EL CORAZÓN DE LOS REMOS
A Pablo Antonio Cuadra
No navegué en la isla
ni vi caballos erguirse
sobre la arena
como sucedió días después.
Sólo vi tu sombra
sobre aquella barca con olor a muelle.
La tarde cubrió de púrpura
el corazón de los remos.
Dicen que es preferible
no alzar la mirada
cuando los hombres parten,
pero los pescadores aquel día
vieron cómo la música
cubrió de óleo tus hombros.
Desde entonces
—durante la lluvia—
se escuchan ecos de tu nombre
entre las bocas de las ranas.
No esperan que vuelvas;
sin embargo, los pescadores
—más pobres que nunca—
hunden sus redes en el agua.