TRES

TRES
El estrecho espacio situado sobre la pilastra de navegación apenas podía albergar a los cuatro navegantes. Lo que el primarca había pedido requería un conjunto de circunstancias muy específico. Fiana y sus compañeros navegantes reconocieron cada uno un tramo de la disformidad en busca de la conjunción de corrientes necesarias para hacer virar a la Razón Invencible lo más rápidamente posible hacia la nave fantasma. Todos los demás preparativos estaban ya listos; la compañía de astartes de la nave estaba preparada para la potencialmente devastadora entrada al espacio real, mientras que Fiana había advertido a sus compañeros del efecto nocivo que podía tener en sus mentes.
—Tengo algo —avisó Ardal Aneis, uno de los hermanos menores de Fiana—. Un promontorio contranebuloso en el lado de babor.
Fiana dirigió su mirada artificial en la dirección que Aneis había mencionado y vio lo que había llamado su atención. Tres corrientes de disformidad, una muy fuerte, las otras dos más débiles pero aproximándose la una a la otra en ángulos cerrados, se unían para crear un remolino tridimensional. El flujo de salida se curvaba hacia la trayectoria de la barcaza de guerra y se cruzaba con un pozo hueco que se derramaba lentamente de regreso a la Corriente de Nhyarin.
—Capitán Stenius, por favor dirija el control de navegación principal hacia mi panel de mando.
La recogida de las comunicaciones zumbaba en las temblorosas manos de Fiana, y ella evitó con firmeza las miradas preocupadas que se veían en los ojos de sus compañeros navegantes. Recibió una señal afirmativa de Stenius y unos segundos después la pantalla que tenía bajo su brazo izquierdo parpadeó al activarse. Un subprograma de diagnóstico se desplazó rápidamente a través del vidrio de color verde pálido y luego la pantalla se quedó completamente oscura.
La voz de Fiana se convirtió en un susurro a medida que tecleaba la maniobra necesaria para conducir la nave hacia el centro del promontorio.
—Recuerda el orgullo de la Casa Ne’iocene.
No se oía nada en la disformidad. Ni la presión de la marea ni de la inercia golpeaban el metal y el ferrocemento, pero aun así Fiana era capaz de sentir la torturada mole de la Razón Invencible cuando el campo Geller se realineó y empujó a la barcaza de batalla de un extremo a otro del remolino de energía de disformidad. Fiana se sintió mareada durante un momento cuando su otro sentido se tambaleó mientras a su alrededor las corrientes enfrentadas del promontorio psíquico colisionaban entre sí como las mandíbulas babeantes de una inmensa e inmaterial bestia.
Kiafan, el más joven de los hermanos de Fiana, cayó de rodillas junto a la jefe de los navegantes y vació todo el contenido de su estómago en el suelo entre jadeantes rugidos de dolor. Fiana no hizo caso de la distracción y tecleó otra instrucción en su tableta de runas. El barco se colocó en una franja de energía psíquica durante varios segundos antes de elevarse, impulsado por el promontorio como un grano de arena atrapado en la estela de una ballena que saliera a la superficie del mar.
Fiana apretó los dientes e hizo un ajuste final de la trayectoria, lo que la obligó a mirar hacia los hilos de energía desenrollados que se desplegaban ante ella. Ancló el campo Geller al más fuerte y luego apartó a un lado a sus compañeros para desplomarse sobre la única silla que había en la habitación.
—Capitán, ya navegamos por el nuevo rumbo —dijo exhausta a través del comunicador.
Se estabilizó y buscó la mota flotante de energía que era la huella de la otra nave en la disformidad. La localizó un poco más adelante, aproximándose rápidamente. No había tiempo que perder. Incluso desde su previsto estado de desaceleración, los motores de disformidad tardarían varios minutos en alcanzar la máxima potencia. Un poco más de tiempo y estarían justo encima de su nave fantasma y sus campos Geller se fusionarían. El efecto de efectuar una traslación tan cerca de otra nave podría suponer la destrucción para ambos.
—¡Inicie la traslación ya, capitán! ¡Active los motores de disformidad!
