció el cadáver? —le pregunté para satisfacer mi curiosidad.

—La verdad es que aún sigo sin encontrarle sentido…

—Mierda, tengo que colgar, Andrea. Ha llegado Davinia.

Todos mis pensamientos regresaron a mi clienta y a las visitas diarias a su piso.