TEJIENDO FLORES en mi pelo de almendras

meciéndome en mis propios brazos

espero que algún pez dé su salto curvilíneo hacia mi
falda

y me pregunte

los ojos tan abiertos

retorciéndose en el charquito de mis ropajes

si quiero irme como se va uno de paseo

No sé cómo irme ni cómo llegar —le diré

cada vez que intento cruzar un espejo

el mundo del otro lado me dice que es demasiado
tarde

¡Pez, si yo hubiera llegado primero que Alicia!

Bebí todas las botellas de colores esfumados

que encontré

recostada entre margaritas y agujas

vi a todos los días bajar

lo miré de tantas maneras distintas como pude

de frente de reojo fijo

con los ojos cerrados sin pestañear

conspiré con los ojales de su ropa

y con la hiedra que cubre el sopor del trópico

para saber dónde es que corren sus miradas

cuando los párpados se le encierran tras pequeños
patios moros

en albercas inventadas

Yo no sé si existe el mundo acá afuera, pez

no sé dónde queda la línea ecuador

entre lo que voy a pedirle

y lo que él va a darme

—y en el espejo no me dejan entrar

¡Ábranme!

¿no escuchan que ya he leído todos los libros y estoy
triste?

¿no ven que me canso de habitar en las excusas

y cuando me doy vuelta de súbito las palabras
susurran otras cosas?

Y si no las pronuncio me golpean

maúllan a la noche en el alféizar de mi ventana

pero si les abro es el peligro

parecen doblarse sobre mí; como juncos, y amenazan

¿Qué hago, pez, con las palabras o el ardor?

¿Será verdad que alguien en algún lugar dio un paso?

¿Será cierto que la palabra «encontrar» dice lo que dice?

Yo huelo a vainilla y a fiestas antiguas

tengo secretos hundidos en profundidades acuosas

y te lo daría todo

hasta mi destino avaro

si vinieras como el pez a buscarme.