ALFA

aquila

ALFA

Operatus Cinco-Hidra:

Tiempo transcurrido Ω1/-806.44//XXU

Crucero de ataque Upsilon,

XX Legión

—Todo se desarrolla de acuerdo con los deseos del primarca, mi señor.

—Y a pesar de ello, me siento inquieto —le contestó Omegon.

El poderoso guerrero paseó por el oratorium en penumbra, y recorrió con atención experta los planos y diagramas que se veían en las paredes y en las placas de datos situadas sobre la redonda mesa central. Ursinus Echion se encontraba delante de él pero de forma virtual, como un fantasma hololítico.

—El centro de transmisiones Tenebrae 9-50 es una prioridad táctica, hermano. Es mucho lo que depende del funcionamiento continuado de la tecnología.

Se sentó en uno de los tronos de la cámara. Colocó los codos en los reposabrazos y unió la punta de los dedos en un gesto reflexivo.

—¿Entiendes mi preocupación?

—Por supuesto, lord Omegon —le contestó el Echion translúcido.

Omegon siguió pensativo. Echion ya no llevaba puesta la túnica del Librarius, y en vez de eso había preferido vestirse con los ropajes de un legionario normal de cualquier compañía. Al ser uno de los psíquicos superiores de la legión, había sido la elección obvia para supervisar la operación relativa a la nueva tecnología del empíreo, aunque su condición de bibliotecario se había mantenido en secreto.

—Entiendes mi preocupación —repitió Omegon—, pero ¿la compartes?

Advirtió que un destello de duda cruzaba el rostro hololítico del bibliotecario. La tentación de mentir. La decisión de no hacerlo.

—El mástil de la matriz emisora se ha construido siguiendo con toda exactitud las especificaciones —admitió Echion—. Está funcionando de un modo satisfactorio.

—Dime lo que piensas —le ordenó Omegon—. Como deben hacer todos los de nuestra vocación.

—Esta tecnología es tan antigua como alienígena —dijo Echion al cabo de unos momentos—. Si el diseño para su construcción y la orden de realizar el proyecto no procedieran directamente del propio Alpharius en persona, habría pensado que se trataba de un proyecto… equivocado.

—Tu vigilancia y tu desconfianza son de mucha utilidad para la legión —le aseguró Omegon—. A mí me disgustan tanto como a ti los alienígenas y sus métodos despreciables, hermano, pero la hidra ataca con múltiples cabezas, y debemos admitir la variedad antes que los prejuicios, por muy natural que nos resulte esa aversión que sentimos. Lo sabes muy bien, Echion.

—Por supuesto, lord Omegon.

—Y como muy bien has dicho, es el deseo expreso del primarca.

—Así es.

—Sin embargo, tienes razón en lo de ser cauto. ¿Habéis tenido dificultades?

Una vez más, Echion sopesó la sinceridad frente a la prudencia, frente a la prudencia de la sinceridad.

—De vez en cuando tenemos problemas para conseguir esclavos psíquicos. A veces esto nos ha llevado a enfrentarnos con las Hermanas de Silencio y sus naves negras. Nada de lo que no se puedan encargar mi legionarios, por supuesto.

—¿Acaso eso te supone un problema, hermano? ¿Tratar de ese modo a los que son como tú?

Echion pensó la respuesta.

—La tecnología es… exigente y agotadora. Todos tenemos una función que cumplir. Los que son como yo, tal y como lo habéis expresado, deben cumplir la suya, lo mismo que la legión cumple la suya.

—Muy cierto —respondió Omegon, mostrándose de acuerdo—. ¿Hay algo más? ¿Qué sabemos de nuestros aliados?

—Los Espartocidos del Geno Siete Sesenta son unos centinelas un tanto impacientes, pero cumplen sus deberes de forma impecable. En cuanto al Mechanicum… —El bibliotecario hizo una pausa—. El artífice del empíreo Auguramus es un individuo… difícil. Yo superviso la operación relativa al mástil de la matriz emisora, pero él es el responsable de las tareas de mantenimiento. Se comporta de un modo innecesariamente cruel con los esclavos e interpreta las órdenes que recibe de un modo… ¿cómo lo diría?, de un modo creativo. Sospecho que sabe más sobre el funcionamiento de esa tecnología de lo que él o su gente están dispuestas a admitir.

