Olvida los miedos, olvida las prohibiciones. No se trata de transgredir las prohibiciones, se trata de no darles valor.
No se trata de sufrir, se trata de comprender el sufrimiento. Se trata de vivir.
Deja de hacerte el dormido como cuando eras pequeño. Decide si quieres ir en el último vagón o llevar la locomotora de tu vida.
Todo se consigue enfrentándote a tus miedos. Piensa en lo peor que podría pasar si te enfrentaras a ellos. Vive esa situación imaginaria y verás que no era real, que sólo residía en tu mente.
Menos palabras, más acción. Mucho análisis lleva a la parálisis. No aceptes que la vida es lo que te pasa; tu vida es lo que originas. Y recuerda que muchas cicatrices de tus miedos provienen de las caricias perdidas. Da.