Operatus Cinco-Hidra

Tiempo transcurrido Ω1/-214.12//XXU

Crucero de ataque Upsilon, XX Legión

—Así que Xalmagundi destroza las naves del hangar y la espada de Vermes acaba con el coro de astrópatas —confirmó el sargento Setebos.

Omegon hizo un gesto de asentimiento.

—Las instalaciones de la base Tenebrae deben desaparecer como la llama de una vela que se apaga. No podemos arriesgarnos a que haya supervivientes. No podemos arriesgarnos a que alguna nave escape de la base. No podemos arriesgarnos a que alguien mande un mensaje astrotelepático informando sobre lo que ocurre.

—Con un poco de suerte, la guarnición ni siquiera sabrá de qué debe informar —comentó Arkan con cierto optimismo—. Y seguro que se lo pensarán dos veces antes de informar de que la base está sufriendo un ataque a manos de su propia legión.

—Eso espero —expresó el primarca.

—Supongamos que logramos infiltrarnos en la base y confundimos por completo a la guarnición —apuntó Isidor a través del resplandor espectral de la imagen hololítica—. ¿Cómo arrasamos por completo las instalaciones?

—Con cargas de demolición —apuntó Krait de forma inmediata—. Fácil y limpio.

—O podríamos sobrecargar los magnorreactores de la sala de generadores —sugirió Tarquiss—. Eso funcionó muy bien a bordo del Carnassial.

—O en vez de confundir a la guarnición… —comentó Volion— podríamos cortarles el cuello uno por uno a todos y luego destruir las instalaciones con toda tranquilidad.

—Creo que todos subestiman el problema al que nos enfrentamos —declaró de repente Auguramus con una voz que era un eco metálico procedente del microaltavoz.

—Explícate —le ordenó Setebos con voz silbante.

—Aquí se está hablando de sobrecargas y detonaciones —dijo Auguramus—. Sin embargo, estas instalaciones no son un búnker de rococemento o un depósito de municiones. El mástil de la matriz emisora de la base es un artefacto de proporciones colosales que tiene un diseño alienígena antiguo y arcano, construido tras seguir unas especificaciones exactas y utilizar unos materiales que poseen unas propiedades que sólo ahora estamos empezando a comprender…

—¿Qué se supone que debe lograr esa abominación que has construido? —lo interrumpió Isidor.

Omegon ajustó el foco de la imagen hololítica y ante la escuadra Sigma apareció una representación fantasmagórica del asteroide que el primarca hizo girar sobre su eje desigual. La roca tenía la superficie cubierta de agujeros, aunque uno de los lados estaba dominado por un enorme cráter con los bordes bien definidos, el resultado de una colisión muy antigua en la que Tenebrae 9-50 había resultado vencedor. Omegon ajustó más el foco y reveló los generadores de campo de fase construidos alrededor de la circunferencia del cráter y el brillo de la barrera de energía que aislaba a la base del vacío del espacio. En el interior de las paredes del cráter habían excavado un hangar de superficie, y el regolito rocoso del suelo de la hondonada estaba cubierto de estructuras de seguridad de menor tamaño.

Todo ello rodeaba la enorme silueta del mástil de la matriz emisora.

Parecía una enorme aguja, o un obelisco, que se alzaba hacia las estrellas, pero que era más negro que el propio vacío del espacio. La base de aquella construcción abominable, más ancha que la cúspide, estaba cubierta de andamios, y el extremo superior atravesaba el propio campo de contención ambiental para salir del cráter como la antena de un disco parabólico de recepción.

—Tenemos que imaginarnos por un momento que todos sabemos algo sobre la meteorología del empíreo —continuó explicando el artífice—. Consideramos a la disformidad una realidad alternativa a la nuestra y que se compone únicamente de energía en estado puro. Un océano inconmensurable. Poderoso. Impredecible. Mortífero. —Auguramus paseó la mirada por la fila de rostros idénticos—. Pero también resulta útil. La humanidad ha buscado el modo de sortear los peligros de la disformidad para construir un imperio y embarcarse en una cruzada de conquista galáctica.

—Nos estás recordando una lección de historia de la que formamos parte —le advirtió Braxus.

