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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
2 de enero de 3058
—¿Qué?
La incredulidad y el miedo que desprendía la voz de Crichell instigaron la sensación de poder de Vlad, que entonces sonreía.
—Ya me ha oído, Elias Crichell. Desafío sus cualidades para solicitar el título de ilKhan. Creo que no está preparado.
—¡No puede hacerlo!
Vlad asintió lentamente con la cabeza.
—Puedo y lo he hecho.
El viejo se puso firme.
—¿Con qué argumentos?
Vlad se frotó la mandíbula antes de contestar.
—¿Está seguro, Elias Crichell, de que quiere que responda a esa pregunta?
—Él ha preguntado, y usted responderá —ordenó Lincoln Osis.
Vald se giró hacia el Jaguar de Humo.
—Soy un Khan. No puede darme órdenes.
Osis se lo quedó mirando por un momento y, luego, bajó la vista al suelo.
—No pretendía faltarle al respeto. Su acusación contra el ilKhan es de mayor alcance que cualquier mal que pueda infligirle. Si no está preparado para servir, tenemos que saber por qué.
—En tal caso, se lo explicaré —dijo Vlad con las manos apoyadas en la mesa que había delante de él—. Podría señalar que Elias Crichell conspiró con un guerrero sin linaje para asesinar a su rival y obtener el poder. Podría señalar que sabía de la existencia de pruebas que demostraban que el Khan Vandervahn Chistu había asesinado a Ulric Kerensky, pero no exigió que se presentaran ante el Consejo del Clan de los Halcones de Jade. Ambas cuestiones revelan una seria falta de honor, pero eso no es lo primordial.
Señaló hacia Crichell.
—Mi desafío se basa en la calificación fundamental para el título de ilKhan: Elias Crichell no es un guerrero.
Crichell se ruborizó.
—¡Esto es absurdo! He pasado el Juicio de Posición como cualquier otro guerrero. Tengo pruebas que pueden demostrarlo.
—Sí, ilKhan Crichell, los resultados están disponibles, pero no hay holovídeos de sus pruebas —dijo Vlad con una fría sonrisa—. Me he tomado la libertad de examinar los archivos de mantenimiento de su BattleMech y los de los ’Mechs que lucharon contra usted. Sus techs lanzaron más disparos contra su ’Mech que usted mismo, y de los ’Mechs a los que se enfrentó tan sólo hubo que cambiar los asientos de eyección.
Crichell se cruzó de brazos.
—Yo no puedo controlar las acciones de mis rivales. ¿Es culpa mía que teman morir a mis manos?
—Entonces, me sorprende, ilKhan, que un guerrero tan temible como usted no pilotara su propio BattleMech para luchar contra los Lobos el mes pasado —dijo Vlad, sacudiendo la cabeza—. Su explicación no importa. Mi desafío sigue en pie y tiene que responder a él.
—Muy bien, tendrá su juicio —dijo Crichell, mirando a Kael Pershaw—. Convoque a Taman Malthus. Él me secundará.
—Ignore la petición, Kael Pershaw.
Crichell miró a Vlad con frialdad.
—¿Cómo se atreve a dar órdenes a mi hombre?
Ian Hawker se echó a reír.
—Lo hace para impedir que vuelva a demostrar que no es digno, Elias. Ha leído las normas y lo tiene atrapado. Lo ha desafiado a usted, no a la votación. Si hubiera dudado de la votación podría haber nombrado a un segundo para que luchase por usted, pero él desafía sus cualidades como guerrero, y sólo usted puede defenderse en el Juicio de Rechazo.
Vlad inclinó la cabeza hacia el Khan de los Tiburones de Diamante y se giró para mirar a la multitud.
—Un Khan de los Khanes tiene que ser capaz de afrontar cualquier tipo de combate. Como parte desafiada, normalmente tiene derecho a escoger cómo quiere luchar: con o sin aumento. Como ilKhan, tiene que atenerse a una elección aleatoria. Kael Pershaw, diga un número al azar: uno o cero. Uno es con aumento, y cero significa que no utilizaremos nada.
Kael Pershaw dudó por un momento y no reaccionó hasta que Marthe Pryde le hizo un gesto de asentimiento. Tecleó algo en el ordenador de bolsillo y apareció un cero verde en el visualizador holográfico.
—Lucharán sin aumento.