—Eso suena a que puede ser un problema.

—Sabe que es esencial en la operación Tenebrae, así que se toma ciertas libertades. Probablemente sólo sea cosa mía. Es que no me gusta.

—Cualquiera haría mal en tomarse ciertas libertades con la Legión Alfa —comentó Omegon con frialdad. Se levantó del trono y comenzó a pasear de nuevo por el oratorium—. Maese Echion, la tarea que has cumplido en Tenebrae ha sido excelente hasta el momento, y quiero que siga así. Me da la impresión de que te vendrían bien otro par de ojos para ayudarte en tus funciones.

—Si pensáis que es necesario, mi señor… —le contestó Echion—. ¿Tenéis información sobre algún peligro que amenace a la operación?

—Directamente no, pero tanto nuestros aliados como nuestros enemigos han aprendido mucho sobre nosotros. No tenemos que protegernos sólo de los espías del Emperador que se encuentren entre nosotros, también el señor de la guerra tiene sus métodos diabólicos. Jamás deberíamos subestimar la amenaza de los alienígenas, y además, por supuesto, debemos mantener la fidelidad de nuestros amigos. Los agentes se pueden comprar, pero aquellos que comparten nuestro camino también pueden perder la orientación.

—Por supuesto.

—Por eso debo pedirte que me envíes las especificaciones cifradas de la seguridad y las defensas de la base Tenebrae —añadió Omegon.

Echion alzó una ceja.

—Es el comandante Janic quien se encuentra al mando de la seguridad de la base…

—Pues entonces necesito que él me las envíe. Los planos de las instalaciones, la lista de tropas que tienen a su disposición y los detalles sobre la rotación de la guarnición. Con eso debería bastar para empezar.

Echion hizo un gesto de asentimiento.

—¿Qué tenéis pensado hacer con esa información, mi señor, si no os importa que os lo pregunte?

—Me servirá para ayudarte, maese Echion. También me ayudará para decidir dónde se encuentran los puntos débiles y qué otros recursos puedo poner a tu disposición para asegurarnos la continuidad y la seguridad de este proyecto, uno de los más importantes de la legión.

—Os agradezco vuestra preocupación y vuestras atenciones, mi señor Omegon.

El primarca permaneció de pie aliado de la portilla ojival de cristalcero.

Se quedó mirando al vacío del espacio, frío y eterno.

—Pero me da la impresión de que queda algo más —dijo con voz ausente—. Algo que todavía me tienes que contar en confianza, hermano. Algo que va más allá de estas preocupaciones mundanas. —Volvió la cabeza y vio la expresión de incertidumbre en el rostro de Echion—. Quizá tu don te ha proporcionado alguna clase de visión especial, algo que te provoca esta infelicidad.

El bibliotecario inclinó levemente la cabeza.

—¿Puedo hablar con total libertad, mi señor?

Omegon siguió mirando por la portilla.

—Siempre.

—Se trata del mástil emisor. El éter se encuentra en un estado de calma como jamás he conocido. Lanzo mi mente al exterior y mis pensamientos viajan hasta muy lejos, como una piedra que rebota sobre la superficie tranquila de un estanque calmado.

—Continúa, hermano.

—Siempre he tenido el don de la visión interior. Lo que el bibliotecario jefe llamaba la «premonición». Es algo útil en mitad del caos de la batalla: atisbos momentáneos de espadas antes de que golpeen y de rayos láser antes de que ni siquiera los hayan disparado contra mí.

—Posees habilidades prescientes —le confirmó Omegon con voz tensa.

—Sí, mi señor.

—¿Se ven incrementadas en presencia de esta abominación alienígena?

Echion tuvo cuidado a la hora de elegir las palabras.

—Fluyen con mayor libertad, procedentes de un origen en calma.

