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Tukayyid

Distrito de guarnición de ComStar,

República Libre de Rasalhague

2 de abril de 3058

El capiscol marcial extendió las manos para indicar a las dos mujeres que tomaran asiento. Aunque la luz que se reflejaba en las blancas paredes de la habitación disimuló el color de la piel ensombrecida por el cansancio, las ojeras no tardaron en revelar la verdad.

—Bienvenidas de nuevo a Tukayyid. Mientras ustedes descansaban he tenido ocasión de revisar el informe que preparó cuando estaban en tránsito, capiscolesa Koenigs-Cober. Me ha parecido muy exhaustivo, aunque con un tono aleccionador. Sin embargo, me gratifica ver que pudieron destrozar la mayor parte de las instalaciones del cabo Hilton.

Lisa retiró una silla de la mesa y se sentó.

—Me limité a hacer lo que me habían ordenado. Si hubiese actuado bien desde el principio, podríamos habernos apoderado de la Tierra.

El capiscol marcial se dirigió a un extremo de la mesa y esperó a que la Primus tomara asiento al otro lado antes de sentarse.

—Aunque se hubiera detectado la sustitución, no habría habido modo alguno de evitar la captura de la Tierra, a menos que se hubiera abandonado Tukayyid para lanzar un ataque preventivo contra las fuerzas de Palabra de Blake. La última información procedente de la Tierra y de otras partes parece indicar que Palabra de Blake entró en el sistema con tres regimientos enteros de ’Mechs.

Sharilar Mori miró fijamente a Anastasius Focht desde la otra punta de la mesa.

—¿Cuántos regimientos tienen?

—Creo que sólo esos tres, además de los seudo lanceros. Todos han tomado posiciones en la Tierra —contestó Focht, sacudiendo la servilleta antes de extenderla sobre las piernas—. El chef que prepara las comidas para nuestra sede es bastante bueno. Toda la carne, los cereales y los vegetales son de aquí. La reconstrucción del planeta después de la guerra ha sido todo un éxito y la producción ha aumentado un ochenta por ciento respecto a lo que era antes de la invasión de los Clanes. La comida es algo más exigua, pero el capiscol Rudolfo, el chef, aseguró que se esforzaría al máximo.

Lisa asintió, complacida, en contraste con la expresión de extrañeza de Sharilar Mori.

—Reconozco que necesito algo mejor después de un mes de comer las raciones de los aviones, pero ¿no deberíamos estar hablando sobre la reconquista de la Tierra? Estuve de acuerdo en retrasar la conversación para descansar; sin embargo, creía que nos pondríamos a trabajar de inmediato.

El capiscol marcial respiró profundamente mientras pensaba cómo comunicar las malas noticias a la Primus.

—Nos pondríamos a trabajar de inmediato, Primus, si hubiera trabajo que hacer.

—¿Qué quiere decir, Anastasius?

El capiscol marcial miró a Lisa.

—¿Ha leído el informe que preparó la capiscolesa Koenigs-Cober, Primus?

—Sabe que sí, Anastasius. Mis comentarios se incluyeron en la copia que recibió. Supongo que los ha leído.

—Sí, Primus —contestó Focht, juntando las manos y colocándolas sobre la mesa—. El informe de la capiscolesa proporcionaba un análisis excelente de lo que se necesitaría para proteger y retomar la Tierra. Ella opinaba que seis regimientos de BattleMechs, con el correspondiente apoyo aeroespacial, de artillería, blindaje e infantería, serían suficientes para guarecer el mundo contra una fuerza de ataque cuatro veces superior. Creo que su análisis es bastante acertado.

—Usted ha dicho que Palabra de Blake sólo tenía cuatro regimientos en el planeta.

—Llevarán mercenarios. El Grupo W y la Legión del Sol Saliente se han negado a firmar contratos con ellos, pero es probable que los otros no sean tan escrupulosos.

—Anastasius, si no recuerdo mal, actualmente tenemos unos cuarenta regimientos de BattleMechs a su mando, así que utilice todos los que necesite —dijo la Primus con una sonrisa forzada—. El informe de la capiscolesa Koenigs-Cober también decía que un bombardeo planetario similar al que los Clanes utilizaron en la bahía Turtle debilitaría considerablemente las defensas.

—Del mismo modo que si saltásemos al cinturón de asteroides, atásemos motores de cohetes a los asteroides y los utilizásemos para arrasar el planeta —dijo Focht, sacudiendo la cabeza—. Eso es discutible.

—Sí, bombardear la Tierra para salvarla es una solución menos que satisfactoria al problema —dijo la Primus con el ceño fruncido—. Su informe sobre los refugiados del Clan de los Lobos indicaba que tienen un amplio suministro de OmniMechs. Los utilizaremos para tener ventaja respecto a los blakistas.

—Dudo que el Khan Kell nos los preste.

—Presiónelo, Anastasius.

El capiscol marcial sonrió muy a su pesar.

—Phelan Kell responde peor a la presión que yo, Primus.

