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Sede militar de ComStar

Academia Militar de Sandhurst, Berkshire

Islas Británicas, la Tierra

20 de enero de 3058

La capiscolesa Lisa Koenigs-Cober gritó tras el impacto de los paneles en su espalda cuando el Quickdraw salió disparado en un argénteo tridente de fuego. Aunque estaba sentada en un simulador de la Academia Militar de Sandhurst mientras el resto de la Fuerza de Defensa Terráquea y los Vigésimo Primeros Lanceros de Centauro utilizaban simuladores en el complejo de Salina, en Kansas, la experiencia le parecía tan real como si estuviera en la batalla de Tukayyid. Si hubiera pisado a fondo los pedales de propulsión de salto en combate, la inercia la habría incrustado en su asiento de mando. Los paneles que había detrás del asiento del simulador le recordaron ese hecho de la manera más real posible.

El BattleMaster salió propulsado hacia arriba mientras el suelo explotaba bajo sus pies. Una bola de fuego quemó las patas del ’Mech, pero el monitor auxiliar no mostró ningún daño. Es un milagro. Si me hubiera quedado en tierra, ese disparo de misiles de largo alcance me habría hecho añicos. Aunque el daño habría aparecido en forma de ceros y unos en la memoria de un ordenador, quería evitarlo como si se tratara de su propia carne.

El disparo procedía de la parte más lejana de una cordillera. Sabía que debía haber una compañía de los Lanceros en la pendiente opuesta, pero antes de rozar las nubes no tenía ni idea de dónde se encontraban. Mientras el Quickdraw alcanzaba la cúspide de su salto, vio la zanja irregular abierta en la tierra y, aunque su presencia auguraba problemas, sabía que los suyos corrían mayor peligro.

Tienen un observador que detecta los ataques de misiles de los Archers y los Catapults en esa zanja. Pero ¿dónde?. Convirtió el escáner de resonancia magnética de la imagen holográfica del campo de batalla en ultravioleta. Dos líneas diminutas, oscuras sobre el color dorado de la pradera, coincidieron en un punto a los pies de las colinas. El observador había marcado su ’Mech con un láser ultravioleta, y luego había utilizado otro LUV para retransmitir los datos del objetivo a los ’Mechs que esperaban a sus tropas.

—Def-T Uno a todas las unidades. Compañía Alfa, lanzad fuego MLA de contención a la coordenada cartográfica 323.455. Compañías Beta y Gama, girad hacia 37,5, separaos y acelerad. Están al otro lado de la pendiente.

Lisa soltó los pedales de propulsión de salto e hizo aterrizar el Quickdraw unos cien metros por delante de donde había estado antes. El ’Mech se agachó cuando las gruesas capas de miómero absorbieron la fuerza del aterrizaje. Mientras alcanzaba los diez metros de altura, los MLA de la Compañía Alfa pasaron por encima de ella. A un kilómetro de distancia, arrasaron el sector cartográfico del objetivo y los ocho que lo rodeaban.

El ordenador proyectó una tormenta de fuego donde se encontraba el observador de los Lanceros. Las Compañías Beta y Gama ya estaban descargando en la zona abierta en dirección a las colinas, y la Compañía Alfa había empezado a seguirlas. Alfa se quedaría atrás y lanzaría fuego de contención a los objetivos de los Lanceros cuando Beta y Gama lo solicitasen; de ese modo, se crearía un paraguas protector, bajo el que las Compañías de Asalto Cerrado y de Ataque del Batallón Uno podrían operar con más eficacia. Así es como se supone que debe trabajar una unidad.

Alcanzó los cuarenta kilómetros por hora, volvió a cambiar a luz ultravioleta y empezó a seguir a la Compañía Gama alrededor de las colinas para flanquear a los Lanceros. El miedo le hizo un nudo en el estómago, pero no era el mismo pavor que había experimentado al enfrentarse a los Clanes. Aquél había sido atroz, pero había conseguido superarlo porque había que detenerlos. Entonces, el miedo procedía de la muerte y el fracaso, y en ese momento, de la vergüenza.

La actuación de los Vigésimo Primeros Lanceros de Centauro había sido muy buena durante los ejercicios de orientación. Al principio, los resultados no le importaban, sobre todo porque el capiscol marcial había empezado a enviar tropas principiantes a la Fuerza de Defensa Terráquea desde Tukayyid. Atribuía la pésima actuación de las unidades de ComGuardias a la fatiga del viaje a la Tierra; además, muchos comandantes todavía se estaban familiarizando con el nuevo personal.

