30

Salí con seis hombres, pero son demasiados, casi todo el ejército, y ya en Bessastadir, después de haber rendido homenaje a aquella vieja escuela y al obispo Videlinus, mandé a cinco de vuelta a casa. Uno es más que suficiente. Es más, prescindiría con gusto hasta de él, pero un jefe necesita a un subalterno, al menos a uno. La revolución todavía no se ha terminado y hasta que llegue ese momento no somos aún todos iguales. Incluso en el Quinto Regimiento yo era yo y el comandante Carlos era el comandante Carlos.

Antes de adentrarme en el interior del país, hice que trasladaran de Bessastadir seis viejos cañones que tenían ciento cincuenta años y los emplacé en una destartalada fortaleza, Fort Phelps. Los viejos cañones miran hacia el mar desierto; las olas rompen contra las negras rocas, chorreantes y fragorosas, los pájaros alzan el vuelo con estrépito, la polvareda de las salpicaduras se levanta igual que el humo en la batalla. El flanco de las rocas es más sólido que el de los barcos de guerra; los proyectiles de los cañones se estrellarían en balde contra él y también las bombas de agua chocan vanas y despedazadas, pero el mar insiste, ataca, percute, desgasta y consume las rocas que lentamente, lentísimamente ceden, se agrietan. Cada ola que vuelve al mar se lleva consigo una onza de piedra desmenuzada; la batalla es larga, pero ciertamente perdida, antes o después la tierra se hundirá y el mar será el único señor del mundo, una inmensa extensión vacía e igual, el triunfo del Diluvio. Me sentía alegre; me habría gustado mandar que dispararan los cañones contra los golpes de mar, un sombrío y alegre retumbo que se responde a sí mismo por todas partes, pero si esos herrumbrosos cañones la hubieran pifiado habría sido un duro golpe para mi autoridad.

A ciegas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml