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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
15 de diciembre de 3057
Vlad se ruborizó mientras esperaba en un extremo del gran vestíbulo que el Khan Elias Crichell había escogido para la ceremonia. Los guerreros que rodeaban el vestíbulo habían sido Lobos, y la mayoría podían solicitar un nombre de sangre. Todos habían pasado por su situación, a la espera del primer combate del Juicio de Derecho de Sangre para conseguir uno. Tal vez los que estaban lo bastante cerca como para ver las mejillas sonrojadas dé Vlad se preguntasen si lo que le acobardaba era ser el centro de tanta atención o la presencia de los Khanes del Clan de los Halcones de Jade presidiendo la ceremonia.
Pero el color de sus mejillas tenía otra causa.
Aquélla era la segunda vez que participaba en una lucha por un nombre de sangre. Después de matar a los cuatro rivales que se le habían enfrentado, la lista de candidatos había disminuido de treinta y dos a dos. Su enemigo final era un hombre al que había derrotado en combate y que le había derrotado a él, tanto en un ’Mech como en un combate mano a mano. La lucha final decidiría cuál de los dos era superior, y el nombre de sangre de Ward sería el premio para el vencedor de aquella batalla.
Phelan Kell, un librenacido al que Vlad había capturado e incorporado al Clan de los Lobos, se había pasado de sirviente a guerrero y reunía los requisitos para competir por el nombre de sangre de Ward. Vlad odiaba a Phelan y todo lo que él representaba. Sus triunfos desmentían la creencia de los Clanes en la superioridad de sus guerreros. Phelan era la antítesis de los métodos de los Clanes, y Vlad ansiaba más matarlo que conseguir el nombre de sangre por el que competían.
Vlad no había ganado aquel día. Derrotado, maltrecho y herido, se había tendido entre el polvo de Tukayyid y había pedido a Phelan que lo matase.
—Tú eres un guerrero. Mátame.
—No lo entiendes, ¿quiaf? —había dicho Phelan con abyecta lástima—. Soy más que un guerrero. Quizá lo entiendas cuando ganes tu nombre de sangre.
Sí lo entiendo, Phelan. Aunque se avergonzaba de reconocerlo incluso a solas, Phelan tenía razón. Los miembros de los Clanes nacían y eran educados para convertirse en guerreros. Vlad no podía no ser un guerrero, del mismo modo que no podía tener alas y echar a volar. La esencia de guerrero impregnaba cada fibra de su ser y formaba parte de los filamentos de su ADN. Ser un guerrero era tan natural en él como respirar.
Convertirse en más que un guerrero requería algo extraordinario: calma de visión y sentido de destino. Vlad siempre había creído que era un gran líder en ciernes para su Clan, y tal vez para todos los Clanes. Darse cuenta de que el destino significaba apuntar a sus sueños con claridad y decisión, y matar enemigos para, garantizar la continuidad de su material genético no era suficiente. Tenía que mirar más allá, moldear el futuro en el que sus genes se reproducirían, lo que significaba identificar y eliminar a todo el que se cruzase en su camino.
Pero el primer paso es conseguir mi nombre de sangre.
Sobre la tarima, en el otro extremo de la sala, Elias Crichell dio un paso al frente para separarse de Marthe Pryde, la recién nombrada saKhan de los Halcones de Jade.
—Soy el Maestro de Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa Ward. ¿Están ustedes de acuerdo?
La palabra seyla resonó por toda la sala cuando los presentes contestaron a la pregunta. En otra época, en otro lugar, el líder del linaje Ward había presidido el cónclave, pero Phelan Kell Ward se había exiliado durante el Ritual de Abjuración. Crichell había insistido en desempeñar el papel de Maestro de Juramento, y Vlad no se había opuesto.
—Entonces que el resultado de este cónclave nos una a todos hasta que caigamos —dijo Crichell, adoptando una seria expresión y reduciendo la velocidad del discurso a medida que pronunciaba la fórmula de los Lobos para el ritual en lugar del rito más formal de los Halcones de Jade—. Usted, Vlad, representa lo mejor de la Casa Ward y su Clan, sin embargo este último no es la razón del combate que nos ha traído hoy aquí. Usted lucha por el derecho y el honor de llevar el nombre de Ward, un Derecho de Sangre especialmente venerado. El nombre Ward es elevado, como lo fueron los de todos los que se mantuvieron fieles al sueño de Aleksandr Kerensky. ¿Lo entiende?
