LA BOTICA DE LOS RABINOS DE JERUSALÉN
PARECE ser que de la Ghemara, comentario o segunda parte del Berachot o Talmud de Babilonia —comenzado en el siglo V por el rabino Asser y terminado en el VI—, fue misteriosamente robada o destruida una pequeña parte, en la que se trataba de la botica de los rabinos de Jerusalén, y que se refería, en primer lugar, a los purgantes que los intérpretes de sueños habían de tomar en luna nueva, y, en segundo lugar, a los alimentos que habían de ser suministrados a los seres, en forma humana o animal, creados de lodo o arcilla por los grandes sabios hebreos. Este antropomorfo o bestia se llama golem. En último lugar, venía en la botica rabínica de Jerusalén un ojo de boticario, en el cual, en frasquitos, estaban poderosos espíritus, ya destilados de plantas raras, y las más de las veces de las letras de las palabras con las que se las denominaba. Se podía destilar el espíritu de una planta que ya hacía siglos que nadie encontraba, ni salvaje ni cultivada, porque se destilaba el nombre de la planta, letra por letra. Que esto no lo hayan logrado ciertos alquímicos cabalistas cristianos parece que haya de explicarse por el hecho de que estos, destilando el nombre de la planta maa’beth, empezaban por la letra m inicial, cuando la palabra la escribe el rabino de derecha a izquierda, pero destila de izquierda a derecha, es decir, hteb’aam. ¡Graves problemas de los alfabetos! Esos espíritus eran usados, los más de ellos, para curar enfermedades de los ojos y de los oídos, para que respetables ancianas pudiesen engendrar hijos, como la madre de Isaac, y para conseguir la benevolencia de los ricos. También había medicina para producir el insomnio. Ha sido Franz Werfel quien ha subrayado que si otros pueblos aspiran a poseer somníferos, los hebreos desean el insomnífero, las gotas o las píldoras que los mantienen insomnes durante largas temporadas. Lo más de lo que los judíos hacen por el mundo adelante —y piensan— es producto del insomnio heredado de sus antepasados, quienes lo habían logrado de la botica rabínica de Jerusalén. Y Franz Werfel lo sabía, puesto que él mismo era judío.
La ciencia de los purgantes de los intérpretes de sueños[19] consistía en suministrárselos por el boticario soplando en la nariz del intérprete, el cual los aspiraba. El boticario hacía con su boca —llena del purgante en una solución a la vez aérea y acuosa de la que nada se sabe—, de aerosol. El purgante era muy eficaz, y los excrementos salían perfumados. Tanto que si alguien que iba por un camino había de pasar cerca de la depuesta de un intérprete, lo notaba antes por el olfato que por la vista, y respetuosamente buscaba unas hierbecillas o unas hojas y las echaba encima. Y algunos paseantes se situaban a barlovento de los excrementos y se dejaban impregnar por su aroma, lo cual era muy bueno para la cura de urticarias y pruritos.
La alimentación del golem excluía la carne, y siendo de lodo o arcilla fabricado su cuerpo, cada plato llevaba una cierta cantidad de eso mismo; por otra parte, si se le servía ensalada de berros, por ejemplo, había que dejar que esta criase moho. Los rabinos mantuvieron en secreto los menús del golem, y no sabemos, cuando en el siglo XVI, en Praga, fue fabricado un golem por un sabio de allá —y según el famoso poema de Borges le enseñó a barrer la sinagoga—, qué era lo que el creador le daba de comer. Alguien ha sugerido que sopa de remolacha, enmohecida, claro, y pan relleno de sal, fermentado.
Cuando fue creado el golem llamado Behemoth, que es, según unos autores, una figura como buey y, según otros, como elefante, los sabios de Israel lo escondieron dentro de una colina, donde permanece dormido en espera del Juicio Final.
Ese día, los rabinos que alcancen la gloria de la Suprema Justicia, lo comerán asado, en un banquete al que convidarán a todos los humildes de la tierra.