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Borealtown, Wotan

Zona de ocupación de los Halcones de Jade

2 de enero de 3058

El Khan Elias Crichell esbozó una amplia sonrisa, decidido a no dejar que el mal genio de Marthe Pryde le arruinase el día. La oscuridad de sus pensamientos debe iluminar este día.

—Khan Marthe, puedo y quiero seguir el transcurso de las cosas.

Marthe Pryde lo miró fijamente mientras contenía la ira que amenazaba con estallar de un momento a otro.

—Elias, nunca se ha escogido a un ilKhan fuera de Strana Mechty. Su decisión no tiene ningún precedente.

Sus ojos azules, sólo un poco más oscuros que los de ella, se inflamaron de enojo.

—El precedente es lo que cada vez menos hombres utilizan para santificar actividades cuestionables. Yo preferiría establecer un precedente que seguirlo. Somos Halcones de Jade. Tenemos que gobernar, y gobernaremos.

—Un gobernador ilegítimo no es un gobernador.

—Es el Gran Consejo el que decide la legitimidad de mi gobierno —dijo Crichell, señalando hacia la puerta—. Nuestros compañeros Khanes están reunidos en esa sala para decidir si debo convertirme en el nuevo ilKhan. La decisión se tomará aquí y hoy, y es mejor para mí, para usted y para nuestro Clan que la decisión me favorezca.

Marthe se giró bruscamente con los hombros encogidos bajo una túnica de piel verde.

—No intente persuadirme con promesas de gloria personal, Elias Crichell.

—No era ésa mi intención, Marthe, aunque alcanzará la gloria personal si salgo elegido —dijo Crichell, conteniendo una sonrisa al ver que lo miraba por encima del hombro—. Ya sabe que no sirvo para dirigir a los Clanes en combate. Eso lo dejo para guerreros diestros como usted. Cuando sea ilKhan y reanude nuestra cruzada…

—Dos acontecimientos que tendrán lugar al mismo tiempo.

—No lo creo.

—¿Qué? —exclamó Marthe, girándose hacia él. El pectoral malaquita y dorado se le movió hacia un lado, pero ella se lo recolocó con la mano—. ¿Retrasará el inicio de la cruzada?

—Sí.

—Pero si quiere convertirse en ilKhan para dirigirla, ¿por qué no se toma su tiempo para volver a Strana Mechty y convocar elecciones de forma adecuada?

—Porque el tiempo no está de nuestra parte —contestó Crichell, bajando el tono de voz—. Usted sabe los daños que nos causaron Ulric y Natasha Kerensky en la última guerra.

—Lo sé.

—Y ahora los Lobos han devastado la fuerza que enviamos a Morges. La coronel de estrella Mattlov cayó herida y dejó que destrozaran su fuerza. Todavía más significativo es el hecho de que los Lobos exiliados sufrieran muchos menos daños técnicos. Se han retirado al mundo de Arc-Royal, que en otro tiempo fue el planeta natal de Phelan Ward, y están preparados para defender la frontera de la Alianza Lirana contra nuestras depredaciones.

—No son más que las reminiscencias de un Clan. Podemos arrollarlos.

Crichell sacudió la cabeza.

—No, no podemos.

—¿Tantos daños sufrimos?

—Ulric hizo bien su trabajo —contestó Elias con el ceño fruncido—. Nadie más, aparte de usted y yo, tiene idea de los graves daños que sufrieron los Halcones. Nuestros brethren de la fuerza de invasión creen con tanto fervor en la misión cruzada que no pueden concebir que una fuerza Guardiana sea capaz de superar a nuestras mejores tropas. Del mismo modo que opinan que la reticencia de los Guardianes a forzar la conquista total de la Esfera Interior es una filosofía inferior, también piensan que los Guardianes son guerreros inferiores.

—Son imbéciles.

—Sí, pero unos imbéciles que tenemos que utilizar en este momento crítico. En reconocimiento de la derrota de Ulric, me pueden elegir ilKhan. Es fundamental que asuma el cargo para que podamos comprar el montón de años que necesitamos para volver a nuestra antigua fuerza.

Marthe se quedó boquiabierta por un momento.

—¿Un montón? Necesitaríamos un mínimo de quince años para que nuestros sibkos maduren lo suficiente y nos proporcionen los guerreros que nos hacen falta.