La situación no era del todo favorable a los suyos, de ahí que decidiera unirse a ellos en una serie de ejercicios. En ésta, la tercera operación en la que participaba, sus tropas habían empezado actuando al nivel que esperaba de las unidades de ComGuardias. En las dos primeras, se habían mostrado vacilantes, pero habían seguido a sus comandantes, a quienes, a su vez, los incomodaba que su superior los estuviera vigilando. Los Lanceros los habían despachado con bastante facilidad en esos combates.

Lisa rodeó la colina y encontró un valle lleno de fuego y humo. La Compañía Gama se había separado en un trío de lanzas de ’Mechs que disparaban contra la posición de los Lanceros. Los mercenarios, aprisionados, recibieron el fuego de la Compañía Beta, que apareció por el norte, y el de la Gama, que lo hizo por el flanco, lo cual les proporcionó demasiados objetivos como para luchar con eficacia.

Los dardos de los láseres escarlata arremetieron contra la cabeza de un Crusader de los Lanceros, y un rayo azul del CPP atravesó la portilla de la cabina. El ’Mech ciclópico se inclinó hacia atrás, y los ordenadores cortaron todas las entradas del tanque simulador del piloto. Una cortina de humo negro se desprendió del rostro desvencijado del Crusader al chocar contra un Thunderbolt de cabeza plana e iniciar la caída.

A su derecha, un Centurión ComGuardia se separó del frente de los Lanceros. Había perdido el blindaje de ambas patas, y la izquierda no tenía nada por debajo de la rodilla. El piloto luchó con valentía para mantener el ’Mech de cincuenta toneladas en pie. Seis misiles de corto alcance impactaron contra la espalda dañada y despedazaron el blindaje. La destrucción y las explosiones resultantes bastaron para empujar al Centurión hacia adelante y hacer que cayera al suelo de frente.

Lisa condujo el Quickdraw hacia la brecha que se había abierto tras la destrucción del ’Mech y, al ver al Wolverine que había acabado con él, colocó el retículo rojo sobre la vasta silueta. Cuando el retículo se iluminó en verde, disparó los dos láseres medios y soltó la lanzadera del MCA de un disparo.

Los láseres rubíes desprendieron trozos de blindaje del muslo y el flanco derecho del Wolverine. Dos de los misiles se dirigieron en espiral al ’Mech de los Lanceros e impactaron contra los brazos; otro, contra la rodilla izquierda, y el último, contra la cabina. Este último misil, que despedazó el blindaje de la cabeza del ’Mech, causó más problemas que daños cuando el piloto intentó esquivarlo haciendo retroceder el Wolverine.

Lisa hizo una mueca de dolor. Cuando un disparo alcanzaba la cabeza, los tanques simuladores sacudían al piloto como un bicho en un bote. Mantuvo el retículo sobre el Wolverine y volvió a disparar, sin que el piloto tuviera tiempo de recuperarse. Lisa sabía que aunque el Quickdraw pesaba cinco toneladas más que el Wolverine, tenía menos armamento y blindaje para un ataque lento a ese alcance.

Las lanzas de luz láser consumieron el brazo y el flanco izquierdo del Wolverine, pero Lisa desaprobó la manera como sus disparos se habían esparcido por el objetivo. Aunque había empezado a perforar el blindaje en seis puntos distintos, el hecho de que sólo pudiera haber utilizado dos láseres medios significaba que se pasaría el día quitándose el ’Mech de encima.

El Wolverine se apoyó sobre los talones, pero consiguió apuntar con las armas. La torreta redonda de la cabeza del ’Mech se giró, y el piloto lanzó un amasijo de agujas energéticas escarlatas con el láser de pulsación, que hizo añicos la lanzadera del MCA del Quickdraw. Las sirenas resonaron en la cabina, y el monitor auxiliar no mostró ningún daño en el blindaje central del pecho del ’Mech.

Para presionar el ataque, el cañón automático de pistola del Wolverine lanzó una llama y una cortina de proyectiles que despedazaron el blindaje del brazo del Quickdraw. La lanzadera del MCA del hombro izquierdo se incendió al disparar seis misiles; todos dieron en el blanco y perforaron el torso y el brazo izquierdo del Quickdraw en una cadena de explosiones.

Primero, el tanque simulador salió disparado hacia atrás y, luego, empezó a torcerse hacia la derecha. Cuando recibió el impacto de los misiles, se desplazó bruscamente hacia la izquierda. Unos pequeños temblores procedentes del asiento de mando le recordaron a las fuertes pisadas de un ’Mech luchando por mantenerse erguido. Lisa se echó hacia adelante y se apoyó contra el brazo izquierdo del asiento de mando para mantener su cuerpo a la derecha.

