Operatus Cinco-Hydra
Tiempo transcurrido Ω1/-215.65//XXU
Crucero de ataque Upsilon, XX Legión
—Creo que un puñado de bombas de fusión podrían solucionarlo —le dijo Krait a Omegon y a los legionarios allí reunidos—. Queremos un camino de acceso, no derribar los cimientos de la base sobre nuestros cascos con una carga sísmica.
—Eso seguiría sin resolver un montón de otros problemas —lo interrumpió Setebos. Se volvió hacia Omegon—. Mi señor, tan pronto como logremos atravesar el perímetro de la base, la presión atmosférica descenderá y caeremos al vacío. El soporte vital sellará la sección afectada y cerrará los mamparos, dejándonos atrapados en el exterior.
—El sargento tiene razón —aceptó Isidor—. Aunque no hubiera alarmas, que las habrá, todos en la base sabrían que el perímetro había sido atravesado.
Omegon apoyó los codos en los brazos del trono. Con las palmas de las manos juntas colocó los dedos en forma de pirámide.
—Artífice… —dijo el primarca después de un momento—, ¿a qué profundidad están hundidos en la roca los cimientos del mástil de la matriz emisora, y por tanto, también los de la base?
Auguramus activó el microaltavoz y entrecerró los ojos.
—Tan profundamente como lo necesitéis —le contestó el artífice, con una cierta expresión divertida—. Probablemente podría ser conveniente que fueran más profundos, si comprendéis lo que quiero decir. Especialmente con la gran frecuencia de terremotos que se producen causados por la proximidad de los gigantes gaseosos. Tan pronto como regrese, organizaré una serie de equipos de ingeniería que derrumben algunas salas para colocar nuevos amortiguadores sísmicos. Janic no se opondrá.
—Esos equipos necesitarán un compartimento estanco, por supuesto —añadió Isidor con una risita—. Para facilitar el movimiento de los trabajadores entre la base y la excavación, por así decirlo.
—Por supuesto —asintió Auguramus.
Omegon sonrió. Enfocó más allá de la representación hololítica del asteroide y descendió sobre la base en sí misma para concentrarse en los cimientos de una estructura alta y cuadrada alrededor de la cual estaban construidos los diversos niveles de la instalación.
Como una estaca que atravesara el corazón de la base, el mástil de la matriz emisora dominaba todos los planos.
—¿Qué es esto de aquí? —preguntó el primarca, señalando la sección que se encontraba justo debajo de los cimientos.
—El generatorum —contestó Auguramus—. Proporciona energía para las operaciones básicas: luz, calor, soporte vital y gravedad artificial.
—¿Y el mástil de la matriz emisora? —inquirió Vermes.
—Usa una fuente de energía alternativa —le respondió el artífice al legionario—. El personal del generatorum estará compuesto en su gran mayoría por mi gente: ingenieros, servidores y similares. Haced con ellos lo que queráis. También hay miembros del Ejército Imperial en los puestos de centinelas y de vigilancia.
—Nosotros nos ocuparemos de los centinelas y de los ingenieros —dijo Omegon—. Sin embargo, te necesitaremos para eliminar la vigilancia y los puestos defensivos. Eso no será un problema para un miembro del Mechanicum, supongo.
—Por supuesto que no, mi señor —afirmó Auguramus—. Pero ¿el corte de la interrupción de las imágenes de seguridad no alertará a los centinelas del centro de seguridad?
—No estarán en el centro de seguridad —le aseguró Omegon.
Auguramus pareció aliviado.
—¿Y por qué no estarán?
—Porque, artífice, serás tú quien estará en el centro de seguridad, supervisando nuestro progreso a través de la base y proporcionándonos información sobre posibles amenazas —le contestó el primarca.
—Pero los centinelas…
—Llegó la hora de ensuciarse las manos —le dijo Setebos, dándole un golpecito en la espalda.
—No te preocupes, no espero que tú personalmente te enfrentes con un par de oficiales de la Geno Siete Sesenta —lo tranquilizó Omegon.
—Veneno —sugirió Braxus—. O electrocución.
—Sé creativo —remató Omegon.
Auguramus asintió lentamente con un temblor en la barbilla.
—Mi señor —dijo Isidor, volviéndose hacia Omegon—. Dejando a un lado las tropas de la Geno, más tarde o más temprano tendremos que enfrentarnos con nuestros hermanos de la Legión Alfa. Ellos nos superan en número en una proporción de cinco a uno.
—Que nos enfrentemos a los de nuestra propia legión no significa que debamos abandonar los principios de la Hidra —le replicó Omegon—. Sus directrices han servido bien a nuestra legión, y continuarán haciéndolo en el futuro.
—Entonces tenemos que atacar a Janic y a su guarnición desde todos los flancos —declaró Setebos.
—Ellos no se vendrán abajo como lo hicieron los Amos de la Noche en Ceti-Quorum —advirtió Charman.
—O los Ángeles Oscuros en la Torre del Trueno —añadió Braxus.
—Lo que en sí mismo es predecible —asintió Omegon—. Cuando nos enfrentamos con los de nuestra propia clase, tratamos con incógnitas conocidas. Necesitamos algo que distraiga a nuestros hermanos legionarios. Ecualizadores para nivelar la balanza.
—¿Cuál es vuestro plan, mi señor? —le preguntó Setebos.
El primarca se inclinó sobre la pantalla hololítica mientras consideraba sus opciones.
—Podríamos poner en juego las propias fuerzas skitarii del artífice —comentó Omegon, señalando con un gesto de la barbilla a Auguramus. Luego indicó con el dedo un bloque protegido en el plano—. El penitorium psíquico también ofrece posibilidades. Además, nuestra ruta de acceso podría ser cableada con detonadores para provocar a nuestros vecinos alienígenas en el momento adecuado.
Krait asintió con la cabeza en señal de acuerdo.
—¿Qué pasa con maese Echion? —le preguntó Auguramus al primarca—. Anteriormente formaba parte de vuestros bibliotecarios.
—¿Qué sabes exactamente de ese asunto? —le replicó Omegon. El artífice levantó una mano en un gesto defensivo.
—Mi señor, él posee un profundo conocimiento sobre el immaterium. Una elección obvia para los propósitos de esta instalación. ¿Es él el espía?
—Es posible —asintió Omegon.
—¿Es… poderoso?
—¿Por qué? ¿Acaso quieres verlo desangrarse en tu impío edificio?
—Mi opinión es que va a ser algo más que un simple desafío para la joven señorita que tenéis aquí —contestó Auguramus, al mismo tiempo que señalaba a Xalmagundi.
La psíquica estaba casi medio dormida en la mesa, ya que el collar la había sumido en un feliz letargo.
—No subestimemos a nuestra invitada —le dijo el primarca—. Ella tiene un papel crucial que desempeñar. Un conflicto evitado es un conflicto ganado sin pérdidas.
A través de las ranuras de sus ojos, Xalmagundi miró a Omegon y luego regresó a la profunda y reflexiva oscuridad de la mesa.