Corswain trató de seguir el ejemplo impuesto por su primarca y se mantuvo inmóvil en la galería superior del estrategium de la Razón Invencible, justo detrás y a la izquierda del hierático León. Al otro lado del primarca estaba el hermano redentor Nemiel. El capellán llevaba un casco con una calavera por rostro, de modo que no se veía su expresión ya fuera de interés o contrariada. Las órdenes de lady Fiana no ayudaron a aplacar la intranquilidad de Corswain y provocaron que la tripulación del puente de mando entrara en una actividad frenética. Los ayudantes de navegación se movieron rápidamente de un puesto de control a otro bajo el brillante resplandor de sus pantallas, donde supervisaban las emisiones de salida de energía y los umbrales de seguridad mientras los reactores de plasma de la barcaza de guerra elevaban un ciento por ciento la potencia de impulso como preparación para la activación del motor de disformidad.
Corswain apretó los dientes a medida que sentía una indefinida presión creciendo en el interior de su cráneo. No fue como la conmoción de una onda de choque o como la atracción que se siente al hundirse, sino que fue más parecido a un contenedor que se iba llenando lentamente, que había alcanzado su capacidad y que, sin embargo, aún no había reventado. El sufrimiento estaba tras sus ojos, mental, no físico. Aparte de la dislocación que provocaba la teletransportación y que estremecía todo el cerebro, era la sensación más desagradable con la que se había encontrado jamás en todos sus largos años de servicio en la legión.
Una mirada al León le confirmó que si el primarca sufría las mismas molestias que sus hermanos, no demostraba ningún signo externo de ello. El comandante de la I Legión se puso en pie con las piernas separadas, los brazos cruzados sobre la coraza pectoral, y la mirada fija en las múltiples pantallas que componían la pared de la pantalla principal. Los ayudantes que trabajaban más abajo interactuaban como partes orgánicas de un complejo aparato cuyo eje principal era el capitán Stenius en el trono de mando. Pregunta y respuesta, informe y orden, todo fluía a través del capitán del barco, quien dirigía todo ese esfuerzo con respuestas bruscas y órdenes secas.
Corswain no fue capaz de imaginarse los pensamientos que ocupaban la mente de Stenius en ese momento. Una traslación en la disformidad resultaba bastante difícil en condiciones óptimas, y las condiciones en las que se encontraban distaban mucho de ser perfectas. Al mirar de nuevo al León, Corswain se dio cuenta de que el primarca había desviado su atención del vacío gris a las pantallas de Stenius.
Era imposible descifrar el significado real de la inescrutable mirada del primarca, pero eso no le impidió a Corswain especular, ocupar su mente con tales pensamientos inútiles con el fin de evadirse del momento que seguía en el que la realidad y la irrealidad colisionarían y todos ellos podrían quedar borrados de la existencia.
Los comentarios del León referentes a Stenius le interesaban a Corswain por dos aspectos. Primero, se preguntaba qué sería lo que a él se le había pasado por alto y que el primarca había logrado ver gracias a su intuición. Corswain fue, al menos hasta el momento que se reunieron con Luther y el resto de la legión de Caliban, la mano derecha del primarca. Era su deber predecir las órdenes y actos de su señor antes de que necesitaran la atención del León. Si había alguna faceta de la forma de ser de Stenius que había pasado por alto, Corswain decidió que no estaba cumpliendo adecuadamente con sus obligaciones.
Frente a todo esto estaba la preocupación de que no hubiera nada raro en el comportamiento de Stenius, lo cual no era un buen presagio para el actual estado mental del León. Desde que estuvo en Tsagualsa, el primarca había meditado incluso más de lo que Corswain estaba acostumbrado. Su señor no le había contado nada de lo que lo preocupaba, sólo hablaba de la campaña que estaban librando contra los Amos de la Noche, pero hasta estas conversaciones estaban teñidas de una nueva determinación que rayaba en un ansia de victoria que Corswain no había visto en el León desde los primeros días de la cruzada. El roce del senescal con la muerte obligó a Corswain a reconocer sus propios defectos y hacerse cargo de sus obligaciones con gran esfuerzo; tal vez el primarca sintió lo mismo.
—Traslación de disformidad dentro de diez segundos.
