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Whitting
Coventry
Provincia de Coventry, Alianza Lirana
16 de junio de 3058
Victor sintió un dolor en las manos y tardó un rato en darse cuenta de que se estaba clavando las uñas en las palmas. ¡Tienes que aceptar esta oferta! ¡Debes hacerlo!
La Khan de los Halcones de Jade ocultó completamente su reacción, pero Rosendo no lo consiguió. Se quedó boquiabierto y cerró la boca al instante, pero la sorpresa no desapareció de su mirada hasta que entrecerró los ojos y cambió la mueca de los labios. Era obvio que entendía las implicaciones de la oferta y la oportunidad de salvación que les daba a todos. Si la decisión de aceptarla o rechazarla hubiese dependido de él, Victor no tenía la menor duda de que los Halcones de Jade habrían partido de Coventry en un santiamén.
Rosendo miró a su Khan en silencio.
Marthe Pryde permaneció inmóvil, como si la oferta de Doc se hubiese combinado con el viento para petrificarla. Tenía la mirada perdida y el único movimiento que Victor pudo percibir fue el de sus cabellos y su abrigo mecidos por el viento. Era como si se hubiera trasladado en el tiempo para sopesar las palabras que había oído. Mientras tanto, el polvo y la arena difuminaban su rostro y la convertían en la estatua de una antigua diosa de la guerra, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Bajó ligeramente los hombros y paseó su mirada de hielo entre Victor y el capiscol marcial.
—Puede ser que tal vez me haya precipitado al subestimar el valor de los consejeros de los Lobos, ¿quiaf?
Focht asintió con la cabeza.
—Af Khan Marthe.
La Khan se giró para mirar a Doc.
—Yo, la Khan Marthe Pryde, conquistadora de Coventry, acepto la oferta de hégira. Halago su generosidad ante las pérdidas que hemos sufrido en Whitting.
Doc sintió un gran alivio.
—Y yo halago su aprobación.
—La batalla que habríamos entablado habría quedado para siempre en nuestras memorias.
Doc hizo un gesto de asentimiento.
—Es mejor el desprecio de un puñado de guerreros que un torrente de sangre y lágrimas.
Marthe se quedó pensativa al oír sus palabras y suavizó el tono de voz.
—Como suele hacerse en caso de hégira, liberaremos a todos los sirvientes.
Victor se mostró conforme.
—Si le parece bien, traeremos a sus hombres aquí al anochecer y, de paso, podemos llevarnos a los nuestros.
—Excelente —dijo Marthe Pryde, girándose hacia su segundo al mando—. Comandante de galaxia Rosendo, haga los honores, por favor.
—Sí, mi Khan.
Marthe Pryde puso los brazos en jarra.
—Esta solución incruenta enojará a algunas de mis tropas.
Victor entrecerró los ojos.
—El que desease derramar sangre en este lugar que se revuelque cuanto quiera en su enojo y frustración. No son sólo los Clanes los que albergan individuos así.
Marthe miró a los oficiales de la Esfera Interior que se habían reunido fuera de la plaza.
—Ellos no sabían lo que ocurriría aquí, ¿quineg?
—Sólo sabían lo que todos nosotros sabíamos: si luchásemos, muchos morirían. El honor la ha atrapado a usted, y la necesidad de proteger a nuestros hombres nos ha atrapado a nosotros. Ahora usted mantendrá su honor, y nuestras tropas estarán protegidas —dijo Victor, encogiéndose de hombros—. Los dos ganamos.
—Puede ser que ustedes ganen un poco más. En el pasado, los tres derrotaron a los Clanes por la fuerza de las armas. Se utilizó nuestra naturaleza en contra nuestra; para beneficio mutuo, de acuerdo, pero más en su beneficio que en el nuestro —dijo Marthe Pryde, sacudiendo levemente la cabeza—. Intentaré recordar que conocen varias formas de luchar.
El Khan de los Halcones de Jade ofreció la mano a Doc.
—Bien negociado y hecho. Los Halcones de Jade abandonan Coventry.
Doc le estrechó la mano con fuerza.
—Bien negociado y hecho. Los ganadores son los que habrían muerto. Con esa victoria nadie pierde.
Ambas partes dieron media vuelta y salieron lentamente de la plaza. Los Halcones de Jade desaparecieron en una nube de humo marrón mientras los oficiales de la coalición se iban aproximando. Jerrard Cranston y Ragnar se unieron al trío cuando éste abandonó la plaza y caminaron por la grava hacia donde los esperaban los otros oficiales.
La mariscal Sharon Byran se adelantó y avanzó rápidamente hacia Victor.
—¿Cuántos de nosotros han quedado fuera?
—No se preocupe, mariscal. Se ha acabado.
—¿Acabado? —repitió en un tono que se unió a la expresión de sorpresa de los demás—. ¿Qué queréis decir con que se ha acabado?
—Les hemos ofrecido hégira.
—¿Qué significa?
Victor miró a Ragnar.
—¿Sería tan amable de explicarlo?
—Con mucho gusto, Alteza —contestó el joven Lobo, llevándose las manos a la espalda—. Hégira es un derecho entre los Clanes que permite que un enemigo vencido se retire con el honor intacto. Es una celebración de su habilidad y un signo de respeto mutuo entre enemigos.
—¿Qué es esa tontería? ¿Cuándo fueron derrotados?
Victor señaló al Hunchback de los Titanes que sobresalía del grupo.
