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Sede de la Fuerza Expedicionaria de Coventry,

Leitnerton, Coventry

Provincia de Coventry, Alianza Lirana

15 de abril de 3058

Doc Trevena esperaba que su habilidad para que su pequeña fuerza se materializase dentro del perímetro de la FEC no fuera ningún presagio sobre el futuro o el éxito de la misión de la Fuerza Expedicionaria de Coventry. La FEC había aterrizado en el extremo norte de las Cross-Divide, cerca de donde las montañas se juntaban con el mar Central. Habían elegido el pueblo de montaña de Leitnerton como sede y habían enviado un destacamento al suroeste para ayudar a los supervivientes de los Soldados de Skye, los cadetes de la Academia y la Milicia a desplegarse por los alrededores de la ciudad de Whitting.

El hecho de que las lanzas de reconocimiento de Doc hubiesen encontrado a las patrullas de los Soldados de Waco y a los Ocho Locos antes que a su fuerza lo enorgullecía, aunque era obvio que los líderes de las unidades mercenarias enviadas para liberar Coventry no opinaban lo mismo. El personal de seguridad de la FEC condujo a Doc a la sala de baile del hotel Armitage, y luego a la estancia donde se encontraba el líder de la expedición estudiando los gráficos, cuadros y mapas que proyectaban las estaciones de trabajo.

Todos los oficiales se giraron y se lo quedaron mirando. Doc sabía que tenía una pinta horrorosa. El despliegue de su unidad había sido tan rápido que nadie de su mando había tenido tiempo para cambiarse de ropa. Además, en las minas, el agua escaseaba y no podían malgastarla lavando uniformes. La policía de seguridad que lo había conducido a la sala le había permitido que se lavase la cara y las manos, pero como no se había puesto ropa limpia estaba seguro de que parecía más un minero que un soldado.

Saludó a los oficiales.

—El Hauptmann Trevena, de los Décimos Soldados de Skye, ha venido a dar parte.

De los oficiales presentes sólo conocía a Judith Niemeyer, la teniente general al mando de la Milicia de Coventry. Los trajes de salto negros con adornos rojos lo ayudaron a identificar a los dos otros como Dragones. Por eliminación también reconoció a la mujer negra que había a la izquierda como la general Ariana Winston, comandante de la Caballería Ligera de Eridani. Había leído algo sobre ella y su presencia le indicaba que tanto ella como el mando de la Alianza estaban preocupados por la situación actual.

Doc había visto suficientes veces los emblemas de los ’Mechs de los Soldados de Waco que escoltaban a sus tropas para ser capaz de distinguir al líder, el coronel Wayne Rogers. Le resultó algo incómodo que el hombre llevara la misma ropa andrajosa que Doc. El único que quedaba era el comandante de los Ocho Locos, una unidad que vivía como su nombre indicaba por su afiliación a los Soldados de Waco.

El líder de los Soldados miró de reojo a Doc a través de las gruesas gafas que le aumentaban los ojos como si se tratara de un reptil.

—Usted es el idiota que llevó dos compañías de ’Mechs a mi zona de ocupación.

Doc bajó la mano derecha después del saludo y se relajó.

—Esas eran mis tropas, sí —afirmó mirando a la general Niemeyer—. Nuestros ’Mechs necesitan reparaciones y recambios, pero tengo dos compañías operativas.

Uno de los oficiales de los Dragones, un hombre de la misma altura que Doc, pero algo más esbelto, esbozó una leve sonrisa.

—Somos conscientes de lo que han pasado sus tropas, y la general Niemeyer está al mando de la Milicia Provisional de Coventry, que por ahora ejercerá de reserva. Por supuesto, queremos interrogarlo, pero trataremos el asunto a partir de aquí.

Doc frunció el ceño y miró a la general Niemeyer.

—¿Qué le ha ocurrido al general Bakkish?

—Murió en una escaramuza a las afueras de Port Saint William —contestó Niemeyer, bajando la mirada como si se sintiera incómoda.

Doc había oído decir que Niemeyer tenía aspecto de matrona, y su mirada de derrota parecía coincidir con esa descripción. A Doc le recordaba más a una abuela impotente ante las travesuras de sus nietos que a una oficial de mando.