Vlad saltó por encima del escritorio y aterrizó en el suelo principal del anfiteatro.
—¡Yo soy el desafiador y digo que luchemos ahora!
Crichell levantó la barbilla.
—Luchamos sin aumento, pero usted lleva un arma en la mano.
Vlad se giró y rompió la escayola contra la mesa con un fuerte golpe. Los trozos de yeso salieron volando por todas partes y alcanzaron a Marialle Radick y a los Khanes de los Gatos Nova. Vlad sintió un leve dolor en el antebrazo, pero se deshizo de aquella sensación. Se quitó la escayola con la mano derecha y la tiró al suelo.
Vlad se dirigió hacia Crichell y pisó la escayola, que se rompió en mil pedazos bajo sus botas.
—Le concedo el honor de dar el primer golpe, Elias Crichell.
El viejo hombre levantó el puño por encima de la cabeza. Vlad sintió el impacto y lamió la sangre que le salía de los labios. Se dio cuenta de que perdía el equilibrio y que caía hacia atrás, y luego al suelo, pero nada le importaba. Con aquel primer puñetazo, Crichell había confirmado la acusación de Vlad: no era un guerrero.
Un guerrero me habría matado de un golpe. Vlad rodó hasta impactar en las patas de una mesa de los Jaguares de Humo. Mientras se ponía en pie apoyándose en la mesa, se limpió la sangre de la boca con la mano izquierda y sonrió. Y un guerrero habría seguido atacando para que no me pudiera recuperar.
Crichell esperó a que Vlad se situara en el centro. El joven se dirigió hacia Crichell tambaleándose como si todavía estuviera aturdido por el puñetazo. Crichell adoptó una expresión de orgullo, y Vlad se dio cuenta de que el hombre imaginaba que aquella lucha se añadiría a su mito. Con pensamientos de futuro, Crichell se preparó para dar el golpe que acabaría con Vlad de una vez por todas.
Los costosos movimientos de Vlad alcanzaron un repentino dinamismo, que desvió el puñetazo de Crichell. Mientras el viejo se recuperaba, Vlad le dio un par de codazos y varios puñetazos que le rompieron la nariz y le partieron los labios. Seguidamente, le propinó un golpe en la cabeza. Crichell levantó las manos para protegerse del impacto, y Vlad aprovechó el momento para darle un golpe en el estómago.
Mientras Crichell se doblaba hacia adelante, Vlad le dio una patada en la cara con la rodilla que lo obligó a ponerse en pie rápidamente. Luego, lo agarró por el cuello y volvió a darle un puñetazo en el estómago, al que siguieron muchos otros.
Los gritos ahogados de Crichell indicaban que el hombre no podía respirar. Vlad lo soltó con una sonora carcajada y le abofeteó la cara. Crichell salió rodando y chocó contra el escritorio que había frente a los Khanes de los Gatos Nova. Se sujetó a él para levantarse y volvió a la lucha.
Las mejillas de Crichell se habían sonrojado tras la bofetada de Vlad, y la sangre le resbalaba por la barbilla. Hizo un débil intento de golpear a Vlad rápidamente, pero el joven guerrero lo esquivó sin problemas. Crichell levantó los puños y cerró los codos para proteger su cuerpo a medida que se acercaba a Vlad. Aunque jugaba a ser un guerrero, aquella mirada vidriosa indicaba a Vlad y al resto de los presentes que su cuerpo respondía inconscientemente a cosas que había aprendido hacía mucho tiempo.
Y es obvio que no aprendió bien la lección.
Vlad saltó hacia adelante y volvió a darle en el estómago. Crichell no hizo ningún esfuerzo por protegerse, sino que intentó golpear a Vlad en la oreja. Aquella reacción lo alentó, pero sólo un segundo, antes de que Vlad le clavara un puñetazo en la sien izquierda.
Las piernas de Crichell se doblaron y cayó de rodillas al suelo y, luego, de espaldas. Dejó caer las manos, y la cabeza se le ladeó como si no pudiera mantenerse en su lugar. Vlad sabía que el hombre no podía pensar; que estaba inconsciente física y mentalmente. La lucha había acabado.
¡No acabará hasta que yo decida que ha acabado!
Vlad le dio un puntapié.
