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Primer Complejo de Circuitos ComStar,

isla del cabo Hilton

Norteamérica, la Tierra

1 de marzo de 3058

El escozor de sus ojos y las lágrimas que los inundaban no se debían tan sólo al humo y al cansancio. La capiscolesa Lisa Koenigs-Cober no podía creer la destrucción del complejo, en el que no había quedado un solo edificio intacto. Las llamas que ardían en algunos de ellos competían con la tenue luz del amanecer. Al oeste, el negro humo se unía a las oscuras nubes premonitoras de la tormenta a la que ella misma acababa de hacer frente.

La unidad de Guardaespaldas de la Primus, formada principalmente por infantería de blindaje ligero y salto, había conseguido mitigar el asalto directo del batallón de blindaje de los Lanceros, quienes habían contraatacado con su batallón de artillería, bombardeando metódicamente el Primer Complejo de Circuitos. Era obvio que tenían la intención de atacar a los Guardaespaldas hasta el amanecer y, luego, atravesar la línea con un ataque de blindaje.

Y se habrían salido con la suya si Crown y yo no hubiéramos llegado a tiempo para detenerlos. Tras abandonar el lugar de los hechos, Lisa había localizado a otro miembro de su lanza.

El semicapiscol Stephen Crown había conseguido sacar su Shadow Hawk de la desvencijada Nave de Descenso. Los paquetes de propulsión de apoyo de descenso de los otros dos ’Mechs a bordo, un Centurión y un Hunchback, se habían estropeado o, al menos, no habían funcionado lo bastante bien como para salvar a sus pilotos.

Alentándose mutuamente para seguir avanzando, Lisa y Crown habían alcanzado el cabo Hilton en trece horas. Destrozaron sistemáticamente todos los platos de microondas y las líneas de comunicación que encontraron a su paso y se llevaron por delante una parte de la red de suministro de electricidad. Suponían que las interrupciones se verían afectadas por la tormenta, lo que minimizaba las posibilidades de que se corriera la voz de su llegada.

La precaución obtuvo su recompensa. Atacaron las baterías de artillería de los Lanceros por retaguardia: primero, fueron a por las municiones y, luego, destrozaron los aerocamiones que contenían todo el material. Los vehículos explotaron como fuegos artificiales y tiñeron la noche de un falso amanecer y una muerte abrasadora. Lisa decidió prescindir de la mayor parte de la artillería y dejar atrás las posiciones de blindaje. Ella y Crown podrían haber causado grandes daños a aquellas fuerzas, pero también habrían destruido sus propios ’Mechs y, por lo tanto, no podrían haber cumplido su principal objetivo.

Un amasijo de cristales y argamasa crujió bajo sus pies cuando se agachó para atravesar la puerta que conducía a la cámara del Primer Complejo. A través de un agujero en la esquina sureste del edificio podía ver el cielo gris. Una tenue luz se filtraba en la habitación a través del agujero y las ventanas vacías y semicirculares que rodeaban la cámara. La parte superior de la estancia estaba cubierta de humo, pero el aire era nítido en la hondonada del suelo de madera, entre los podios de cristal de los capiscoles. De pie en medio de la habitación, sobre el suelo pulido con la insignia de ComStar, se encontraba Sharilar Mori, la Primus.

—Tenemos que irnos, Primus Mori.

La mujer alzó la vista, asustada. El gorro de la toga dorada cayó hacia atrás y reveló su oscura y larga cabellera con pinceladas blancas.

—¿Irnos, capiscolesa?

Lisa bajó las escaleras de madera, apartando los escombros que encontraba a su paso.

—Sí, Primus. La Fond Memory está preparada para despegar. Podemos unirnos a la Serene Wisdom y abandonar el sistema terráqueo.

La vieja mujer japonesa sacudió la cabeza lentamente.

—Yo no abandonaré la Tierra.

—He recibido órdenes, Primus.

Los oscuros ojos de Sharilar Mori centellearon de enojo.

—Yo soy la Primus. Sus órdenes no me incumben.

—Me temo que sí —dijo Lisa, cruzándose de brazos—. En el supuesto de que la Tierra caiga, tengo que evacuar o destrozar todo lo que tenga valor para nuestros enemigos.

—Entonces, cumpla su deber y déjeme aquí.

—No puedo.

—Los blakistas no me expulsarán de la Tierra.

—Entonces, ¿se convertirá en una mártir?

—Si ellos quieren.

Lisa sacudió la cabeza.

—Pensaba que habíamos desechado tal necedad cuando los blakistas se apartaron de nuestro camino.

La Primus la observó con una persistente mirada. Lisa se preparó para soportar su severa reprimenda, pero de pronto el enfado desapareció de sus ojos.

—Las viejas costumbres no mueren fácilmente.

—Las viejas costumbres de aquí están muertas —dijo Lisa, haciendo un gesto con la mano—. Venga, Primus.

Mori agarró la mano de Lisa y dejó que la condujera al exterior de la cámara del Primer Complejo.

—¿Están muy mal las cosas?

—No pueden estar peor. Los Lanceros son blakistas. Supongo que la CCI División ya no existe: ha sido destruida por fuerzas internas o externas.

—¿No cree que salieran adelante?

Lisa sacudió la cabeza.

—Si la unidad entera se hubiese amotinado, no habría tenido ningún motivo para atacarnos a mí y a mi lanza; pero como representábamos un punto de resistencia tenían que eliminarnos. Renegados y Lanceros, todos han desaparecido. No tengo ni idea de lo que ha ocurrido en Sandhurst, pero supongo que las unidades blakistas se dirigen a la Tierra a toda velocidad.

La Primus se estremeció.

—Dos Naves de Salto entraron en el sistema exterior de la órbita de la luna.

—De no haber sido por la tormenta, los Lanceros estarían esperando para darles la bienvenida en el cabo Hilton.

Sharilar Mori paseó la mirada por el asediado paisaje y volvió a estremecerse.

—Son bienvenidos en lo que encuentren.

Lisa se encogió de hombros.

—Que creo que no será mucho —dijo haciendo un gesto con la mano para llamar a dos soldados—. Conduzcan a la Primus a la Fond Memory. Digan al capiscol Konrad que despegue inmediatamente: las Naves de Descenso que se aproximan son extremadamente hostiles y tenemos que evitarlas a toda costa.

—Sí, capiscolesa.

La Primus alzó la mano.

—Esperen. ¿Usted no viene?

Lisa frunció el ceño y dio un suave puntapié al bordillo de ferrocemento.

—Esta isla está plagada de instalaciones de investigación, zonas de almacenaje y archivos informáticos. Hemos cargado la Fond Memory al máximo, y sus Guardaespaldas, excepto una brigada o dos, también irán con usted. Los demás tendremos que detonar este lugar.

—Pero ¿conseguirá escapar? —preguntó Mori con expresión de curiosidad—. No me iré sin los míos.

—Hay una lanzadera esperando. Nos reuniremos con usted antes de que se acople a la Nave de Salto.

—Esperaré su llegada con impaciencia —dijo la Primus, que primero se giró hacia el aerocoche aparcado en medio del bulevar y, después, de nuevo hacia Lisa—. Recuerde, capiscolesa: el martirio es una necedad que hemos desechado.

—Eso tengo entendido, Primus —dijo Lisa con un breve saludo—, pero usted debe sembrar el odio. Los blakistas vinieron a por la Tierra, y nosotros nos aseguraremos de que la Tierra sea todo lo que consigan.