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Leitnerton, Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
16 de junio de 3058
De pie sobre el tejado del edificio de la sede de los Titanes, Doc se rascaba la nuca con aire pensativo.
—Buena pregunta, Shelly. Supongo que pensaba que me quedaría con los Titanes o que, al menos, intentaría mantenerlos unidos. Ahora dudo que las Fuerzas Armadas de la Alianza Lirana reconstruyan pronto los Décimos Soldados de Skye.
Shelly Brubaker se giró hacia él con la cara enrojecida por los últimos rayos del día.
—Has impresionado a mucha gente con lo que has hecho aquí.
—Sólo hice lo que el Príncipe Victor me había dicho.
—No quiero decir eso, aunque los Clanes te considerarán de gran valor por haber hecho la oferta. Ellos dan mucha importancia a cosas así —dijo poniendo una mano sobre su hombro— y no me refiero a que consiguieras mantener un puñado de ’Mechs operativos durante una campaña de tres meses. Lo que ha impresionado a la gente es tu habilidad para planear cosas, tus conocimientos sobre el enemigo y la forma en que evitas tomar riesgos innecesarios con tus tropas.
—Te agradezco mucho que digas eso, pero a mí no me parece tan remarcable —dijo Doc, encogiéndose de hombros mientras observaba cómo los aerocamiones que regresaban de Whitting emprendían el camino a Leitnerton—. Supongo que me cuesta reconocer que lo que hice fue impresionante porque yo… simplemente lo hice.
—Lo que es todavía más impresionante, Doc —dijo Shelly con la sonrisa en los labios—. Por eso tienes que pensar en el futuro. Después de cómo hablaste con la mariscal Byran tu carrera en las FAAL ha llegado a su fin.
—Sí, pero no es la primera vez que hago algo así. No será ningún problema.
—Haces que parezca una condena.
Doc se echó a reír.
—Sí, supongo que sí. Mi problema es que algunas veces todo esto parece tan irreal que se me escapa de las manos. De forma objetiva podría decir que si mis hombres siguen con vida es porque he hecho un buen trabajo, pero no sé si podría haberlo hecho mejor. Me estoy adentrando en un terreno nuevo, y la verdad es que me asusta. Que te condenen a trabajar donde siempre es seguro.
Shelly retiró la mano de su hombro.
—Tai vez, te envíen a Calliston y puedas volver a establecerte allí con tu mujer.
—Mi ex mujer —dijo Doc, dando una palmadita en el bolsillo que contenía el holodisco con todos los documentos legales—. Puedo salvar un planeta, unirme a ComStar, pero Calliston se acabó para mí, y ella es historia.
—Eso es que estás cambiando.
—Sí, pero no radicalmente. Siento que tengo una obligación para con mis tropas —dijo Doc, bajando la mano y agarrando la de ella—. Tú me entiendes de verdad, ¿no?
Ella le apretó los dedos.
—Mejor de lo que crees, Doc. ¿Qué me contestarías si te dijera que quiero a tus Titanes en mi nuevo regimiento? Tengo permiso de la propia general de los Lobos para ofreceros contratos a todos.
—La mayoría de los Titanes todavía tienen obligaciones con las FAAL.
—Ya inventaremos algo —dijo con los ojos centelleantes—. Todavía tendrás a todos tus hombres cuando te unas a la mejor unidad mercenaria de la Esfera Interior. Tenemos el mejor entrenamiento, el mejor equipo, nuestra propia elección de asignaciones e incluso nuestro propio mundo. Ganarás más dinero que cualquier teniente general de las FAAL, y tus tropas obtendrán aumentos similares. La pensión y el subsidio familiar son los mejores de toda la Esfera Interior.
Doc entrecerró los ojos.
—¿Y cómo te sentirías tú si dijera que sí?
—Soy yo la que te ofrezco el trabajo, ¿recuerdas? No lo haría si no quisiera que vinieras con nosotros.
—Pero ¿cómo te sentirías personalmente? —preguntó Doc con una sonrisa en los labios mientras le apretaba suavemente la mano—. Durante todo este tiempo, he sentido que había algo entre nosotros. Te he echado de menos desde que llegó el resto de los Dragones y estabas todo el día ocupada. Soy consciente de que el ambiente se ha enrarecido y estamos cansados y destrozados emocionalmente, así que no quiero suponer o dar por hecho…
Shelly le cerró los labios con los dedos.
