De pequeño soplabas las velas cuando te traían la tarta de cumpleaños. Tu madre te soplaba en las heridas para que te doliesen menos. Y lo más increíble es que muchos de esos deseos se cumplían y la herida se curaba. Y esto no ocurría porque sí sino porque el soplar es mágico. Si soplas, se cumple.
Los soplidos son la respiración del de dentro y tienen una fuerza increíble para mover este universo.
Pero para que existan deseos, hay que desearlos. Y para que se cumplan, hay que soplar.
Cada día debes soplar. Encuentra tu deseo y sopla. Sopla una vez al día y acepta que lo que vendrá es fruto de tus deseos.
Sin deseos, no hay felicidad. Sin soplidos, no hay deseos.