—¿Y qué es lo que ves?

—El futuro, mi señor. Terrible y cierto.

—¿El tuyo?

—El de la legión.

—¿Y…?

—Me temo que hemos tomado alguna decisión equivocada, mi señor —continuó el bibliotecario con expresión dolorida—. O que pronto lo haremos. La senda que recorremos ahora mismo nos conduce a un lugar oscuro.

Omegon asintió. Comprendía muy bien lo que Echion le decía.

—¿Has hablado de esto con alguien más? —quiso saber.

—Por supuesto que no —le aseguró Echion—. Los miembros del Librarius quedamos disueltos de forma oficial salvo para las necesidades de misiones y tareas muy específicas. Los legionarios que se encuentran bajo mi mando no conocen mi don.

—¿Qué hay de tu antiguo superior, el jefe bibliotecario?

—No. Sólo os lo he contado a vos, lord Omegon.

—Y yo te he escuchado, hermano. No dudo de tus habilidades, incrementadas en estas circunstancias especiales. Sin embargo, me temo que captas el viaje pero no divisas el destino del mismo. Confía en lo que te voy a decir: existen muchos futuros, muchas eventualidades, y son muchas las sendas que puede tomar la Legión Alfa. El fallo de nuestros enemigos es ver sólo lo que se les presenta de un modo claro y evidente. Su derrota es estar ciegos ante nuestros múltiples métodos. No cometamos el mismo error. Puedes tener por seguro que Alpharius conoce la existencia de la oscuridad que has presenciado y ha visto la luz que se encuentra al otro lado. Si nos mantenemos fieles los unos a los otros, fieles al propósito para el que todos fuimos creados y a los principios sobre los que se fundó esta legión, encontraremos juntos la luz. Lograremos la iluminación interior. Conseguiremos la victoria definitiva.

Echion inclinó la cabeza.

—Os agradezco la confianza que me habéis mostrado, mi señor.

—Y yo la tuya, maese Echion. Espero en breve la llegada de la transmisión con triple codificación del comandante Janic. Y ahora, si me perdonas, tengo otros asuntos de gran importancia que atender.

—Por supuesto. Hydra Dominatus, Lord Omegon.

—Hydra Dominatus.

La imagen hololítica chasqueó unas cuantas veces al convertirse en un borrón de estática sobre la placa de emisión, y luego se apagó por completo. La figura de Omegon quedó enmarcada por la profunda oscuridad de la portilla de observación.

Una voz surgió de las sombras.

—Echion va a ser un problema.

Sheed Ranko surgió de la parte posterior de la cámara y rodeó la placa hololítica. Era un guerrero enorme, casi tan grande como el propio Omegon, y capitán de la escuadra exterminadora Lernaean, además de comandante del crucero de ataque Upsilon. Era un combatiente experimentado dotado de una excelente visión táctica, y había estado junto a los dos primarcas gemelos desde las primeras conquistas irregulares de la legión durante la Gran Cruzada.

—Lo digo en serio. Echion va a ser un problema —insistió.

—O la solución a un problema —respondió Omegon, pensativo.

Ranko se reunió con él al lado de la portilla de observación.

—Por mucho que me guste quedarme sentado escuchando tus informes de situación, supongo que has honrado al Upsilon con tu presencia porque hay algo que necesitas —le dijo el capitán.

Omegon esbozó una breve sonrisa.

—Un favor. El consejo de un viejo amigo. Nada que no hayas hecho por mí un millar de veces ya.

—Siempre te serviré —le respondió Ranko.

El capitán se sentó en uno de los tronos que rodeaban la mesa de obsidiana y con un gesto invitó al primarca a que hiciera lo mismo.

—¿Dónde está Alpharius?

—Está de regreso, después de asistir a un consejo de guerra con el señor de la guerra —le contestó Omegon con sinceridad—. Está reuniendo la flota. Creo que el Upsilon no tardará en recibir nuevas órdenes.

—¿Estás aquí en su nombre? —quiso saber Ranko.

—Por su propio interés, sí.