—No tantos, Marthe —dijo Crichell con una sonrisa maliciosa—. Recuerde que yo ya luché y descubrí la capacidad destructora de la guerra. Miré hacia el futuro hace casi veinte años y lo que vi me permitió planear un momento como éste.

—Parece un soñador Gato Nova.

—Soñador, no; pensador. He visto más allá con los ojos de un halcón y he actuado según lo que he visto —dijo Crichell con una expresión de seguridad en sí mismo—. He pedido que le envíen los archivos para que los revise y decida cuál es la mejor manera de utilizar el resultado de mi amplia visión.

—¿Qué ha hecho, Elias?

—Cálmese, Marthe. No es tan espantoso como creo que imagina, aunque estoy seguro de que su sensibilidad Pryde se sentirá ofendida al principio. Puede ser que le resulte más agradable si piensa en ello como un frente tormentoso que arrolla y deja en tierra a los aviones de combate aeroespacial de su enemigo. Las condiciones climáticas no cambian según sus intenciones o deseos, pero sí puede utilizarlas en beneficio propio.

—Utilizar las condiciones climáticas es una cosa y violar nuestro honor de Halcones de Jade otra muy distinta —dijo Marthe, dándose un golpe en el pecho—. ¿Autoriza un programa que va en contra de nuestras tradiciones y espera que le vote como ilKhan? ¡Debería denunciarlo ante el Gran Consejo!

—No lo hará porque mi acción preservará a los Halcones de Jade, Marthe —dijo Crichell, poniéndose en pie—. Si cumple su amenaza, nos destrozará.

Ella se quedó pensativa por un momento.

—Somos Halcones de Jade. Los otros Khanes deben respetarnos por eso.

—¿Como los Lobos respetaban a los Hacedores de Viudas cuando los absorbieron, y como nosotros respetábamos a los Lobos cuando los absorbimos? —preguntó Crichell con una áspera carcajada—. En este momento crucial, luchamos por la supervivencia; no, por el respeto. Piénselo, Marthe. Nos han educado para volar alto y atacar la debilidad allí donde la encontremos. Cuando los otros Clanes descubran lo débiles que nos hemos vuelto, nos devorarán.

Crichell se dio cuenta de que había pronunciado las palabras adecuadas al ver cómo ella fruncía el ceño. Pese a lo mucho que Marthe respetaba el método de los Clanes y las tradiciones de los Halcones de Jade, también se daba cuenta de que la falta de adaptación podía condenarlos. Aunque creía que hacer honor a los fundamentos era su fuerza, sin los guerreros suficientes para completar los rangos y defender sus mundos los Halcones de Jade perecerían. Si tenía que escoger entre trabajar con él y la muerte del Clan, Marthe se decantaba por la única opción lógica.

—La decisión de utilizar su plan es sólo mía, ¿quiaf?

—Por supuesto, toda suya, Marthe. Estará encantada; confíe en mí.

—Nunca sentiré confianza ni respeto por usted, Elias.

—Intentaré vivir sin ninguno de los dos.

—Como ilKhan.

—Creo que, a menos que me convierta en ilKhan, su visión sobre el futuro de nuestro Clan quedará desfasada —dijo Crichell, levantando la máscara con la cabeza de halcón esmaltada que llevaría en la cámara del Gran Consejo—. Yo le doy el futuro del Clan, y usted me da su voto.

Marthe asintió con rigidez.

—Negociado y hecho.

—Como Khan de los Halcones de Jade la respeto, Marthe. Como ilKhan, la ensalzaré.

—Nada de eso, se lo suplico, Elias Crichell —dijo con una fría mirada—. Me basta con que no me ponga en evidencia.

Crichell siguió a Marthe hacia el interior de la cámara provisional del Gran Consejo e hizo un gesto de asentimiento a Kael Pershaw, que estaba sentado en la parte delantera de la habitación. Pershaw se levantó de su asiento y golpeó con la mano el escritorio de roble.

—Soy Kael Pershaw y he sido elegido para actuar como Maestro de Juramento en esta reunión del Gran Consejo. Por la presente, convoco este cónclave según lo que estipula el Código Marcial redactado por Nicholas Kerensky. Como existimos en un estado de guerra, todos los asuntos deben ser tratados según lo estipulado.