—Una cruzada y un imperio que se mantienen unidos por la perspectiva de la comunicación y de la cooperación. Nuestros pensamientos y nuestras naves cruzan esa dimensión tumultuosa. Cuando las tormentas azotan la disformidad, la meteorología del immaterium se vuelve inestable, de un modo destructivo y obstructivo al mismo tiempo. La navegación y la comunicación astrotelepática se convierten en algo imposible de lograr.

—Ve al grano.

Auguramus continuó con la explicación.

—Dentro de un sistema meteorológico ordinario, existen zonas de alta y de baja presión. Las tormentas se forman como respuesta a las extremas diferencias de presión en estas zonas.

—¿Y? —preguntó Charman, quien se negó a dejarse llevar por la creciente emoción del artífice.

—La meteorología del immaterium no es muy diferente. Los mecanismos indescifrables del mástil de la matriz emisora producen una zona de calma sin precedentes en el interior de la disformidad. El alcance de las comunicaciones astrotelepáticas se incrementa.

—Pero eso crea frentes tormentosos y perturbaciones en el immaterium en las zonas limítrofes —comentó Isidor.

—¡Exacto! —casi gritó Auguramus—. Es una secuela involuntaria del funcionamiento de la tecnología alienígena. Es algo mucho más útil que cualquier otro artefacto que posea cualquiera de las demás legiones.

—Una secuela que Alpharius ha utilizado para reforzar la consecución de los propósitos del señor de la guerra —informó Omegon al resto de los allí reunidos—. Al construir este artefacto en el sistema Octiss y cargarlo con la energía inmaterial absorbida de los esclavos psíquicos proporcionados por el Mechanicum, hemos conseguido envolver a las regiones colindantes con un apagón absoluto de sus comunicaciones: Draconi, Tiamath, Chondax y los estrechos de Scellis-Trevelya. No sólo hemos confinado a los Cicatrices Blancas en el sistema Chondax, que fue lo que Alpharius le prometió a Horus, también hemos mantenido a Jaghatai Khan sumido en la ignorancia. No sabe nada de las atrocidades que se están librando en esta guerra civil y tampoco oye las órdenes de Dorn para que regrese. Sin los Cicatrices y el Gran Khan al lado del Emperador, la victoria del señor de la guerra estará asegurada.

Un murmullo recorrió el grupo. Omegon esperó un momento antes de continuar.

—Los leales al Emperador tampoco podrán utilizar los refuerzos de los Espinos de Regnault, las Doncellas Guerreras del Séptimo Parthenari y los Sables de Uzuran: setenta y dos mil combatientes, todos retenidos en Draconi. A la Legio Cibernética Manípulo Theta-Iota y a la Legio Gigantes de titanes se las supone destruidas mientras atravesaban Scellis-Trevelya.

—Sin duda, se trata de un arma muy poderosa, mi señor.

—Entonces sois conscientes de que no podemos permitir que esta tecnología caiga en manos de nuestros enemigos —insistió Omegon—. Ése es el motivo por el que, a pesar de lo poderosa que es, debemos destruirla. Y por completo.

—Las cargas sísmicas y la reacción crítica en los magnorreactores no pueden causar la clase de destrucción que necesitamos —añadió Auguramus—. Es probable que el propio material con el que se ha construido el mástil de la matriz emisora conserve una presencia residual del immaterium si se mantiene en ciertas configuraciones. Mis cálculos indican que un bombardeo orbital de arrasamiento podría proporcionar una destrucción asegurada, pero incluso con el Beta a nuestra disposición, o con una de las naves del Mechanicum, Tenebrae 9-50 simplemente se haría añicos y esparciría por todo el sistema numerosas pruebas recuperables del mástil de la matriz emisora.

—Tiene que haber algún modo de lograrlo —dijo Setebos, y varios legionarios de la escuadra Sigma asintieron para mostrar que estaban de acuerdo.

—Lo hay —declaró el primarca—. Tenemos que destruir todo el asteroide.

Isidor frunció el entrecejo.

—Creí que estábamos de acuerdo en que eso no era sensato.