—Como el coronel Tyrell ha indicado, nos están utilizando como tropas de reserva.

—¿Tropas de reserva? —exclamó Doc, sacudiendo la cabeza—. Yo todavía cuento con dos terceras partes de un batallón que ha dado tanto como ha recibido de los Halcones de Jade en un mes de lucha. Mientras ustedes entraban en el sistema, nosotros estábamos saqueando a los Halcones. Mis tropas principiantes se han convertido en veteranas en poco tiempo. Es absurdo que no las utilicemos, sobre todo porque conocen la zona.

La mujer de oscura melena que llevaba el uniforme de los Dragones pulsó una tecla del ordenador de bolsillo, y la pantalla que había en el lado izquierdo de la sala de baile mostró una copia del cuadro de organización de los Décimos Soldados de Skye.

—Se muestra muy posesivo al hablar del batallón dirigido por el Kommandant Horst Sarz.

—Posesivo no, coronel; orgulloso —rectificó Doc—. El Kommandant Sarz se encuentra en un estado que lo ha incapacitado para el mando, y yo lo he sustituido.

—Pero ¿no tenía experiencia en combate? —preguntó la mujer con más curiosidad que recriminación—. Los otros dos oficiales del batallón habían pasado más tiempo en el campo de batalla que usted.

—Con todo el respeto debido, coronel, creo que el hecho de que hayamos sobrevivido durante todo este tiempo y hayamos mantenido nuestra fuerza íntegra debería hablar por sí solo —dijo Doc con una sonrisa, pese a la amarga expresión de Wayne Rogers—. La mitad de mi mando es una compañía de exploración formada por ’Mechs ligeros. Aparte de algunos daños en el blindaje, han salido ilesos y, sin embargo, han intervenido en más operaciones que mis otros ’Mechs.

Rogers se encogió de hombros de forma exagerada.

—Tuvo suerte. Ahora debería dejarlo en manos de profesionales.

Antes de que Doc pudiera contestar, la mujer de los Dragones se precipitó a hablar.

—El Hauptmann Trevena es un profesional, coronel Rogers.

—Sí, ya lo sé, querida Shelly, pero un profesional al que le tocó cargar con una unidad pésima en una asignación todavía peor. ¡Lo pusieron al mando de una compañía de reconocimiento! Por la sangre de Blake, mujer, inventaron una unidad de inútiles para él —dijo Rogers.

Su forma de parpadear hizo pensar a Doc en un sapo; un sapo alto, calvo y de mejillas sonrosadas, pero un sapo al fin y al cabo.

—Sólo habría caído más bajo si lo hubieran puesto al mando de una lanza de simuladores.

Tyrell fulminó a Rogers con la mirada.

—Lo que el coronel Rogers intenta meterle en su dura cabeza, Rogers, es que puede ser que el Hauptmann Trevena no tenga nuestra experiencia, pero ha sido entrenado y sabe cómo utilizar su entrenamiento.

Ariana Winston se colocó entre los Dragones y Wayne Rogers.

—Si todo esto es cierto, amigos míos, no me cabe duda de que la única intención del Hauptmann Trevena es apoyar la sabiduría de nuestro trabajo en equipo. Ofrece su experiencia para ayudarnos, no para obstaculizarnos el paso o robarnos la gloria. Él ha estado combatiendo a los Halcones, y eso es lo que nosotros también haremos.

Miró a Doc como si buscase una respuesta en su rostro y éste no pudo evitar sonrojarse. Ariana sonrió antes de proseguir.

—Hauptmann Trevena, estamos aquí para expulsar a los Halcones de Coventry. Como puede ver en ese diagrama, han establecido un perímetro alrededor de Port Saint William. Tienen una fuerza aproximada de tres galaxias, fuerza que podría equipararse a la nuestra. Nuestro objetivo es desplazarlos.

Doc observó el mapa.

—Dura tarea. La última vez que nos comunicamos por radio con nuestra sede de regimiento parecía como si los Halcones hubiesen aparecido por el norte, a través de las tierras bajas, y hubiesen utilizado el río como flanco derecho.