Seyla —dijo Crichell al unísono con los demás Khanes.

Catorce Khanes se encontraban presentes, y los otros veinte asistían a través de monitores holovisuales apilados sobre escritorios, sillas y mesas alrededor del anfiteatro escalonado. De los que no habían asistido en persona a la última reunión del Gran Consejo, sólo los Khanes del Clan de los Tiburones de Diamante se habían preocupado por estar presentes en esa ocasión. Elias lo interpretó como un signo de que sus esfuerzos por persuadir a los Khanes ausentes de que le votaran no habían sido en vano.

Pershaw se volvió a sentar y echó un vistazo a la pantalla del ordenador de bolsillo que había sobre el escritorio.

—Nos hemos reunido hoy para elegir a un nuevo ilKhan.

El Khan Ian Hawker, de los Tiburones de Diamante, se quitó el reluciente casco con la cresta de cola dorsal y se puso en pie. Pálido, de ojos pequeños y escaso cabello —como tantos otros de la línea Hawker—, mostraba una expresión severa.

—¡Esta acción es ilegal! El ilKhan siempre se ha elegido en Strana Mechty. Convocar una elección aquí y ahora es una burla de nuestros métodos.

Cuando Crichell se disponía a contestar, Vladimir Ward se levantó de la silla que ocupaba en el fondo de la sala. Llevaba la ropa de piel gris del Clan de los Lobos, y tanto Marialle Radick como él se habían echado un manto de piel verde jade sobre los hombros. Vlad se quitó el casco con la cabeza de lobo esmaltada y lo depositó delante de él.

—Lamento discrepar de usted, Khan Hawker.

—Estoy seguro de que lo lamentaría si tuviera voz y voto.

La cicatriz del rostro de Vlad adquirió un rojo más intenso.

—Sí tengo voz y voto, Ian Hawker, al igual que mis Lobos de Jade. Durante estas dos últimas semanas he estado estudiando el Código Marcial de Nicholas Kerensky, como corresponde a todo nuevo Khan, ¿quiaf? He leído atentamente los pasajes que hablan de la creación de un nuevo Clan, una acción que no requiere la aprobación de este cónclave.

Crichell vio un resplandor en los ojos del joven. Vlad paseó la mirada por los rostros de los Khanes allí reunidos antes de tomar de nuevo la palabra.

—Mis estudios tampoco han dado con una directriz que disponga que el Gran Consejo tenga que reunirse en un lugar específico para elegir a un nuevo ilKhan —dijo Vlad con una leve sonrisa—. Tal vez también deba recordarle que este cónclave sancionó una celebración del Gran Consejo en Tamar con el propósito expreso de derrocar al ilKhan vigente. Si un ilKhan puede ser degradado en el campo, también puede ser elegido en el campo.

Vlad finalizó su discurso y miró fijamente al viejo Khan de los Halcones de Jade. Crichell hizo un gesto de asentimiento, y Vlad tomó asiento. Estás aprendiendo a jugar a la política, Vladimir Ward. Es obvio que has averiguado por qué he creado un nuevo Clan para ti y, al parecer, reconoces tu deuda conmigo. Eso está bien.

Lincoln Osis, Khan de los Jaguares de Humo, se puso en pie. La melena canosa y rizada contrastaba con la oscura piel, pero la corpulencia parecía desafiar los estragos de la edad. Osis era un Elemental y, aunque se encontraba una fila por debajo de Hawker, tenía que bajar la mirada para ver al hombre.

—Es posible que su desprecio por la pragmática, Khan Hawker, lo convierta en un buen líder entre los Tiburones de Diamante, pero no nos ayudará a solucionar el urgente asunto que tenemos entre manos. Si tuviéramos que volver a Strana Mechty, no sólo abandonaríamos el escenario de combate, sino que además daríamos más tiempo a nuestros enemigos para prepararse. Permitirlo sería desaconsejable e innecesario.

Osis se giró hacia Pershaw.

—¡Voto por Elias Crichell, de los Halcones de Jade, como candidato! —gritó a la audiencia.

Cuando Severen Leroux, el antiguo Khan de los Gatos Nova, secundó la moción, Elias se quedó perplejo. No había presionado a los Gatos Nova para que le apoyasen porque solían guiarse por visiones místicas y presagios más que por la lógica. A menudo, actuaban como si fuesen agentes del destino y, en ese momento, él deseaba saber qué le tenía preparado el futuro.