—Los demiurgos hacen viajar a estos asteroides en una trayectoria inercial entre estaciones transformadoras —les explicó Omegon—. Sin embargo, si se pudiera aplicar otra fuerza a la roca en mitad de su trayecto, una pequeña desviación no tardaría en ser importante a gran escala. Sobre todo si se pudiera aumentar la velocidad del asteroide.

El primarca y los legionarios volvieron la cabeza al mismo tiempo para mirar a la psíquica adormilada.

—La fuerza suficiente para cambiar la trayectoria de la roca y lanzarla con la base, el mástil y todo lo demás en dirección a una estrella cercana.

Xalmagundi estaba demasiado atontada por el collar amortiguador psíquico como para hacer ninguna objeción, y los miró a todos con una expresión cínica y adormecida a través de la representación fantasmal del asteroide.

—Nunca he… manejado algo… de ese tamaño —musitó.

—Entonces es que todavía no has puesto a prueba el verdadero alcance de tus poderes, pero por lo que me han contado, estoy impresionado. Y eso fue teniendo que vencer a la gravedad y a la fricción atmosférica.

—¿Cuál será la ruta de salida? —le preguntó Setebos al primarca.

—Sí —intervino Vermes—. Hacer rodar al asteroide hasta que choque con 66-Zeta Octiss es una solución muy elegante para nuestros problemas, pero eso significa que tendremos que realizar una evacuación bastante precipitada.

—El Upsilon estará anclado justo fuera del alcance de los sensores —le explicó el primarca—. He puesto al capitán Ranko en persona al mando de nuestra extracción del asteroide. Partirá de la nave con los mejores guerreros de su escuadra Lernaean en cuanto comencemos nuestra misión y nos evacuará de la superficie de Tenebrae en la Thunderhawk Chimerica.

Isidor hizo un gesto de asentimiento antes de mirar a su sargento. Ambos parecieron satisfechos.

Omegon echó un vistazo a su cronómetro y se puso en pie. Todos los legionarios y los agentes se levantaron también. El hololito parpadeó y se desvaneció.

—Tenemos mucho que preparar y poco tiempo para hacerlo —les comunicó el primarca—. Antes de que nos marchemos quiero deciros algo: comprendo el conflicto en el que se pueden encontrar vuestros corazones. Uno late por el deber que tenemos que cumplir, mientras que el otro sufre por los hermanos de nuestra legión que serán sacrificados. Pero estamos inmersos en una guerra civil. Es una época de confusión y de cambio de lealtades. Tenemos muchas cabezas, pero actúan como una sola, una legión con una única voluntad. Somos la unión de los que nos parecemos y de los que pensamos parecido. No toleraremos la traición. No permitiremos que nuestra unión se rompa. No permitiremos la cortedad de miras de nuestras legiones hermanas, ni la mirada altiva del amplio Imperio. Somos la Legión Alfa, y nosotros miramos a lo lejos, al futuro.

Los legionarios allí reunidos se golpearon la placa pectoral con el puño a modo de saludo.

—Sin embargo, como miembros de la Legión Alfa, se espera de vosotros que seáis capaces de pensar por vosotros mismos. Si hay alguien aquí que quiera librarse de esta responsabilidad, si hay alguien aquí que crea que bajo estas terribles circunstancias no puede imitar los actos de la Hidra, si elige no ser la piedra amoladora en la que se afila la legión, no sufrirá castigo ni reconvención alguna. Podrá marcharse sabiendo que hay otros que serán los guardianes de sus hermanos, y podrá esperar a que se acabe esta misión en la lanzadera del Upsilon antes de volver al servicio activo.

Omegon recorrió con la mirada la fila de rostros idénticos en busca de algún indicio de duda o de recelo, pero lo único que vio fue la determinación y la sangre fría en sus ojos árticos.

—Hermanos: Hydra Dominatus.

—Hydra Dominatus —repitió Setebos, y el resto de la escuadra lo repitió también.

—Así pues, dejemos que nuestros enemigos vean la fruta caída del árbol, tibia y tentadora bajo el sol de la tarde —declaró el primarca—. Y seamos nosotros la serpiente oculta que se encuentra debajo, lista para atacar.