El monótono discurso de Stenius atravesó los incoherentes pensamientos de Corswain. Apretó los puños, ya que sabía lo que sucedería a continuación. El León dio un paso hacia adelante, se agarró a la barandilla con ambas manos mientras miraba a Stenius con los ojos entrecerrados. El primarca abrió un poco la boca, como si estuviera a punto de hablar. No dijo nada y movió ligerameme la cabeza. Tenía los labios apretados.
—Comienzo de la traslación al espacio real.
Ésta era la parte que más odiaba Corswain, una sensación muy parecida a la incorpórea sacudida del teletransporte. Durante un interminable momento, la Razón Invencible estuvo atrapada entre dos dimensiones, sobre el precipicio de lo material y lo inmaterial, como un vagabundo en una encrucijada del destino. Un momento antes navegaba a la deriva sobre las mareas de la disformidad, encerrada en el interior de una burbuja de realidad conservada intacta por su campo Geller. Un instante después se encontraba en el verdadero universo, arrancado de las corrientes antinaturales, y la realidad creada por el campo Geller hizo implosión a medida que el espacio real envolvía la nave.
La cabeza le dio vueltas a Corswain durante unos cuantos segundos, aturdido por una sensación de irrealidad, ya que su alrededor parecía desfasado, inconexo y frágil.
La sensación pasó y dejó un leve palpitar tras los ojos de Corswain.
El León ya estaba dando órdenes para que se pusieran en funcionamiento los escáneres de corto alcance, ansioso por comprobar si su plan había funcionado y la nave fantasma había sido arrastrada por la peligrosa maniobra.
—Toda la potencia a los augures locales y a los barridos de banda ancha de auspex —dijo el primarca, acercándose hacia la amplia escalera que conducía a la sala principal del estrategium—. Redirigid la señalización de largo alcance y los sensores hacia los escáneres de las redes de comunicación. ¡Encontradme esa nave!
Los sistemas de la Razón Invencible rastrearon el espacio circundante durante siete minutos. Corswain y Nemiel habían seguido a su primarca hasta la planta principal, y allí se unieron al capitán Stenius, que había cedido su posición de mando directo al León. Nadie pronunció ni una sola palabra durante esos siete minutos, mientras los técnicos del escáner trabajaban incansablemente para tratar de determinar si el plan había tenido éxito.
—Contacto identificado con una nave de las Legiones Astartes, mi señor —anunció uno de los asistentes del estrategium—. Veintidós mil kilómetros desde la proa, a estribor. Se trata de un crucero ligero de la clase Eclipse. Amos de la Noche. Transmiten como la Sombra Vengativa.
—Monitorizamos las fluctuaciones del campo de la disformidad, mi señor —dijo otro asistente—. Transfiriendo a la pantalla principal.
La pantalla más grande del estrategium se activó y quedó cubierta por un amplio campo de estrellas. En la esquina inferior de la derecha, una corona de luz en movimiento dibujaba la silueta del crucero ligero enemigo, atrapado en un torbellino entre el espacio real y la disformidad.
—¡Todo a estribor, treinta grados, plano abajo doce grados! —gritó el León después de hacer los cálculos de navegación en tan sólo un par de segundos; incluso con la ayuda de un cogitator trigonométrico, Stenius hubiera tardado al menos dos minutos en calcular la dirección exacta requerida—. Torpedos preparados, tubos tres y cuatro. Que los pilotos se dirijan a las Thunderhawks y los Stormbirds.
Las órdenes del primarca resonaron a través del estrategium y pusieron en movimiento a los equipos de oficiales y funcionarios. Mientras se llevaban a cabo estas nuevas instrucciones, el León cruzó la sala y se dirigió hacia los paneles de control Stenius se colocó detrás de él.
—Mi señor, una salva completa de torpedos tendrá muchas más posibilidades de destruir al enemigo.
—No quiero acabar con ellos, capitán. Capturaremos la nave y nos apoderaremos de la tecnología que han usado para seguirnos hasta aquí. Estoy introduciendo los códigos de orientación de los torpedos; no fallarán.
—Por supuesto que no, mi señor —asintió Stenius, dando un paso hacia atrás; sólo el tono de su voz delataba su disgusto.
—Solicito permiso para dirigir los equipos de abordaje, mi señor —dijo Corswain.