Kael Pershaw tecleó algo en el ordenador.

—Se ha pronunciado el nombre de Elias Crichell, de los Halcones de Jade, ante este cónclave. Cada uno de ustedes votará a favor o en contra. Si Elias Crichell obtiene la mitad más uno de los votos ganará la moción. Los interrogaré individualmente.

Crichell anotó mentalmente los votos. Ni Severen Leroux ni Lucian Carns de los Gatos Nova explicaron su votación, pero como lo habían hecho a favor, sus razones no le importaban demasiado. Como esperaba, los dos Tiburones de Diamante votaron en contra, pero los Jaguares de Humo, las Víboras de Acero y los Halcones de Jade votaron a favor, por lo que ya contaba con un total de seis. Los Osos Fantasmales votaron en contra, ya que tenían un fuerte vínculo con los Lobos y los Tiburones de Diamante. La holovotación fue bastante equilibrada y le dejó un margen de dos votos antes de llegar al Clan más reciente.

Por petición de Vlad, Marialle Radick fue la primera en votar.

—Yo fui la primera en descubrir la traición de Ulric ante mi Clan. Yo fui la que dio el primer paso en el camino que nos ha conducido hoy aquí. Yo, Marialle Radick, voto a favor de Elias Crichell.

El viejo esbozó una sonrisa. Eso es. El voto de Vlad no cambiará las cosas.

Vlad se puso en pie y tardó unos segundos en intervenir.

—Doy la bienvenida al Khan Elias Crichell al puesto de ilKhan de los Clanes. Sin embargo, es mi deber venerar la memoria del ilKhan que dirigió nuestra gloriosa invasión, ya que sin su liderazgo nunca habríamos llegado tan lejos en la conquista de la Esfera Interior. Puede ser que su pensamiento tuviera algún fallo, pero nadie puede negar que Ulric Kerensky había nacido para ser guerrero. Voto en contra.

Pershaw pulsó una última tecla e hizo una mueca con la boca que pretendía ser una sonrisa.

—Según mi recuento, el resultado es de diecisiete a favor y quince en contra. La autoridad de este solemne cónclave hará la proclamación. ¡Nombro a Elias Crichell Khan de los Khanes, ilKhan de todos los Clanes!

¡Seyla!— gritaron todos los Khanes al unísono.

Golpearon los escritorios y las mesas en señal de aprobación cuando Crichell avanzó hacia el frente de la sala y se colocó detrás de Pershaw. Se quitó el casco y lo depositó delante de él como si se tratara de un pequeño podio. A medida que se extinguían los vítores, sonrió a los demás Khanes.

—Juro ser digno de su confianza. Su visión de futuro es mi visión de futuro: la restauración de la Liga Estelar y la elevación de los Clanes a nuestro legítimo lugar de soberanía en la Esfera Interior, un lugar cuya protección nos corresponde por nacimiento.

Echó un vistazo al ordenador de bolsillo de Pershaw.

—Y ahora nos enfrentamos a la pregunta crucial de cuándo reanudar la invasión de la Esfera Interior. ¿Sí, Khan Vlad?

—Disculpe mi interrupción, pero hay otro asunto…

—Imaginaba que sería usted el que lo pediría —interrumpió Crichell, asintiendo con indulgencia—. Quiere posponer la discusión, ¿quiaf? Debido a la pérdida inesperada de mi saKhan, no he tenido tiempo para preparar una investigación exhaustiva de mis recursos. Supongo que a usted y a su Clan les ocurre lo mismo, Khan Vladimir. ¿Debemos posponer la discusión hasta que hayamos tenido tiempo para prepararla?

Vlad se puso en pie.

—Sería muy amable por su parte, ilKhan, pero un retraso no es el otro asunto que quería exponer ante el Gran Consejo.

—Entonces, ¿de qué se trata?

Vlad adoptó una expresión severa.

—Yo, Vladimir Ward de los Lobos de Jade reclamo un Juicio de Rechazo.

—¿Qué?

—Vlad, creo que ya hemos tenido bastante con su…

—Usted no está preparado para dirigirnos, Elias Crichell; no está preparado para ser Khan de los Khanes. Desafío su derecho a ser ilKhan.