—Entonces, ¿qué puedo hacer por vosotros y por la legión?

—Sheed, antes de que te lo cuente, necesito que entiendas muy bien una cosa —le dijo Omegon mirándolo fijamente a los ojos—. Las operaciones de la legión siempre requieren un cierto grado de secretismo y de discreción.

—Sí.

—Ésta irá mucho más allá en ese sentido —se limitó a decir Omegon.

—Me parece bien —contestó Ranko, pero con cierta curiosidad en la voz—. ¿Quieres contarle a un viejo amigo de lo que se trata?

—Estoy organizando una operación muy confidencial.

—Todas las operaciones de la Legión Alfa son confidenciales.

—Pero ninguna más que ésta —le explicó Omegon en voz baja—. Porque nos vamos a infiltrar en nuestra propia legión.

Ranko lo miró fijamente con expresión ceñuda.

—Nadie conoce la legión mejor que tú —continuó diciendo el primarca—. Nadie posee tu experiencia operativa a lo largo de tantos escenarios de combate. Has visto a muchos de sus legionarios cumplir su deber bajo fuego enemigo. Todos los guerreros de la Legión Alfa son excepcionales, pero necesito legionarios no sólo con un talento específico, sino también con una disposición muy concreta. Todo se va a volver muy… confuso.

—Quieres que te haga algunas recomendaciones —declaró con voz cargada de pragmatismo. Ya no era el guerrero con ingenio y encantado de ver a un viejo amigo. Su actitud había cambiado por completo—. Me ayudaría conocer algunos detalles sobre la operación para determinar con exactitud lo que necesitas.

—Los tendré dentro de poco —le aseguró Omegon.

Ranko desvió los ojos un momento y los fijó en la placa hololítica, y luego volvió a mirar al primarca.

—¿Vas a atacar la instalación Tenebrae?

Omegon hizo un gesto de asentimiento.

—Mis informadores y mis intercepciones telepáticas han descubierto una filtración.

—¿Dentro de la legión?

—Sí. Una serie de datos y de información confidenciales relativos al despliegue de nuestros legionarios y nuestros agentes, y en ambos lados del conflicto.

—No me lo puedo creer —exclamó Ranko—. Quiero decir, lo creo, obviamente. Me refiero que, ¿cómo es posible?

—Estamos inmersos en una guerra civil —le recordó Omegon—. Hay agentes en las legiones leales al Emperador que en secreto le suministran información táctica y estratégica al señor de la guerra. ¿Por qué no puede ocurrir a la inversa?

Ranko no salía de su asombro, atrapado entre la decepción y la incredulidad.

—Porque nosotros somos la Legión Alfa, mi señor.

—Un hecho del que soy muy consciente y que me causa pesar —le respondió Omegon con un suspiro—. Por supuesto, he vigilado la situación con la esperanza de poder identificar la fuente de la filtración y eliminarla. Hasta que la seguridad del propio Alpharius se ha visto seriamente comprometida.

—¿Alpharius?

—Se trataba de una reunión de la que se tuvo que retirar de inmediato —le explicó Omegon—. Fueran quienes fueran, ya lucharan por el Emperador o por el señor de la guerra… podrían haber acabado con mi hermano en ese preciso momento y lugar.

—¿Y has rastreado la filtración hasta el Tenebrae?

—Ha sido gracias a un mensaje astrotelepático descifrado parcialmente procedente de la base —le confirmó Omegon—. Horarios y movimientos. Sabían exactamente dónde y cuándo atacar.

—Entonces se trata de Echion.

—Es posible. El sistema Ocriss. Es una de las pocas regiones exteriores que no se ve afectada por las tormentas de disformidad. Ya lo has oído, el mástil de la matriz emisora de la base calma al immaterium. Un mensaje astrotelepático enviado desde allí sería capaz de llegar incluso a la Vieja Terra.

—¿Cómo se lo ha tomado Alpharius?