—Denegado, hermano. —El primarca no levantó la mirada mientras sus dedos bailaban sobre las teclas de runas del panel principal de armamento—. Inmovilizaremos la nave y yo mismo dirigiré el ataque.
—No creo que ésa sea una buena idea, mi señor —insistió Corswain, desafiando a su primarca—. Las interferencias de la disformidad que rodean la nave enemiga son bastante inestables. La nave podría ser arrastrada de nuevo a la disformidad mientras estáis a bordo.
Los dedos del León dejaron de teclear por un momento y el primarca se incorporó. Corswain se preparó para recibir una reprimenda.
—Denegado, hermano —repitió el León, y continuó con su trabajo—. Te necesitaré a bordo de la Razón Invencible.
Corswain automáticamente miró a Stenius, adivinando las intenciones de su primarca. La desconfianza del León seguía allí.
—El hermano redentor Ne…
—No es un oficial con nivel de comandante, hermano. —Las palabras del León fueron cortantes pero no duras. Acabó su tarea y se volvió hacia Corswain, y sus profundos ojos de color verde perforaron el cráneo del senescal—. Permanecerás a bordo, Cor. A menos de que haya otra razón por la que no debería ser así.
—Torpedos apuntados hacia el objetivo, mi señor —informó un técnico de armamento, lo que obvió cualquier respuesta que Corswain pudiera dar, aunque no tenía ninguna—. La trayectoria de fuego se ha trazado según vuestros cálculos.
—Lanzamiento de torpedos cuando nos encontremos en un ángulo óptimo —ordenó el León—. Motores a máxima potencia hacia el enemigo.
—Sí, mi señor —contestó Stenius. Activó el sistema de comunicación interno y repitió la orden a los tecnomarines situados en las salas del reactor.
—Tubo tres en marcha. Lanzando tubo tres. Tubo cuatro en marcha. Lanzando tubo cuatro.
Las palabras salieron de forma automática de la rejilla bucal de un servidor semihumano conectado con una maraña de cables al puesto de control de armamento. La demacrada figura era poco más que un torso y una cabeza que sobresalían de un panel de mandos cilíndrico, con los ojos cerrados con grapas y las orejas reemplazadas por grandes receptores auditivos con forma de antenas.
En la pantalla principal, la nave de los Amos de la Noche, zarandeada y en problemas por la maniobra, estaba justo a proa, y la andanada de los dos torpedos se dirigía a gran velocidad desde la barcaza de guerra hacia su objetivo.
—Veintitrés segundos para la separación del torpedo. Veintisiete segundos para el impacto —gritó el servidor de armamento.
Las ardientes unidades de plasma de los torpedos ya eran otro brillante par de estrellas que destacaban contra el telón de fondo de la galaxia desvaneciéndose poco a poco en la distancia.
—Mi señor, tengo a lady Fiana solicitando permiso para establecer contacto a través de las comunicaciones internas —dijo un ayudante.
—Envíela a los altavoces —contestó el León, que regresó a grandes zancadas a través del estrategium para colocarse al lado del trono de mando.
—La nave de los Amos de la Noche está haciendo algo raro con los motores de disformidad —informó la navegante a través del sistema de dirección interno.
Corswain vio que el primarca fruncía el ceño al oír su lenguaje impreciso.
—Procura ser más concreta, lady Fiana —dijo el León—. ¿Qué puedes ver?
—Perdonad mi imprecisión, alabado primarca. Es difícil describirlo para alguien que sólo posee una visión normal. Hay algo, algunas… cosas que se mueven en el campo Geller que rodea a la nave enemiga. Da la impresión de que unos fragmentos del espacio disforme se encontraran en realidad dentro de la nave, pero eso es imposible.
—He oído esa palabra con demasiada frecuencia últimamente —replicó el primarca—. ¿Qué importancia tiene eso para nosotros?
Antes de que Fiana pudiera responder, la atención del León se desvió hacia otro lugar.
—Mi señor, la nave enemiga está dando la vuelta, tratando de liberarse de la grieta de la disformidad. Se están acercando rápidamente a nuestra posición.
—Detecto un nuevo mensaje, mi señor.