—Seyla —contestó Vlad.
Todos los niños de todos los sibkos sabían que Aleksandr Kerensky creía que podría poner fin a los conflictos que habían destrozado la Liga Estelar y habían devastado la raza humana, alejando a su gente de la Esfera Interior para crear sus hogares en regiones distantes y desconocidas del espacio. Pero el conflicto los había seguido. Nicholas, el hijo de Aleksandr, vio la solución. Seiscientos guerreros se unieron a él para pacificar las facciones enfrentadas, y así nacieron los Clanes y sus métodos. El nombre de cada uno de esos seiscientos guerreros leales se transformó en un nombre honorífico, que se podía conferir a la progenie, aunque sólo veinticinco guerreros podían solicitar un Derecho de Sangre de una sola vez.
El pedigrí de un Derecho de Sangre particular era muy importante porque formaba la tradición que cada nuevo representante de ese linaje intentaba fomentar. Algunas veces un Derecho de Sangre tenía una pobre Herencia de Sangre debido a una deshonra, como era entonces el caso del Derecho de Sangre de Vandervahn Chistu. Crichell había permitido que Vlad luchase por el Derecho de Sangre que había solicitado por última vez Conal Ward, un audaz guerrero de los Lobos, que había compartido la visión política de Crichell y al que Phelan Ward había asesinado.
Crichell asintió con solemnidad.
—¿Se da cuenta, al aceptar su participación en este combate, que santifica con su sangre la decisión de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en el pináculo del desarrollo humano? El hecho de que haya sido elegido para participar indica que es un guerrero de elite, pero esta victoria lo situará entre los pocos que están en el cénit de lo que los Clanes consagran.
Vlad asintió con un gesto de cabeza.
—Seyla.
—Explíquenos, Vlad, por qué es digno de este honor.
Vlad estiró los guantes grises que llevaba y dejó que se oyera el ruido de la piel del Clan de los Lobos para recordar a los antiguos Lobos que vestían con el verde de los Halcones de Jade que él era el único que se mantenía fiel a sus raíces.
—Soy digno porque he sido rechazado. Soy digno porque he perseverado frente a la adversidad. He matado a nuestros enemigos, he seguido las órdenes de nuestros líderes y he afrontado las manchas de nuestro honor.
Pareció que a Crichell le sorprendía su respuesta, y Vlad supuso que era porque los candidatos de los Halcones de Jade eran famosos por recitar una larga lista de combates y victorias que se extendían hasta sus días en el sibko, mucho antes de que hubieran obtenido el rango de guerrero. La lista de conflictos identificaba a cada guerrero y solía ser única, como las huellas dactilares. La respuesta de Vlad era poco ortodoxa, incluso según los cánones de los Lobos; sin embargo, nadie preguntó quién era ni por qué recibía tal honor.
—Sus peticiones son sustanciales y han sido verificadas —dio Crichell, haciendo un gesto a Vlad para que se adelantase—. Ahora deberá enfrentarse a su primer enemigo.
A diez metros de Vlad, un joven dio un paso al frente de la multitud y se situó en la alfombra roja que conducía a Vlad a la tarima. Llevaba un traje de salto verde y era más alto que Vlad. Sus enormes y musculosas dimensiones indicaban, sin duda, que era un Elemental, aunque Vlad no reconocía al hombre. En consonancia con los gustos de los Elementales, llevaba el pelo recogido en una cola y el resto de la cabeza afeitado.
Vlad se acercó a él y se detuvo a un metro de distancia.
La voz de Elias Crichell resonó en el vestíbulo.
—¿Por qué es usted digno?
El Elemental agudizó la mirada.
—Represento a dieciséis que no son dignos.
Debido a lo que Vlad había hecho para liberar a los Lobos de los Halcones, nadie de la Casa Ward quería enfrentarse a él en un Juicio de Derecho de Sangre; sin embargo, la tradición del Clan no permitía otorgar un nombre de sangre sin que se disputara una lucha. Cada persona a la que se enfrentara se presentaría como sustituto de todos los que habrían perdido en las cinco rondas de la lucha. Lo único que Vlad tenía que hacer era dar un golpecito en el hombro de su oponente y se le permitiría el paso.
