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Leitnerton, Coventry

Provincia de Coventry, Alianza Lirana

15 de junio de 3058

A Doc Trevena no le sorprendió especialmente oír pasos en la azotea que había detrás de él. Los Titanes se habían acostumbrado a encontrárselo mirando hacia Whitting y Port Saint William. A menudo, Shelly Brubaker lo acompañaba en el Camino del Capitán, pero ella no era su única visitante. Desde que han llegado los demás Dragones, sus visitas han sido demasiado infrecuentes.

Miró por encima del hombro, se giró y se puso firme.

—Alteza, no sabía…

Victor le devolvió el saludo y contempló la vista con interés.

—Es un buen lugar para verlo todo.

—Sí, Alteza —dijo Doc, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón—. ¿En qué puedo serviros?

El príncipe se quedó pensativo y asintió con la cabeza.

—Siento interrumpir su soledad. Ayer lo vi aquí, y cuando pregunté quién era, me explicaron toda la historia de cómo ha conseguido marear a esos Halcones. Pensé que su perspicacia me sería de gran ayuda. ¿Ha adquirido esta sabiduría durante el tiempo que ha pasado aquí?

—No lo sé muy bien, Alteza —dijo Doc, sintiéndose cada vez más incómodo e inseguro—. Lo que quiero decir es que no tengo ninguna habilidad especial.

—¿Cómo? —dijo Victor, mirándolo de arriba abajo—. Usted creó una compañía a partir de tropas inexpertas pero entusiastas, y la ha convertido en una unidad que sólo ha perdido un poco de blindaje y el viejo activador en tres meses de operaciones contra un enemigo del Clan.

—Si lo explicáis así, Alteza, parece más de lo que es.

—No se subestime, Hauptmann Trevena.

—No, Alteza —dijo Doc con una leve sonrisa—, no quiero subestimarme, pero tampoco quiero exagerar mi papel. Los Titanes tienen un gran coraje. Lo único que hice fue enseñarles a atacar sin ser atacados.

—También planeó y llevó a cabo el asalto a Whitting.

Doc sacudió la cabeza.

—Los Dragones dirigieron la batalla por sí solos, Alteza. Nosotros nos limitamos a ir a Whitting y robar algunos datos. Fue un último acto de rebeldía.

—Pero significa que la última batalla disputada en Coventry fue una derrota del Clan.

—Eso se debe a que decidieron no forzar la situación porque estaban preparándose —dijo Doc, mirando al Príncipe—. Disculpad, Alteza, pero imagino que tenéis cosas mejores que hacer que venir aquí a elogiarme por la actuación de la unidad más ligera del planeta.

—Tal vez —dijo Victor, lanzando un leve suspiro—. Los Halcones nos han enviado información sobre las tropas que tienen en Coventry. No le sorprenderá oír que corresponde a la información que usted extrajo durante el asalto a Whitting, lo cual me plantea un problema.

—Sí, Alteza.

El Príncipe frunció el ceño.

—La razón que me ha impulsado a venir aquí es que la información indicaba que los Halcones de Jade tenían cuatro galaxias operando en Coventry. Según mis fuentes, yo suponía que podían haber seis.

Doc se cruzó de brazos.

—Enviamos información desde Tharkad diciendo que habíamos visto elementos de unas diez galaxias distintas.

Deberíais saber… —dijo mientras su cerebro analizaba las implicaciones de la desinformación del Príncipe—. Supongo que vuestra hermana y vos no habláis demasiado últimamente.

—La verdad es que no —dijo el Príncipe con una sonrisa de arrepentimiento—. ¿Usted se lleva bien con sus siblings?

—Muy bien, pero tengo ex mujer, así que puedo entenderlo.

—Supongo que sí —dijo Victor, examinando de nuevo a Doc—. Los hombres de ahí abajo le han llamado Doc. ¿Puedo llamarlo así?

—Como deseéis, Alteza.

Victor soltó una suave carcajada.

—De momento, podríamos dejarlo en Victor porque lo que requiero de usted, Doc, no tiene nada que ver con títulos, ni rangos, ni nada por el estilo. Quiero una opinión honesta y respuestas directas. Le hablo de soldado a soldado, nada más. No me explique lo que cree que quiero oír, sino lo que sabe y lo que piensa. ¿Lo entiende?

—Sí, Alteza.

El Príncipe arqueó una ceja y Doc se estremeció.

—¿Está seguro de que no quiere que explore Port Saint William por vos… Victor?

—Quizá más tarde —dijo Victor mientras se agachaba para arrancar una roca del techo de alquitrán y lanzarla al vacío—. Hágame una valoración de las fuerzas del Clan que hay aquí.

Doc lanzó un fuerte suspiro.

—Hemos visto muchas tropas y muchos estilos distintos de lucha. Los Halcones han cometido errores bastante básicos. Por lo que he podido ver, creo que están desesperados y, por eso, arrasan con todo lo que encuentran y puede caber en una cabina.

El Príncipe frunció el ceño.

—No es la primera vez que oigo esto, pero me niego a creerlo.

Doc adoptó una expresión de sorpresa.

—¿Por qué?

—Usted es la primera persona que me pide explicaciones. Eso está bien —dijo Victor con una breve sonrisa—. Ragnar ha echado un vistazo a los números que usted ha obtenido y a los prisioneros que se llevaron, incluso ha revisado algunos de los interrogatorios holografiados. El opina que si los Halcones hubieran hecho un reclutamiento en masa, tendría una gama más amplia de edades entre los prisioneros. Arimas, por ejemplo, está en edad de servir a una unidad de frente, pero no parece haber pasado ninguna prueba para obtener el puesto.