—Mi casa de Outreach es demasiado grande para una persona, pero no tengo intención de trasladarme. ¿Responde eso a tu pregunta?
—Sí, de una manera bastante sucinta y directa.
—Bien —dijo Shelly con una leve carcajada—. Entonces ¿te incorporarás a los Dragones?
Doc esbozó una sonrisa.
—Es la mejor oferta que me han hecho en todo el día.
—Aún no se ha acabado el día, Hauptmann Trevena.
Doc y Shelly se giraron al advertir la presencia de Victor en la azotea.
—Pensaba que los Dragones contrataban desde dentro, coronel Brubaker.
—Así es, Alteza, excepto cuando se puede disponer de un talento excepcional.
El Príncipe hizo un gesto de asentimiento a Doc.
—El Hauptmann Trevena es mi empleado. No está disponible.
Shelly arqueo una ceja.
—Está al servicio de las Fuerzas Armadas de la Alianza Lirana.
—Estaba al servicio de las FAAL. Para que todo estuviera en orden para la ceremonia de esta mañana, los Titanes fueron trasladados temporalmente a la Mancomunidad Federada. La mariscal Byran ha dejado claro que no cuenta con los Titanes, así que estoy gestionando el traslado permanente —dijo Victor con una sonrisa en los labios—. Trabaja para mí desde el amanecer, Doc. Seguro que ha notado la diferencia.
—Lo cierto es que no, señor.
—En tal caso, permita que me corrija —dijo Victor, levantando ambas manos para evitar comentarios—. Escuche todo lo que tengo que decirle y, luego, tome una decisión. Si no le gusta lo que oye, puede resignar y mi pérdida irá en beneficio de los Dragones.
Doc miró a Shelly, y ésta asintió con un movimiento de cabeza.
—Está bien, os escucho.
—Doc, en algún lugar de la línea de frente aprendió una lección que separa a los comandantes de los grandes comandantes. Aprendió que la victoria sin derramamiento de sangre es mejor que la victoria empapada en sangre. Sé que es algo que todos los oficiales deberían saber y tener presente, pero la mayoría nunca lo aprende y todavía menos intenta ponerlo en práctica. Es una lección que mi cerebro asimiló hace poco, así que cuando encuentro a una persona que la entiende es una persona a la que no quiero perder.
Victor caminó hasta el final de la azotea y vio cómo los prisioneros empezaban a salir de los aerocamiones.
—Lo que he dicho antes en Whitting es cierto. Tenemos que declarar la guerra a los Clanes y, para ello, hay que trabajar en equipo y trabajar por una misma causa. Sin duda, morirá mucha gente durante la campaña, pero no quiero ninguna muerte estúpida. Quiero objetivos, y no, recuentos de cadáveres. Quiero misiones bien definidas y completas, y no, victorias pírricas que acaben con nosotros.
»Para conseguirlo necesito gente como usted, Doc. Quiero nombrarle capitán general, presidente del Comité de Coalición para la Revisión de Operaciones. Usted y su equipo serán los encargados de revisar todas las operaciones, todas las situaciones y encontrar la mejor manera de hacerlo, con menos bajas y más eficacia. Si usted dice que no se puede iniciar una operación si no se modifica, no se iniciará sin que se modifique. Si me dice que un comandante está sobrestimando o subestimando al enemigo, diré que lo está haciendo.
Shelly asintió con la cabeza.
—Quiere que Doc sea la conciencia de la Coalición.
—Así es, pero también quiero que sea su cerebro. Él reunió a un puñado variopinto de soldados y sacó lo mejor que había en ellos. Puede ser que consigamos el mismo efecto en los comandantes que formarán parte de esta coalición —dijo Victor con la mirada fija en Doc—. Su trabajo consistirá en salvar vidas. El fin de deshacer los Clanes no puede servir y no servirá para justificar los medios. Creo que usted es el hombre ideal para el puesto y, por eso, se lo ofrezco.
El Príncipe de la Mancomunidad Federada bajó la vista un instante.