Vlad se agachó y sacó, de la funda de su bota derecha, una daga con una cabeza de lobo en la empuñadura. Se puso firme, agarró la cola del Elemental con la mano izquierda y la estiró con fuerza, por lo que el hombre inclinó la cabeza hacia atrás. Cuando el Elemental levantó la barbilla dejó la garganta al descubierto, y Vlad aprovechó el momento para apretar la hoja plateada de la daga contra la pálida carne por debajo de la nuez. Lo hizo con tanta fuerza que dejó un leve rastro carmesí bajo la hoja.
Vlad la apartó de golpe, y el Elemental se movió hacia un lado.
La siguiente de la fila era una de las pequeñas guerreras de cuerpo endeble y cabeza alargada que pilotaban las naves de combate aeroespacial del Clan. Anunció que se presentaba en nombre de los ocho que no eran dignos, y Vlad le hizo un corte similar en la garganta. Después de ella, venía un MechWarrior que representaba a cuatro que no eran dignos de ganar el nombre de sangre de Vlad.
Vlad siguió adelante.
—¿Por qué es usted digna? —preguntó a la siguiente enemiga.
La MechWarrior sacudió la cabeza.
—Sustituyo a dos que no son dignos.
Antes de que Vlad pudiera agarrar su oscura melena, levantó la barbilla y le ofreció la garganta. Vlad apretó la hoja contra el cuello, hasta que apareció una gota encarnada que resbaló hasta la canal de sus pechos; dejó que se retirase y siguió hasta su último rival.
Vlad volvió a formular la pregunta.
—¿Por qué no es usted digno?
El Elemental abrió los ojos al oír la pregunta y adoptó una severa expresión.
—No soy digno porque usted, Vlad, es un Lobo de corazón, mente y alma. Usted debe arrebatarme la vida —dijo el hombre, que se abrió el traje de salto, dejó el pecho al descubierto y cerró los ojos—. Acalle este corazón indigno y tome lo que es suyo.
Vlad giró el cuchillo con la mano, lo levantó y se preparó para hundirlo en el pecho del hombre. Se oyeron unas cuantas voces cuando la daga trazó un arco en el aire, entre las cuales destacó la del Khan Elias Crichell. Vlad se detuvo, a la espera de que un impulso interno moviera el cuchillo. La sangre de la hoja se deslizó hasta el borde del arma y se unió al rojo de la alfombra.
Vlad giró la daga, bajó la mano y apretó la empuñadura de la cabeza de lobo contra el pecho del Elemental. El hombre cayó al suelo, y Vlad dio un salto y se sentó a horcajadas sobre él antes de que pudiera abrir los ojos. Agarró la oscura trenza del hombre y levantó su cabeza del suelo.
—Si fuera sólo un guerrero lo habría matado, pero soy algo más —dijo Vlad, girando la daga con la mano para enseñar la hoja ensangrentada a los presentes—. Hoy me convertiré en Vladimir Ward. Soy más de lo que era, pero menos de lo que llegaré a ser. Recuerden este día. Recuerden estos acontecimientos. A partir de este momento, yo y mis hombres llevaremos a cabo los proyectos de Nicholas Kerensky.
Soltó el pelo del Elemental y pasó por encima de él. Alzó la mirada y vio a Elias Crichell mirándolo fijamente. Marthe Pryde también tenía la mirada clavada en él, pero sus ojos no mostraban el enojo ni la sorpresa de los de Crichell.
Me mira como yo he mirado a muchos enemigos. Del mismo modo que yo sé que Phelan es la antítesis de los Clanes, ella sabe que yo soy la antítesis de los Halcones de Jade. Ve lo que Crichell nunca llegará a ver.
Elias Crichell bajó el primero de los tres escalones que conducían a la tarima. Vlad pasó junto a él, estrechó la mano que Crichell le alargaba para felicitarlo y volvió a llevar al Khan de los Halcones de Jade a la tarima. A continuación, levantó la daga ensangrentada por encima de su cabeza.
Crichell apartó la mano de la de Vlad, se giró y dio un paso atrás.
—Trothkin de aquí y allá, presentes y ausentes, vivos y muertos, sean fuertes. Hoy se incorpora un nuevo miembro. Les presento a Vladimir de los Ward.
