17
17
Nave de Descenso Barbarossa
Afueras de Nueva Avalon
Marca de Crucis, Mancomunidad Federada
10 de febrero de 3058
Victor Ian Steiner-Davion vio cómo se encogía aquella pequeña bola que era Nueva Avalon. Aunque no era su planeta natal, allí se sentía mucho más a gusto que en el frío y distante Tharkad. Había nacido y se había educado en Tharkad, pero cuando pensaba en él le venía a la mente el mundo que había asesinado a su madre.
La mató, y ahora alberga a su asesino.
Sintió un escalofrío y se obligó a abrir los puños. Detrás de la Barbarossa vio las formas ovoides de la Tancred, la Locrin y la Palamedes, las Naves de Descenso que trasladaban al Equipo de Combate del Regimiento de la Guardia Pesada Davion a Tukayyid con él. Sabía que eran la mejor unidad de combate de la Esfera Interior y, sin embargo, ni con una decena de unidades exactamente iguales podía vengar la muerte de su madre.
Si tuviera que atacar Tharkad para intentar hacer justicia con mi hermana, me tacharían de loco. Esbozó una leve sonrisa. Es que si atacase Tharkad estaría loco.
Y no porque pudiera perder, que no lo haría. Pese a lo mucho que respetaba a Nondi Steiner y sus habilidades, la había analizado durante el tiempo que había pasado en la Academia del Nagelring. Era buena en las batallas preparadas, pero su temperamento no se adecuaba a la naturaleza cambiante de la guerra necesaria para derrotar a los Clanes. Ella buscaba batallas decisivas y parecía tener poca paciencia para el largo desgaste de la lucha que había permitido a ComStar detener finalmente a los Clanes después de veintiún días de combate en Tukayyid.
Aunque sabía que podía derrotar a Steiner, no podía decir lo mismo del hombre que sería su anfitrión en Tukayyid. El capiscol marcial Anastasius Focht era el comandante que había vencido a los Clanes —siete en total— en la encarnizada batalla de Tukayyid seis años antes. Victor había revisado los holovídeos y todo tipo de análisis escritos sobre el conflicto épico, pero se le escapaba algún elemento. Lo que Focht había hecho le asombraba del mismo modo que un maestro de ajedrez que en una ocasión había derrotado a seis oponentes con los ojos vendados. Ambos hacían cosas que le resultaban incomprensibles.
En este momento.
El deseo de entender lo que Focht había hecho era la razón por la que Victor había aceptado la invitación del capiscol marcial para entrenar en Tukayyid. El mes de retraso de la operación era lamentable, pero había proporcionado a Kai Allard-Liao el tiempo necesario para unirse a Victor y a Hohiro Kurita en Tukayyid al mando del Primer Regimiento de los Lanceros de Saint Ivés. Hohiro dirigiría el Primer Regimiento de Genyosha, y Victor se preguntaba si sus dos amigos habían aceptado la invitación de Focht por la misma razón que él.
¿Para desvelar el misterio de por qué Focht nos quiere allí? No hacía tanto tiempo que ComStar se había obsesionado en refugiarse en el misterio y el misticismo. Aunque Focht había eliminado gran parte de la seudoteología que envolvía la organización —creando de ese modo el grupo escindido Palabra de Blake como refugio para los fanáticos—, ésta seguía manteniendo en secreto casi todas sus actividades. Los informes de la República Libre de Rasalhague, que también podría haber sido un protectorado de ComStar, contenían algunos detalles sobre la fuerza y la formación militar de ComStar, pero la información no era siempre fidedigna.
Ni siquiera entonces, con los recursos del mayor imperio estelar conocido por el hombre, Victor podía desvelar el misterio de la verdadera identidad de Focht. Ese hecho no le molestaba excesivamente, pero los motivos por los que Focht invitaba de repente a unos foráneos para ver lo que ComStar podía hacer le producían cierta inquietud. La inesperada apertura no tenía mucho sentido, excepto por una cosa.