—¿Es eso todo lo que tiene, Elias Crichell? Incluso Vandervahn Chistu luchó con más valor. Y antes que yo, Ulric Kerensky luchó contra Chistu con más coraje. ¿No puede hacer nada más? ¿Es usted como todos los Halcones, valientes en la paz y cobardes en la guerra?
Crichell se esforzó por ponerse en pie.
—Soy un Halcón de Jade. Era un guerrero antes de que usted fuera engendrado.
—Y yo seré un guerrero mucho después de su muerte.
Vlad hizo un giro y le dio una patada que le habría arrancado la cabeza si no hubiera impactado primero en el hombro. La bota arrastró consigo un mechón de pelo, y la sangre se mezcló con el gris de su cabello. La fuerza del golpe volvió a tirar a Crichell al suelo y lo envió a los pies de Marthe Pryde.
Ni ella lo ayudó a levantarse ni Crichell le pidió ayuda. Aunque se levantó con mucho esfuerzo, parecía que se recuperaba conforme se acercaba a Vlad. Caminó a su alrededor dejándolo en medio del ruedo.
Vlad se limitó a esperar. Todo estaba de su parte: fuerza, habilidad, coraje y, sobre todo, hambre. Crichell cree que tiene derecho a ser ilKhan, pero es un derecho que nunca ha ganado. El ilKhan tiene que ser el guerrero de los guerreros, y este hombre no cumple ese requisito.
Crichell se acercó y dio un torpe puñetazo a Vlad, quien, instantáneamente, levantó la mano y detuvo el golpe. Apretó para recrearse en la expresión de dolor del hombre y le dobló la mano, bloqueándole el brazo. Levantó el codo y lo mantuvo por encima del brazo de Crichell. Con un golpe rápido le machacaría el brazo, que era exactamente lo que los otros Khanes esperaban ver.
Hicieron un gesto de dolor cuando Vlad bajó el codo, pero no se lo rompió. En el último instante, levantó el brazo y le dio un golpe en la cabeza. Vlad observó con desprecio cómo el viejo caía al suelo. Crichell se desplomó de espaldas, con los labios y la nariz ensangrentados. Se balanceó de un lado a otro, cubriéndose la cabeza con las manos, pero no intentó levantarse.
Vlad vio cómo Crichell se encogía hasta que su cuerpo pareció una bola, y luego lanzó una desafiante mirada al resto de los Khanes. Observó los rostros, que denotaban una amplia gama de expresiones, desde la admiración al miedo absoluto. Osis estaba indignado, mientras que los místicos Gatos Nova parecían haber sido transportados a otro planeta, como si estuvieran viendo algo que nadie más podía ver.
—He aquí el líder que han escogido para que nos represente.
Lincoln Osis desvió la mirada de Crichell.
—Se acabó. Crichell no será ilKhan.
Vlad sacudió la cabeza.
—La lucha no ha acabado.
—Déjelo, Vlad. No puede más.
—Es la segunda vez que intenta darme órdenes, Lincoln Osis —dijo Vlad con un paso al frente para dar una fuerte patada en la columna de Crichell.
El hombre gritó y arqueó la espalda. Luego, giró sobre ella y permaneció tumbado mirando fijamente al techo y al hombre que se alzaba sobre él.
—Ha olvidado que soy un Khan y un guerrero, igual que Crichell ha olvidado qué es ser un guerrero. Es hora de que se lo recuerde.
Vlad apoyó la bota en la garganta de Crichell.
—Un guerrero es aquel que ha sido entrenado en el arte de matar.
Apretó el tacón hasta que Crichell empezó a gorjear.
—Un guerrero es aquel que mata a sus enemigos sin compasión.
Apretó con más fuerza hasta que la voz de Crichell se convirtió en un inaudible silbido y agarró a Vlad por los tobillos.
—Un guerrero es aquel que no deja enemigos derrotados tras él porque sabe que los muertos no pueden hacerle daño.
Vlad hundió el tacón en la garganta de Crichell, hasta que el crujido de los huesos ahogó el ruido de los golpes del hombre. Siguió ejerciendo presión sobre las vértebras, que emitían un chasquido al fracturarse, hasta que incluso Lincoln Osis tuvo que desviar la mirada. Con un último empujón, puso fin a las convulsiones de Crichell, dio un paso atrás y contempló su obra de arte.
Cuando, por fin, alzó la mirada, vio que Marthe Pryde era la única que lo observaba e imaginó que se debía a que quería asegurarse de que Crichell estuviera muerto.