—Fueron derrotados en Whitting por el Hauptmann Trevena y sus Titanes. Él les ha ofrecido hégira, y ellos han aceptado. Se irán en cuando intercambiemos sirvientes.
—¿Se van? —repitió Paul Masters, de los Caballeros de la Esfera Interior, parpadeando, sorprendido—. ¿Sin más?
—Sin más.
—¿Dejaréis que se vayan? —preguntó Sharon Byran sin dar crédito a sus oídos—. Después de todo lo que han hecho, después de toda la muerte y la destrucción, ¿dejáis que se vayan libres de culpa?
Victor se disponía a responder cuando el capiscol marcial le puso una mano en el hombro y lo detuvo.
—¿De qué se queja, mariscal Byran? Hemos venido aquí con la intención de expulsar a los Halcones de Jade de Coventry. Ése era nuestro único objetivo, y lo hemos cumplido. Se van de acuerdo con los derechos que los Clanes conceden a un enemigo derrotado.
Kai adoptó lentamente una risueña expresión.
—Hace tiempo que teníais esto planeado. Vos concretasteis Whitting como lugar para las negociaciones cuando estábamos llegando.
Victor sacudió la cabeza.
—Me gustaría decir que soy así de listo, pero no puedo. Whitting fue sólo cuestión de suerte. Yo propuse este lugar porque era la única ciudad de los alrededores que estaba separada de su base y de la nuestra, y eso fue mucho antes de que se nos ocurriera la idea de hégira. Cuando esto sucedió, el Hauptmann Trevena tuvo que hacerse cargo de la oferta porque él era el causante de la última derrota.
Byran se giró con furia hacia Doc.
—¿Y usted aceptó formar parte de esto? ¿Estaba dispuesto a dejar que los que mataron a su oficial al mando fueran liberados?
Victor habría contestado por él, pero Doc no le dio la oportunidad de hacerlo.
—Formé parte de esto porque he pasado los últimos tres meses luchando contra esos malditos. He visto cómo herían, mutilaban y mataban a regimientos enteros de hombres buenos y decentes. He llevado a cabo operaciones que sabía que eran arriesgadas sin dejar de pensar que el miedo se me comería vivo…
—¡Y por eso escapa como un cobarde!
—No, maldita sea; no soy un cobarde. El miedo que sentía, el miedo que combatía era el miedo de que matasen a mis hombres. Mis hombres, los hombres de su mando, incluso los Halcones de Jade, no tenían ninguna necesidad de morir aquí. Sí, todos estamos dispuestos a afrontar la muerte para preservar nuestra propia libertad y nuestra forma de vida porque somos soldados, pero no está escrito en ninguna parte que la única forma de volver a esa disposición sea con la sangre.
—La gente que ha muerto aquí pide a gritos una retribución.
•—Sólo los supervivientes gritan, mariscal Byran. Los muertos permanecen en silencio —dijo Doc, alisándose el pelo con ambas manos—. El honor, los grandes ideales y toda la justificación moral del mundo no significan nada al lado del valor de una vida. Enviar tropas a la guerra por un objetivo que se puede alcanzar de cualquier otra manera es un crimen de una magnitud tan grande como el asesinato en masa. Es el demonio en su forma más pura. Yo no quiero tener nada que ver con él, y ninguno de nosotros debería quererlo.
Doc, aliviado, miró a Victor Davion sin mediar palabra.
El Príncipe tomó la palabra.
—Todo lo que Doc ha dicho es cierto. Luchar aquí habría sido peor que un asesinato porque nosotros habríamos matado Halcones y ellos nos habrían matado a nosotros por un objetivo que no significaba nada para ellos. Vinieron a Coventry a entrenar a sus tropas y demostrar a los otros Clanes que seguían siendo una fuerza a tener en cuenta. Ésa era la razón por la que no podían retirarse aunque quisieran. Al dejar que se marchen, todos salimos ganando.
Byran sacudió la cabeza.
—Sólo tendremos que matarlos en otro lugar y otro momento.
Victor la miró con astucia.
—¿Se refiere a sus tropas o a las de ellos, mariscal? —preguntó Victor, dejándola sin palabras para intervenir de nuevo—. Nos enfrentaremos a los Halcones en el futuro, no hay duda de ello. Nos enfrentaremos a todos los Clanes otra vez, por supuesto. El problema es que, como siempre, ellos han escogido los campos de batalla. Luchan en mundos que nosotros tenemos que defender. Nos obligan a tomar decisiones sobre lo que más queremos. Si continuamos luchando cuando ellos nos llamen a combate, siempre estaremos en desventaja y nunca conseguiremos una verdadera victoria.
Wu Kang Kuo habló con voz pausada.
—¿Cuál es vuestra solución al problema, Príncipe Victor?
El Príncipe de la Mancomunidad Federada miró a los oficiales reunidos y habló con un tono y una expresión determinantes.
—La fuerza que hemos reunido aquí me demuestra que todos entendemos la seriedad de la amenaza que suponen los Clanes. La solución parece igualmente clara: tenemos que construir los fundamentos que hemos establecido en Coventry y hacer lo que incluso los Clanes considerarían imposible.
Victor extendió las manos para dirigirse a todos.
—Amigos míos, necesitamos conseguir una fuerza unida, encontrar la fuente de poder de los Clanes y, por primera vez desde que los conocemos, declararles la guerra.