La reciente guerra entre los Lobos y los Halcones de Jade debe preocupar a Focht. Había recibido la invitación antes de que se supiera el alcance de la ruptura y, al principio, sólo era para que el personal de mando «observase» operaciones. Después de que una parte de los Lobos escapase al espacio ocupado por los Clanes y se refugiase en Arc-Royal, la invitación se había modificado para incluir unidades y permitir su participación en los ejercicios.
Victor sintió un escalofrío. No podía evitar la sensación de que se desplazaba a Tukayyid no tanto para aprender a combatir a los Clanes como para mostrar sus cualidades como sucesor de Focht. Era obvio que ni Focht ni ComStar le nombrarían capiscol marcial, pero alguien tenía que estar preparado para ocupar el puesto de Focht como defensor de la Esfera Interior. Jerry Cranston estimaba que Focht tenía entre setenta y noventa años, y aunque la esperanza de vida de un ciudadano de un mundo civilizado era de cien años o más, resultaba raro que pasase la última década de su vida bajo la constante presión de la ruptura de la tregua del Clan y la reanudación de la guerra.
Si Focht está buscando un heredero, ¿qué posibilidades tengo? La competición estaba disputada. Hohiro Kurita era un guerrero valiente y hábil. Su padre le había enseñado la tradición guerrera que fortalecía el Condominio Draconis y a superar las debilidades para no causar daños. Hohiro se había esforzado en la lucha contra los Clanes y había conseguido mantener el control tras las líneas enemigas mucho más tiempo del que cualquier optimista podría haber esperado.
Kai Allard-Liao era todo eso y más. Lo peor que se podía decir de Kai era que había sido capturado por el enemigo durante la invasión del Clan. Pero incluso esa situación se había producido porque Kai estaba abandonado en Alyina después de salvar la vida de Victor y de que las fuerzas de la Mancomunidad Federada evacuaran el planeta. Cuando se quedó solo en Alyina, Kai escapó en un primer momento a las tropas del Clan, y luego se unió a ellas para impedir que ComStar se apoderara del mundo. Después de eso, se fue a Solaris y, al cabo de poco tiempo, se convirtió en el campeón del Mundo Lúdico.
Pese a lo buenos que eran sus dos amigos, Victor tampoco era tan malo. Él también había luchado contra los Clanes y había participado en dos de las escasas victorias que habían conseguido. No se podía eludir la contribución de Kai en la primera, disputada en Twycross; pero la segunda era una misión de largo alcance para rescatar a Hohiro Kurita del planeta en el que se encontraba atrapado. Los Décimos Guardias Liranos, que habían resurgido como la unidad mejor preparada para hacer frente a los Clanes, habían intervenido de forma espectacular.
También era cierto que había perdido la primera batalla que había dirigido contra los Clanes, pero aquél fue uno de los primeros asaltos a la Esfera Interior. Entonces no sabíamos lo que eran o lo que podían hacer. Durante los siguientes ocho años, la Esfera Interior había conseguido enormes avances tecnológicos, salvando la distancia que convertía a los Clanes en un enemigo casi imbatible. Cuando se incluyeron las mejoras tácticas en la ecuación, se alcanzó una paridad aproximada.
Muy aproximada, aunque al parecer a Focht le funcionó en Tukayyid.
Un leve golpe en la pared de la cabina distrajo los pensamientos de Victor.
—¿Sí Jerry?
Cranston dio un paso al frente y cerró la escotilla detrás de él.
—Dos noticias. La primera es que ComStar ha retransmitido un mensaje desde Saint Ivés diciendo que Kai y los Lanceros se reunirán con vos en el sistema Raman, justo antes de que entremos en el espacio del Condominio.
—Eso significa que estarán con nosotros las seis semanas que tardemos en llegar a Tukayyid —dijo el Príncipe, asintiendo hacia Cranston—. Tengo ganas de volver a ver a Kai y pasar algún tiempo con él. Así podrá informarme de cómo le prueba la vida de casado. ¿Decía algo de si le acompañaría su mujer?
—Nada, aunque lo dudo. Está muy concentrada en la reestructuración de la oferta de servicios médicos en la Comunidad de Saint Ivés —dijo Cranston con una picara sonrisa—. También tenemos indicios de que la doctora Lear podría volver a estar embarazada.