—Seyla —gritaron los presentes.
Crichell alzó las manos para acallar el aplauso.
—Su Derecho de Sangre, Vlad, tiene un honor especial. Es el único exento de la abjuración, ya que siempre ha sido leal a los Clanes. Ha permanecido abierto desde que su último representante fue brutalmente asesinado por un Khan de los Lobos. Yo conocí a Conal Ward. Pese a su enemistad con los Clanes, él era amigo mío y me enorgullece que herede el Derecho de Sangre que le corresponde.
¿De verdad crees que ejercerás control sobre mí tan fácilmente, Elias? Vlad lo miró con incredulidad y sacudió la cabeza.
—Éste no es el Derecho de Sangre por el que he luchado.
—Pero los otros…
Vlad asintió lentamente.
—Sí, usted creía que buscaba un Derecho de Sangre intacto, sin la mancha de los desleales Lobos. Sé que esto es motivo de preocupación para usted y los Halcones de Jade porque están muy aferrados a su honor. Pero aunque ustedes evitan la más leve mancha, yo he decidido regodearme en ella. Mi intención es redimir totalmente un Derecho de Sangre mancillado.
El Lobo bajó la mano lentamente y guardó la daga en la funda de la bota. Se volvió a levantar y miró a la audiencia.
—Mi intención era luchar y ganar el Derecho de Sangre que me había sido denegado en una ocasión. Solicito el Derecho de Sangre de Cyrilla Ward, Derecho de Sangre del Khan Phelan antes de que nos traicionara a todos.
La audiencia irrumpió en gritos y risas nerviosas, que acabaron convirtiéndose en aplausos. Crichell enrojeció, y el rostro de Marthe adoptó una expresión incomprensible. Vlad sonrió y extendió los brazos, a lo que la audiencia contestó con mayor regocijo.
—Ha conseguido un nombre de sangre, Vlad. No debe actuar como si lo hubiera convertido en Khan —gritó el viejo Khan de los Halcones.
—Todavía no. Simplemente me ha abierto la puerta —dijo Vlad, arqueando las cejas—. El cumplimiento de su mitad del trato es lo que me convertirá en Khan.
Marthe entrecerró los ojos.
—Los Halcones de Jade ya tienen dos Khanes.
—Ya lo sé, Khan Marthe —dijo Vlad antes de girarse hacia Crichell—. He luchado para rechazar la absorción. Para convertirme en Khan, necesito mi propio Clan.
Crichell hizo un gesto de asentimiento.
—La segunda mitad de su precio.
—Exacto.
—¿Qué?
—¡Ahora no, Pryde! ¡Ahora no! —exclamó Crichell antes de mirar de nuevo a Vlad—. Tendrá lo que desee. De hecho, merece más de lo que desea. Yo me encargaré de ello.
Vlad levantó las manos y las volvió a bajar para acallar a la multitud. Miró a Crichell.
—Le concedo la palabra.
El Halcón de Jade inclinó la cabeza respetuosamente hacia Vlad.
—Gracias, Vladimir Ward. Como todos ustedes saben, Vlad mató al Khan Vandervahn Chistu en un Juicio de Rechazo con motivo de la absorción de los Lobos por los Halcones de Jade. Esa absorción, que no obtuvo respuesta durante días, se cumplió sin que nadie protestara, hasta que rescatamos a Vlad con vida entre los escombros de la colina de gobierno. Esta acción en nombre de un Clan que ha desaparecido merece una celebración y exige una recompensa.
Crichell se llevó la mano derecha al pecho.
—Yo sólo soy un Khan de los treinta y dos existentes, y estoy limitado en mi poder. Lo que ahora doy a Vlad, lo que doy a todos ustedes en su nombre, es lo máximo que puedo ofrecer y ofreceré, con toda libertad y convicción.
»Trothkin de aquí y allá, presentes y ausentes, vivos y muertos, escuchen lo que tengo que decirles —dijo Elias Crichell con una expresión casi risueña, pese a la falsedad que Vlad vio en su mirada—. Renuncio a la absorción. Los que eran Lobos y recientemente se han convertido en Halcones de Jade pueden alegrarse. Los proclamo fundadores del Clan de los Lobos de Jade. Todos se atendrán a él, y que así sea hasta que todos caigamos.