Hay personas que sólo guiñan el ojo para apuntar mejor y otras que sólo susurran para pedir una buena mesa al oído de un camarero. Susurrar es un acto que deberíamos hacer cada día porque, cuando lo practicas, ocurren cosas maravillosas. Si susurras dos minutos al día, todo lo que susurres a la gente que te aprecia acabará convirtiéndose en realidad.
Susúrrales cosas buenas que necesiten. El susurro es parte de uno mismo, es el canto de los deseos y nace de la voz de tu yo interior. Aprovéchalo, susurra y verás ese poder en movimiento.
Y también recuerda que, a veces, has de salir desarmado. Sin móvil, sin contacto online con nadie. Libre, desarmado ante el mundo para dejar que éste se comunique contigo.