—Una última cosa. Cuando he subido aquí me he dado cuenta de que había algo personal entre usted y la coronel Brubaker. Yo nunca envidiaría su felicidad, la felicidad que tanto escasea en este tipo de trabajo, como yo bien sé. Sin embargo, antes de que rechace mi oferta por este motivo le comunico que los Dragones se ausentarán de Outreach durante mucho tiempo porque partirán con el resto de nosotros. Es probable que se vean más a menudo si Doc se incorpora a mi equipo que siendo un Dragón.
Doc movió la cabeza como si reflexionara y sintió que Shelly le apretaba la mano. El puesto que Shelly le ofrecía con los Dragones le permitiría supervisar sus tropas y mantenerlas fuera de peligro, pero Doc sabía que no sería siempre así. Llegaría el día en que alguien cometería un error, un error crítico, y perjudicaría a los Titanes, podía ser que incluso destruyéndolos. Pero lo peor de todo era que tenían que ser los Titanes lo que cometiesen el error —alguien del equipo que les ordenase ir al sitio equivocado en el momento equivocado— y lo pagasen caro.
La oferta de Victor significaba que Doc sería el hombre encargado de evitar que eso ocurriera. Era consciente de que a pesar de lo bien que había dirigido a su unidad contra los Halcones, lo había conseguido más por suerte que por habilidad. Claro estaba que su capacidad para pensar y planear había evitado que los Titanes corrieran riesgos innecesarios, pero si hubiesen tenido problemas no estaba seguro de si habría sido capaz de ponerse de nuevo al mando. Su fuerza residía en la capacidad de analizar la debilidad, planear estrategias y colocar a la gente en puestos que les permitiera aprovechar sus capacidades al máximo.
Y mi fuerza significa que puedo hacer este trabajo. Miró a Shelly, y ésta le hizo un gesto de asentimiento con los ojos medio abiertos.
—¿Qué ocurrirá con los Titanes?
—Necesitará personal. Seleccione a los que quiere que vayan con usted, y el resto puede escoger sus propias asignaciones. Ya me aseguraré yo de que las consigan —dijo Victor con una sonrisa—. A veces, va bien ser el Príncipe arconte.
Doc asintió con la cabeza.
—De acuerdo; acepto su oferta.
Shelly le dio un fugaz beso.
—Pese a lo mucho que me duele decir esto, has tomado la decisión correcta.
—Gracias.
Victor ofreció la mano a Doc.
—Felicidades, teniente general Trevena.
—Gracias, Alteza —dijo Doc, apretando la mano de Victor antes de detenerse a mirar a alguien que pasaba por la calle de abajo—. Si me perdonáis, Alteza, tengo un deber que cumplir.
Victor parpadeó en señal de sorpresa.
—Disculpe, ¿cómo dice?
Doc miró a Victor y a Shelly, y señaló a un hombre fornido que salía de uno de los aerocamiones.
—Ese es Wayne Rogers, de los Soldados de Waco. La última vez que lo vi cometió una imprudencia que puso en peligro a mi unidad. Le prometí que la próxima vez que lo viera lo tumbaría. Pensaba que los Clanes lo habían matado, pero no ha sido así.
Shelly sacudió la cabeza.
—Es demasiado estúpido para darse cuenta de que podía morir en esa emboscada.
El Príncipe puso los brazos en jarra.
—¿Y por eso ahora, teniente general Trevena, quiere bajar y tumbarlo?
Doc asintió.
—Vos no querríais tener un oficial en el equipo que no cumpliera sus promesas, ¿verdad?
—No, pero ahora es un teniente general, y de las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad Federada, no de las FAAL —dijo Victor con el ceño fruncido—. No puede ir por ahí pegando a líderes mercenarios sólo porque son estúpidos…
—Alteza…
—… al menos si no tiene órdenes de hacerlo —dijo Victor, encogiéndose de hombros—. Adelante.
Doc se quedó perplejo.
—¿Alteza?
—¿Seis meses en las FAAL y ya ha olvidado cómo suena una orden? —dijo Victor, inclinando la cabeza hacia las escaleras de la azotea—. Vaya a cumplir su promesa. Es una orden, teniente general.
—¡Sí, Alteza!
Doc ejecutó las órdenes fielmente.
Y con tan sólo un puñetazo.