—Todo el mundo tiene su precio, Anastasius.

—Y usted ha olvidado la lección que Myndo Waterly aprendió justo antes de que usted ocupara su lugar como Primus: el precio puede ser elevado.

—¿Es una amenaza, capiscol marcial?

—De ningún modo, Primus —contestó mientras observaba la sombría expresión de Lisa—. Le pido disculpas, capiscolesa. La Primus y yo hemos descubierto con los años que el acoso es una forma útil de combatir la frustración. Ella sabe que no podemos recuperar la Tierra, y yo tengo que pagar el precio que cuesta conseguir que lo reconozca.

—No sé de qué está hablando, Anastasius —dijo la Primus.

En aquel momento se abrió la puerta, y Sharilar Mori se quedó en silencio al ver entrar a los dos acólitos con el carro que transportaba la sopa y los cuencos.

—Esto sí huele bien.

—Es sopa de crema hecha con gambas negras autóctonas —dijo Focht.

Esperó a que sus invitadas empezasen a comer antes de probar la sopa. La cebolla y la pimienta le daban un sabor más fuerte, y el limón complementaba el gusto de las gambas.

—Pueden sentirse orgullosas: Rudolfo les está dando lo mejor que he probado jamás.

—Tal vez pida que lo trasladen a la Tierra, para que me sirva allí.

—Podría hacerlo, Primus, ya que es un hombre muy joven. Puede ser que viva para verlo.

La Primus se limpió los labios con la servilleta antes de intervenir.

—¿Por qué dice que se tardará mucho en reconquistar la Tierra? Traigan los mercenarios que traigan, debemos tener tropas suficientes como para derrotarlos.

El capiscol marcial advirtió que la expresión de Lisa se ensombrecía por un instante.

—No quiero entrar en combate con usted, capiscolesa, pero su perspectiva como comandante de tierra nos será útil. ¿Qué valor tiene la Tierra para ComStar?

—Exceptuando su valor simbólico, no tiene ninguno —contestó Lisa, encogiéndose de hombros—. No es por menospreciar su importancia como símbolo, pero los Clanes han intentado apoderarse de la Tierra desde el principio. Somos conscientes de que si no podemos detenerlos en Tukayyid tampoco podremos hacerlo en la Tierra. Tenemos que proteger la Tierra debido a la amenaza del Clan, pero ahora Palabra de Blake puede hacerse cargo.

Sharilar Mori dejó la cuchara en la mesa.

—La importancia simbólica de la Tierra es incalculable. Como ComStar poseía la Tierra, los Clanes aceptaron nuestra oferta de utilizar Tukayyid como punto de encuentro para una batalla hipotética. Si perdemos la Tierra, ¿los Clanes dejarán de vernos como una fuerza legítima? ¿La pérdida de la Tierra significa que la tregua no tiene validez?

Buena pregunta.

—Si Ulric Kerensky todavía fuera ilKhan de los Clanes contestaría rotundamente que no a su pregunta sobre la legitimidad.

—¿Y ahora que no está?

Focht asintió lentamente.

—Sigue siendo que no, pero todo por una casualidad en la invención de la sociedad del Clan. La casta guerrera es la cúspide de su sistema. Sospecho que veían a Myndo Waterly como a alguien de casta inferior^ puede ser que incluso tan baja como un miembro de su casta mercenaria. Pero negociaron la tregua conmigo y, por eso, sigue vigente, pese a su traición. El acuerdo entre guerreros es mucho más fuerte que el intento de debilitarlo.

Lisa se lo quedó mirando.

—Entonces, usted cree que el hecho de que los ComGuardias sigan siendo una fuerza a tener en cuenta significa que los Clanes respetarán la tregua.

—Lo harán mientras nos vean como una fuerza militar digna de respeto, pero la pérdida de la Tierra puede empezar a erosionar ese respeto. Como no tenemos ninguna fuerza por encima de la línea de tregua, los Clanes no saben si son capaces de derrotarnos. Si la tuviéramos y ellos nos atacasen y nosotros venciésemos, la derrota reforzaría con creces nuestra legitimidad.

La Primus hizo un gesto de asentimiento.

—Tal vez debería organizar una expedición al otro lado de la línea de tregua. Podría atacar a los Lobos. Su debilidad garantizaría una victoria.

—No la garantizaría, pero las cosas se pondrían a nuestro favor.

Lisa se estremeció.

—O demostraría a los Clanes que estamos escondiendo nuestra propia debilidad atacando al Clan más débil.

—Cierto. Y si un Clan tan débil nos derrotase, la verdad saldría a la luz —apuntó el capiscol marcial, hundiendo la cuchara en la sopa humeante—. Tenemos que hacer algo, pero no podemos equivocarnos.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora, Anastasius? ¿Nada?

—Nada, no, Primus —contestó con una sonrisa y mirando a Lisa—. Haremos la tarea más dura para un soldado: esperar hasta que llegue el momento en que tengamos que luchar.