Hay que luchar contra la carcasa que tenemos, esa sensación de que nada nos afecta.
Durante años he guardado una bolsa de mareo de avión que tenía forma del planeta Tierra y la he utilizado para respirar. Inspiraba y el mundo tenía el tamaño de mi propia respiración.
Hemos de aceptar que somos pequeños pero que cuando dominamos nuestros sentimientos nos convertimos en los más grandes.
Comprender que las cosas nos afectan y que nos duelen significa ser consciente de nuestra propia piel y de nuestras propias dudas.
Y es que el corazón refrigera al cerebro y no el cerebro al corazón.