—Está echando espumarajos, como te podrás imaginar. No tenemos tiempo para investigarlo. La guerra se mueve a un ritmo acelerado. No podemos permitirnos el lujo de estar rastreando esta filtración hasta el enemigo que la recibe, sobre todo cuando lo más probable es que se enteren hasta de que estamos intentándolo. La operación de Tenebrae ha quedado expuesta. Debemos destruir la base para eliminar por completo la filtración antes de que llegue a conocimiento de nuestros enemigos o que incluso las instalaciones caigan en las manos de otra legión.

Ranko puso una mano sobre la mesa.

—Entonces, lo que hace falta son legionarios capaces de infiltrarse en la base de la Legión Alfa y que no duden en cumplir la orden de matar a sus hermanos a pesar de que sepan que muchos de ellos son inocentes.

—Sí.

El capitán se quedó callado unos instantes mientras absorbía la enormidad de la tarea que le habían planteado.

—En ese caso, vas a necesitar a Goran Setebos, de la escuadra Sigma de la Tercera Compañía. Su destacamento fue el responsable de destruir la matriz de avanzada de Mundo Oblonski. Setebos es un tipo bastante frío, incluso para lo normal en nuestra legión, pero si lo más importante es la victoria, entonces hará todo lo que sea necesario.

—¿Dónde está desplegado ahora mismo?

—Creo que está efectuando ataques de interferencia en la 915.ª Flota Expedicionaria.

—Gracias, Sheed —dijo Omegon.

—También vas a necesitar a un psíquico —añadió el capitán—. Y no puedes sacar uno de la legión. Lo más probable es que Ursinus Echion haya tomado parte en su entrenamiento y formación.

—Entonces, ¿un agente externo?

Ranko se encogió de hombros.

—La cuestión es, ¿quién? Vas a necesitar a alguien especial que sea capaz de enfrentarse a Echion. El problema es que, cuanto más especiales son, más peligrosos son para todos los demás.

—No siempre hay que combatir el fuego con el fuego —musitó Omegon y luego lo pensó mejor—. Nada de lectores mentales. Tampoco telépatas. Ya tenemos bastantes problemas con la información que se ha filtrado.

—Estoy de acuerdo.

—¿Tienes alguna sugerencia? —le preguntó el primarca.

—Quizá —admitió Ranko—. Hemos estado descifrando las comunicaciones de las naves negras que mencionó Echion. Hay un nombre que aparece una y otra vez. Una serie sucesiva de unidades de las Hermanas del Silencio han fracasado en la tarea de capturar a una bruja llamada Xalmagundi en el mundo colmena de Drusilla.

Omegon asintió.

—Suena prometedor. ¿Alguna otra idea?

—Echion y el comandante Janic seguro que tienen bien preparadas las instalaciones frente a cualquier ataque —insistió el capitán—. Vamos a necesitar a alguien dentro.

—Ya tengo pensado un candidato para eso —le aseguró el primarca.

Ranko hizo un gesto de asentimiento.

—¿De verdad que hemos tenido que llegar a esto? ¿En nuestra propia legión?

—Con una traición en nuestro seno no podemos dudar —le replicó Omegon—. A los traidores, estén donde estén, hay que eliminarlos de un modo rápido y definitivo. Es necesario realizar sacrificios.

Omegon cruzó el oratorium y tomó un par de cálices de una bandeja. Le ofreció uno a Ranko.

—Gracias por tu ayuda en este asunto, mi viejo amigo. Hay muy pocos a los que habría podido recurrir para algo como esto.

—Como siempre, a tu servicio —le contestó el capitán, al mismo tiempo que alzaba el cáliz para brindar—. Por el éxito de la misión y por los sacrificios necesarios.

Ambos bebieron, y Ranko apartó el borde de la copa de los labios con una expresión pensativa. Se quedó mirando el tondo del cáliz.

—¿Sabes lo que es eso? —le preguntó Omegon.

—Sí —le contestó el capitán tras unos momentos.

—Entonces ya sabes lo que te pido.

Ranko apuró el resto de la bebida.

—Lo que pides de todos nosotros —le respondió el capitán—. Absolutamente todo.