Los dos informes llegaron casi al mismo tiempo, y el León dudó por primera vez desde que llegó al estrategium, sin saber a qué información responder primero. La pausa sólo duró lo que dura una fracción de un latido de corazón antes de que tomara una decisión.
—Ajustad la trayectoria en dos puntos a babor y preparad las baterías de estribor —ordenó el primarca—. Descifrad el mensaje y transferidlo a los altavoces principales.
El aire se llenó de silbidos estáticos durante varios segundos mientras los sistemas automáticos de descifrado descodificaban la nueva transmisión.
Lo que se oía por los altavoces sonaba como el incomprensible silbido de una serpiente, cada sílaba era pronunciada con desprecio. Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro del León y miró a Corswain.
—Nunca me interesé mucho por el lenguaje nostramano, Cor. Tú lo has estudiado, lo sé. Dime, ¿qué dicen? No creo que estén pidiendo clemencia.
—Os felicitan por el truco que los ha arrastrado hacia la luz, pero el resto no han sido más que amenazas sin sentido. Dicen que llegará el día de nuestro castigo en Slathissin y que todos tendremos que enfrentarnos con nuestro destino.
—No recuerdo ningún sistema llamado Slathissin, ni en Thramas ni en ningún otro lugar —comentó el León.
—Es una referencia a su pasado bárbaro, mi señor —explicó Corswain—. Es el infierno más profundo, donde las almas de los caídos imponen venganza sobre aquellos que los agraviaron, reservado a los traidores, parricidas o cosas peores.
—No existe tal lugar, sus amenazas son vanas —intervino Nemiel, quien habló por primera vez desde su llegada al estrategium. Miró a Corswain a través de las lentes de su casco en forma de calavera, con la expresión permanentemente oculta—. No hay ningún infierno, y no existen tales cosas como las almas.
Segundos más tarde, unas carcajadas que rozaban la locura sonaron a través de la transmisión.
—Estás equivocado, hijo de Caliban. Muy equivocado. Como pronto descubrirás. Slathissin tiene abiertas sus puertas para todos vosotros.
—No tengo ninguna orden que transmitir —dijo el León—. ¡Cortad ya la transmisión!
—Aun así tenemos oídos, glorioso León.
—No estamos transmitiendo ninguna señal —confirmó uno de los asistentes de comunicaciones.
—Mi espada espera a tu garganta, infiel. Soy Nias Korvali, y en la última medianoche tendré una sangrienta venganza.
Uno de los técnicos que vigilaba los monitores de seguimiento lanzó un grito, sólo unos segundos antes de que una sirena automática sonara a través del estrategium.
—¡La nave enemiga está activando sus escudos de vacío y los motores de disformidad, mi señor! —dijo alguien con un grito de pánico.
—Qué locura —murmuró Nemiel—. La reacción provocada por los campos de vacío los destrozará.
—¡Cohetes de maniobra, todo a babor! —gritó el León—. Esa misma reacción creará una ola en la grieta de la disformidad, destruyéndola. ¡Activad el campo Geller, preparaos para una traslación imprevista!
—Torpedos separados. —La monótona declaración del servidor detuvo la actividad. Corswain miró a la pantalla principal, lo mismo hicieron el León, Stenius y algunos otros.
Se vio un breve parpadeo cuando los propulsores se activaron y los torpedos lanzaron sus múltiples cabezas nucleares contra la nave de los Amos de la Noche. Como si fuera su respuesta, la mancha multicolor que rodeaba la nave contra la que iban a impactar brilló de forma violenta, y varias oleadas de energía caleidoscópica surgieron de la grieta de la disformidad como llamaradas iridiscentes.
El crucero ligero parecía replegarse sobre sí mismo, y la implosión liberó otra ráfaga de energía de disformidad cuando sus escudos de vacío intentaron devolver la energía psíquica en estado puro a la misma disformidad, lo que creó un bucle que se alimentó de la brecha entre los dos universos. Corswain estaba mirando a la nave enemiga en el centro de un arco iris circular en constante movimiento, y al siguiente momento toda la pantalla estaba llena de líneas onduladas y espirales de energía de disformidad palpitante. Entonces se dio cuenta de que el emplazamiento de esa energía no se encontraba en la pantalla, sino en el aire, a todo su alrededor.