Vlad de los Ward extendió las manos sobre el flácido cadáver.
—Ahora se ha acabado, mis queridos Khanes.
Los oscuros ojos de Osis relucieron como el cristal.
—¿Ahora espera que lo elijamos en su lugar?
—De ninguna manera —contestó Vlad, limpiándose la sangre de la cara con la mano—. Este no es el lugar ni el momento para escoger a un nuevo ilKhan. Estoy de acuerdo con Elias Crichell en que se necesitan nuevas valoraciones de la fuerza de los Halcones y los Lobos de Jade. Tardaremos seis meses como mínimo en finalizar el trabajo.
El Jaguar de Humo sacudió la cabeza.
—Ahora tiene más posibilidades de asumir el cargo que dentro de seis meses.
—Eso, Khan Osis, es más revelador de su falta de imaginación que mi posición. He trabajado como ayudante de un ilKhan. Sé lo que el puesto requiere y no tengo ninguna necesidad de ello.
—En este momento —interrumpió Marthe Pryde.
—Quizá tenga razón, Khan Marthe —dijo Vlad, encogiéndose de hombros con aire despreocupado—. Sin embargo, tengo una idea clara de las cualidades que debe poseer un Khan para asumir ese cargo, y ser un guerrero de palabra no es una de ellas. Tal vez un retraso de seis meses será suficiente para que un ambicioso Khan tenga la oportunidad de demostrar que es verdaderamente digno del puesto.
Ian Hawker dio un puñetazo en su escritorio.
—Seis meses es razonable; incluso más sería prudente.
Marthe miró a Kael Pershaw.
—Señor de la Sabiduría, haga el recuento.
Los Khanes acordaron un retraso sin disenso. Vlad asintió con gravedad y se quitó el manto verde que llevaba sobre los hombros.
—Una última puntualización, mis queridos Khanes. Por la presente, creo un nuevo Clan, para el que cuento con todos los Lobos de Jade —dijo cubriendo el rostro desfigurado de Crichell con el manto—. Volvemos a ser el Clan de los Lobos.
Hawker alzó la vista.
—Hay un veredicto de genocidio contra su Clan.
—Esos Lobos están muertos. Nosotros somos una nueva generación de Lobos. Verá que nos parecemos a los que existieron en otro tiempo, pero confundirnos con ellos sería un grave error.
El silencio fue la única respuesta a las palabras de Vlad. Paseó la mirada por la sala, dispuesto a aceptar cualquier desafío, pero nadie dijo nada. Lincoln Osis se lo quedó mirando por un momento y apartó la vista con un brusco movimiento de cabeza.
Vlad dio una palmada.
—Entonces, creo que no hay más que hablar.
Marthe Pryde se dirigió a la puerta y la abrió. Los Khanes fueron desfilando detrás de Pershaw y cerraron la puerta tras ellos. Marthe Pryde y Vlad se quedaron, mirándose fijamente, junto al cuerpo de Crichell.
—No era necesario que lo matase para ganar su desafío.
Vlad la observó detenidamente.
—Usted no lamenta su muerte. Tal vez deseaba ser el instrumento de ella.
—¿El cargo de ocultar las pruebas del crimen de Chistu era cierto?
—Así es. Las pruebas ya no importan, pero le enviaré una copia si quiere.
—Sí —dijo Marthe, mirando a Crichell—. El Consejo del Clan de los Halcones de Jade debería haber decidido su destino. Esas pruebas lo habrían derrocado. Nosotros nos habríamos hecho cargo de él.
—Tal vez.
Un destello de enojo iluminó sus azules ojos.
—¿Duda de nuestro honor?
—Dudo que la lista de crímenes por los que le habrían condenado coincidiese con la lista de crímenes que cometió contra mí.
—¿Crímenes contra usted?
—Negoció con maldad y me negó mi Clan —contestó Vlad, sacudiendo la cabeza—. Pero lo peor de todo era su estupidez.
—¿A qué se refiere?
El Lobo se inclinó hacia su mesa.
—Cuando hablé por primera vez con Elias Crichell me preguntó qué haría si me negase lo que es mío. Él sabía que lo mataría por ello.
Marthe entrecerró los ojos.
—Pero al negarle los Lobos lo salvó de la muerte.
Vlad se echó a reír.
—Ése fue un error suyo, ¿no?