Niemeyer hizo un gesto para intervenir.

—Nuestras fuerzas se retiraron al distrito de las colinas Bradford y huyeron en dirección nordeste hasta alcanzar el distrito agrícola de Whitting. Apenas tuvimos tiempo de reagruparnos antes de que nos acorralaran e iniciaran el acercamiento.

Rogers se recolocó las gafas.

—¿Qué ha aprendido de esta vieja historia, Hauptmann Trevena?

Doc se esforzó por eludir el sarcasmo mientras Shelly Brubaker le dedicaba una amplia sonrisa.

—El acercamiento a las tierras del norte tiene sentido. Con una fuerza de barrera para cubrir el río y otra para cubrir las colinas, llegarán al centro de Port Saint William sin problemas. Es el acercamiento más sencillo y el más lógico para ellos. Puede ser que no haya entrado en combate antes de este año, pero tengo la impresión de que un asalto contra las unidades más afianzadas del Clan puede ser brutal.

La general Winston hizo un gesto de asentimiento.

—Estoy de acuerdo.

Doc señaló hacia el diagrama de la pared.

—Seguramente ya habrán pensado en adelantar una fuerza para detener a los Clanes en la zona de las tierras del norte y las colinas. Si colocan una barrera al norte del río, podrán evitar que aparezca una fuerza del Clan y rodee su flanco. Sin embargo, puede ser que aun así lo intenten, lo que significa que avanzarán hacia el norte hasta que encuentren un buen vado para cruzar lo bastante rápido y asegurar la orilla más remota.

Los azules ojos de Shelly brillaron con recelo.

—De este modo, alcanzarían nuestra retaguardia y supondrían una amenaza para las líneas de abastecimiento de Leitnerton.

—Cierto, pero antes de que eso ocurra dispondrán de una fuerza más al norte que habrá tomado posiciones en los Valles. Cuando su fuerza de barrera establezca contacto, el regimiento de los Valles descenderá y arrasará el flanco del Clan, por donde cruzará para apoderarse del lado oeste de la ciudad. De este modo, se sitúan en la retaguardia del Clan.

El coronel Tyrell se peinó la oscura cabellera con la mano.

—Ya discutimos ese plan y tuvimos que descartarlo. La geografía de los Valles es demasiado abrupta y salvaje para que una fuerza la atraviese con rapidez y orden.

Doc esbozó una sonrisa.

—Disculpe, señor, pero eso no es cierto.

Rogers frunció el ceño.

—Cualquier unidad se desmantelaría al adentrarse allí. Es un laberinto. Si nos quedásemos atrapados sería el fin.

—A menos que conozcan el camino.

La general Winston miró a Doc repetidas veces.

—¿Usted lo conoce?

—Mis exploradores y yo pasamos un mes haciendo ejercicios en esa zona a principios de año. Nosotros podemos guiarlos.

Brubaker se llevó la mano a los labios para disimular la sonrisa.

—Usted perdone, Hauptmann, pero nos ha dado la clave de un puzzle que no pudimos completar.

—Me alegro de que les haya sido de ayuda —dijo Doc con expresión de extrañeza—. General Winston, usted ha dicho que los Halcones tienen tres galaxias en Port Saint William.

—Sí.

—¿Dónde está el resto?

Todos los presentes se lo quedaron mirando.

—¿El resto? —repitió Tyrell.

—Yo vi Naves de Descenso entrando y saliendo continuamente cuando estábamos en las montañas. Esperaba que dejasen de entrar en algún momento, pero no hubo suerte. Desde donde me encontraba no podía distinguir el tipo de naves que veía o lo que llevaban, pero había mucho tráfico.

Wayne Rogers desechó la explicación de Doc con la mano.

—No importa. Yo mismo me enfrenté al desafío. Están defendiendo Port Saint William con tres galaxias. Ése es nuestro problema.

La general Winston sacudió la cabeza.

—Ése es nuestro problema inmediato, coronel. Lo que el Hauptmann Trevena acaba de revelar supone un problema mayor. Todos sabíamos que no sería fácil —dijo antes de detenerse a pensar—. Tan sólo espero que no hayamos subestimado la verdadera envergadura de esta misión.