—Eso es fantástico —dijo Victor, dando una palmada—. ¿Saben si es niño o niña?
El secretario de inteligencia se echó a reír.
—Su médico sí, pero los padres prefieren no saberlo.
Victor arqueó una ceja.
—Usted lo sabe.
—Me pagáis para que sepa cosas, Alteza.
—Bueno, no me lo diga. No quiero estropear la sorpresa a Kai —dijo el Príncipe con una mirada de concentración—. Pero sí sabe que su mujer vuelve a estar embarazada, ¿no?
—Eso sí lo sabe. Ha tardado en aceptar la invitación a Tukayyid porque no quería dejar a su mujer sola en su estado, pero parece que empezó a poner nerviosa a Deirdre, y ésta le dijo que se fuera.
—Recuérdeme que le envíe un mensaje dándole las gracias. ¿Qué más tiene para mí?
Jerry lanzó un suspiro.
—Los informes sobre la lucha en Engadine son contradictorios. Lo único que sabemos por ahora es que los Halcones de Jade han atacado el mundo y han dado una buena paliza a los Vigésimo Segundos Soldados de Skye. Los Halcones se retiraron cuando empezaban a llegar los Novenos Soldados Liranos.
Victor frunció el ceño.
—Parece un asalto fronterizo.
—Estoy de acuerdo, pero teniendo en cuenta el tiempo que han tardado los Novenos Soldados en llegar a Engadine desde Main Street, el asalto inicial debió producirse a primeros de mes. Tardaremos una semana en recibir todos los informes. La única razón por la que hemos sabido algo es porque algunos de los Soldados eran de la Mancomunidad Federada, y ComStar transmitió un mensaje de Familiares más Cercanos cuando murió uno de ellos.
—Pensábamos que tendríamos problemas con nuestros servicios de inteligencia cuando Katrina huyó con la Alianza Lirana.
—Cierto, pero debe de haberse enviado un informe sobre el asalto a Engadine a Nondi Steiner en Tharkad. Es verdad que nuestros espías de las FAAL se han visto comprometidos, pero todavía tenemos muchos agentes en Tharkad. Sabremos algo más hacia el cinco de este mes como mínimo —dijo Cranston, sacudiendo la cabeza—. Lo más importante es que se están censurando los vídeos informativos y las revistas discográficas procedentes de esa zona. Debido a los problemas para reforzar los servicios de inteligencia, debo suponer que los Halcones de Jade asaltaron la Periferia a la fuerza. Han llegado a Bucklands y tal vez incluso a Australia.
Victor sintió que se le secaba la boca.
—¿Australia? Eso está a tan sólo cuatro saltos de distancia de la frontera.
—Sí, Alteza.
—Pero no hay ningún indicio de que retengan los mundos de los que se apoderan. ¿Podría tratarse de otra serie de asaltos de la Corsaria Roja?
Cranston sacudió la cabeza.
—No tengo suficientes datos para verificar tal suposición, Alteza. La fuerza que atacó Engadine era mayor que la fuerza que utilizó la Corsaria Roja, y todo parece indicar que son Halcones de Jade. Sin embargo, no retienen los mundos. De hecho, ya podrían haberse retirado del todo.
Victor miró a Cranston.
—Pero usted no lo cree así, ¿no?
—Lo que yo crea no tiene nada que ver con mi trabajo, Alteza. El saber es la esencia de todo y debo admitir que no sé lo que ocurre en esta situación.
—Bien, espero, por el bien de Katherine, que alguien lo sepa —dijo Victor, mirando a través de la pantalla visora al mismo tiempo que pensaba que nunca daría a su hermana la satisfacción de llamarla Katrina—. Al menos, vamos en la dirección correcta.
—No pensaréis intervenir en esto.
Victor sacudió la cabeza.
—No; al menos, no en Engadine. Pero usted y yo sabemos que si los Halcones siguen atacando a la Alianza Lirana cuando lleguemos a Tukayyid puede ser que tengamos que hacer algo más que ejercicios de entrenamiento.