—Sí que parece extraño que alguien como él no haya servido antes. ¿Qué cree Ragnar que están tramando los Halcones?

—No lo ve claro, pero los Clanes siempre han difundido el rumor de que en una ocasión los miembros de una casta científica desaparecieron y crearon su propio cuadro de guerreros para combatir o impedir la intervención de los guerreros de su Clan. Si ese programa clandestino de reproducción hubiese empezado hace dos décadas, ahora tendría infinidad de candidatos a las unidades a las que nos hemos enfrentado aquí.

Debería haberme dado cuenta. Doc sacudió la cabeza lentamente.

—Yo vi unas tropas principiantes y pensé que su falta de experiencia se debía a que eran una banda de luchadores tan variopintos como los Titanes. Tenían la experiencia de un niño. Los Halcones los trajeron aquí, los entrenaron enfrentándose contra nosotros y los enviaron a ocupar los puestos que habían quedado vacantes durante la guerra con los Lobos. Nosotros luchamos por nuestras vidas, y ellos buscan jugadores.

—Eso no lo sabemos con certeza, así que no sea tan duro con usted mismo, Doc. Es sólo una posibilidad.

—Pero creo que es la correcta. Eso lo explicaría todo.

El Príncipe asintió con la cabeza.

—Sus datos y los informes de la Khan Pryde indican que tienen ocho galaxias en esta roca. Contando con lo que nos queda en Leitnerton nuestra fuerza tiene trece regimientos. Si tenemos en cuenta los factores de ajuste que intervienen en la formación y condición de una unidad, nuestra fuerza se puede equiparar a la de los Halcones.

Doc mantuvo la mirada fija en la ciudad.

—Leitnerton es defendible. Si vienen podemos causarles daños.

—De acuerdo. El problema es que nosotros tendremos que ser los agresores.

—Como habéis dicho, tenemos una buena racha.

—Cierto, pero necesito saber cómo alargarla —dijo Victor, estirando el brazo para poner la mano en el hombro de Doc—. Usted ha estado aquí desde que llegaron. Ha luchado contra algunas de sus mejores unidades y algunas de las más inexpertas. Estaba allí cuando derrotaron a los Soldados de Waco.

—Así es.

—Lo que quiero saber es lo siguiente, Doc: ¿las tropas que los Halcones tienen aquí están preparadas para una verdadera lucha?

—Seguro que no dejarán de disparar, y generalmente dan en el blanco —dijo Doc, lanzando una piedra a la calle—. Creo que los Halcones lucharán con lo mejor que tienen. Los Titanes consiguieron sorprenderlos un par de veces, pero sólo porque se enfrentaban a un puñado de niños. Podéis estar seguros de que las siguientes tropas tendrán veteranos reforzando las líneas y dirigiendo las acciones. Estarán ansiosos de lucha, Victor. No tengáis la menor duda.

—Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿por qué? —dijo Victor, señalando hacia donde las luces de Port Saint William iluminaban el horizonte al suroeste—. Que luchasen para entrenar a las tropas tiene sentido, pero sólo porque controlaban la situación y podían poner fin a la lucha cuando tuviesen demasiadas bajas. También puedo entender que intenten demostrar sus trabajos doctrinales, pero para eso están los ejercicios simulados. Si yo fuera a atacar al enemigo para poner a punto a mis tropas creo que escogería un lugar que pudiera defender mejor, un lugar más próximo a mi casa, para que la logística no supusiera ningún problema.

—Como un mundo en la frontera.

—Exacto.

Doc sonrió cuando logró encajar la última pieza del puzzle.

—Vinieron aquí porque sabían que defenderíamos el lugar.

—¿Qué?

—Coventry es como la fundición que mi batallón tenía que vigilar cuando llegaron los Clanes. Creamos una defensa, pero lo único que interesaba a los Clanes era el hecho de que nosotros estuviéramos allí. Querían entrenar contra nuestras tropas. No atacarán a los Dragones ni a la Caballería Ligera de Eridani en la frontera. Tenían que inventar una amenaza que resultase creíble y real en un lugar como Tharkad, para que les enviásemos nuestras mejores tropas.

—Así que no tenían intención de atacar Tharkad. Sólo querían enfrentarse a lo mejor que tenemos —dijo el Príncipe, arrancando otra piedra y pasándosela de una mano a otra—. No puedes cazar tigres si no vas donde viven los tigres.

—Y éstos son cazadores de tigres, Victor —dijo Doc, mirando al Príncipe con franqueza—. Son buenos y se están volviendo mejores. Las ocho galaxias de las que disponen serán muy astutas y estarán preparadas para derrotaros sea como sea. Os atacarán desde todas partes. Tal vez sean algo rígidas a la hora de seleccionar los objetivos, pero yo siempre he pensado que cuando alguien te dice que acabará contigo antes de hacerlo tiene un alma de acero y un gran coraje.

—No es la forma más adecuada de declarar la guerra, pero sí la más audaz.

—Audacia y orgullo: los dos pilares de los Halcones —dijo Doc, encogiéndose de hombros—. No creo que os pueda ofrecer más información. No sé si os he sido de ayuda…

El Príncipe asintió con la cabeza y dio una palmada a Doc en el hombro.

—Me ha dado algo más en lo que pensar, gracias. Hay que tomar muchas decisiones difíciles.

Doc se frotó los pantalones con ambas manos.

—Imaginar cómo morirán las tropas no es una tarea fácil.

—Cierto, Doc —dijo Victor, ofreciéndole la mano—. Veré lo que puedo hacer para no llegar a ese extremo.