El neurocasco que llevaba traducía los movimientos y el sentido de equilibrio en órdenes informáticas que la unidad de control del Quickdraw pudiera entender. El ordenador suministró energía del motor de fusión a los convertidores eléctricos. Desde allí, los impulsos eléctricos contraían y estiraban las diversas capas de fibra de miómero que hacían la función de músculos. Con las extremidades desplazadas y los pies incrustados en la tierra, el ’Mech se mantuvo en pie, pese a haber sido víctima de un asalto que podría haber arrasado un bloque entero de una ciudad.

Los láseres de Lisa volvieron a arremeter contra el Wolverine. El primero fundió el blindaje del ’Mech por debajo del esternón y trazó una línea en la pintura azul y plateada que los Lanceros utilizaban para decorar sus ’Mechs. El segundo impactó contra la cabeza de la máquina y vaporizó varias capas de blindaje. El ordenador que controlaba el simulacro convirtió el blindaje de los hombros del ’Mech en láminas humeantes.

Otro disparo a la cabeza y podría caer como un Cruzado.

Antes de que Lisa tuviera tiempo de volver a disparar, otro ’Mech ComGuardia se interpuso entre el Quickdraw y el Wolverine. Vio cómo el piloto del Wolverine intentaba retirarse, mientras el humo se desvanecía e identificaba el ’Mech que la protegía.

El Hunchback del capiscol Victor Kodis había sido designado especialmente para ese tipo de pelea cerrada. El enorme cañón automático del hombro derecho vomitó una estela de fuego que desequilibró el ’Mech. La cortina de proyectiles de uranio que disparó devoró el blindaje que quedaba en el torso central del Wolverine abrió una brecha que puso al descubierto los apoyos estructurales de ferrotitanio que constituían el esqueleto del ’Mech.

Mientras el láser de pulsación del brazo izquierdo del ’Mech fundía el blindaje del lado izquierdo del torso del Wolverine, Lisa esperó a que el ’Mech cayera al suelo. Un impacto así casi siempre derriba un ’Mech.

Pero el Wolverine se mantuvo en pie.

Incluso volvió a disparar.

Cuatro MCA arremetieron contra el Hunchback. Un misil golpeó la cabeza del ’Mech y los otros tres despedazaron el blindaje del brazo izquierdo. El cañón automático adoptó el modo de ataque rápido y duplicó el número de disparos, que desprendieron la mitad del blindaje de la pierna izquierda del Hunchback. El láser de pulsación del Wolverine fundió el blindaje del pecho del Hunchback y empujó el pequeño ’Mech al suelo.

Lisa disparó los láseres, que alcanzaron la pierna izquierda y el pecho del Wolverine y vaporizaron el prístino blindaje de la pierna. El rayo deslumbrante se clavó en el pecho y atravesó el agujero del blindaje infligido por el Hunchback. Pese a la luz escarlata que brillaba en el oscuro interior del pecho del Wolverine, no podía ver dónde había dado.

El humo empezó a salir del pecho del ’Mech e hizo que se tambaleara. El piloto del Wolverine intentó dar un paso hacia atrás, pero no consiguió que la máquina se moviera con la fuerza ni la agilidad que había demostrado anteriormente. Se convulsionó y se quedó sentado en el suelo como un niño estupefacto en medio de un brusco juego. Luego, cayó de espaldas, y un humo espeso se cernió sobre él.

Blanco al giro. Lisa hizo un gesto de asentimiento cuando su monitor secundario indicó que había acertado. Delante de ella, el Hunchback se volvió a poner en pie.

—Gracias por el rescate, Kodis.

—Lo mismo digo, capiscolesa. Con usted al mando, podemos hacer frente a esos Lanceros.

—Bien. Continuemos.

—Entendido —dijo Kodis, avanzando con el Hunchback.

Lisa esperó un momento antes de seguirlo. Recordó cómo el Wolverine se había mantenido en pie tras el disparo del Hunchback y lo comparó con el ataque que había recibido del ’Mech de los Lanceros. Sabía perfectamente que debía haber caído al suelo, pero la experiencia y una buena dosis de suerte habían conseguido equilibrar su ’Mech.

Lisa lanzó un suspiro. Evelena Haskell dijo que aceptaba el contrato en la Tierra porque necesitaba tiempo para entrenar a las nuevas tropas que había reclutado. Si el resto de sus reclutas son tan buenos como el piloto de ese Wolverine, tengo la solución al misterio de la mala actuación de mis tropas. Pero esa solución conduce a otro misterio: ¿dónde está reclutando personal?.

—Evelena, si tienes una fuente de pilotos con talento innato me gustaría saber dónde está —dijo Lisa, poniendo en marcha el Quickdraw—. Con tropas como las tuyas en nuestro bando, los Clanes no osarán acercarse a la Tierra.