—No hay ninguna necesidad de que sea vulgar, Vladimir Ward.
Vlad se sorprendió de su ofensa.
—¿De verdad es tan rígida, Marthe?
—Respeto el método de los Clanes.
—Se aferran a un pasado que socava su fuerza y debilita al Clan.
—Nosotros vencimos a los Lobos, ¿quiaf?
—Eso depende que quién lleve la cuenta. Los Halcones acabaron con una parte de los Lobos y ganaron en Wotan gracias a una traición. Phelan Ward humilló a los guerreros Halcones que enviaron tras él, y hasta sus propios guerreros han reconocido que los mercenarios de la Esfera Interior los derrotaron —dijo señalando a Crichell—. Sus métodos producen guerreros de imitación.
—Él no era un verdadero guerrero de los Halcones de Jade.
Vlad soltó una risita.
—Vaya, una muestra del famoso orgullo Pryde.
—Mejor eso que el orgullo desmedido de los Lobos.
—¿Orgullo desmedido? —repitió Vlad, incrédulo—. Mejor estar a punto de caer que haber caído, Marthe. Sus métodos y sus acciones forman una paradoja que no puede resolver. Si los viejos métodos fueran tan buenos y tan auténticos, no se habrían adaptado a la nueva tecnología, sino que todavía lucharían con los ’Mechs de la Esfera Interior y perderían contra guerreros de la Esfera Interior con más frecuencia que durante la invasión.
Marthe apretó los puños con fuerza.
—El uso de nuevas herramientas no cambia la tradición.
—¿Y qué son las tácticas sino herramientas, Marthe?
—Las tácticas se basan en la tradición y el honor. El asesinato sería pragmático, pero nos abstenemos.
—Chistu no.
—¡Chistu era tonto! Si hubiera sabido lo mismo que usted, lo habría desafiado y lo habría matado. Era una amenaza mayor para los Halcones de Jade que usted o la Esfera Interior. Yo le habría ajustado las cuentas, al igual que lo habría hecho con Elias Crichell.
—¡Incapaces de competir, los anticuados se devoran unos a otros en una orgía de recriminación! —exclamó el Lobo con una enorme sonrisa en los labios—. Debe encontrar una válvula de escape más constructiva para sus frustraciones.
El enojo de su expresión se transformó en calma, y Vlad sintió un escalofrío al oírle hablar.
—Ya la he encontrado, Lobito. Los métodos de Crichell y Chistu no eran el verdadero método de los Halcones de Jade. Lo sé y puedo demostrarlo. Ya verá, como todos los demás, que nuestra tradición nos fortalece.
—Tendrá que esforzarse por demostrármelo.
—Así lo haré —dijo con una penetrante mirada—. Empezaré concediéndoles hégira.
La sorpresa y la indignación se mezclaron en la mente de Vlad.
—¿Concediéndonos qué?
—El vencedor tiene derecho a asegurar el camino del vencido.
—Los Halcones de Jade no han derrotado a los Lobos.
—Sí que lo han hecho. Su lucha sólo ha repudiado la absorción, no el resultado del Juicio de Rechazo —dijo Marthe, mirándolo de manera desafiante—. Puede decir que sus Lobos no son los Lobos de Ulric, pero usted y yo sabemos que no hay ninguna diferencia entre ellos. Les concedo hégira porque los vencimos. Acéptelo. Es una tradición con valor, aunque usted no lo vea.
Vlad estuvo a punto de gritarle, pero sus atrevidas palabras borraron todo rastro de enojo. Las tradiciones de los Clanes son la base de todo lo que somos. Si se lo negase, me distanciaría de nuestro método, como Crichell y Chistu. Entablar una guerra ahora mismo sería estúpido. Ella lo sabe, como sabe que habría abandonado Wotan de forma pacífica. Al ofrecerme hégira quiere recordarme que los Halcones de Jade son dignos de respeto.
Lo que recuerdo es que tengo que encontrar un modo de pagarle con la misma moneda; un modo tradicional. Vlad hizo un gesto de asentimiento.
—Acepto hégira y me iré de Wotan lo antes posible.
—Bien —dijo señalándolo con el dedo—. No sabrá nada más de mí durante algún tiempo, Vladimir Ward, pero lo mantendré informado de mis actividades. No se lo explicaré todo, por supuesto, pero lo bastante como para que sepa que soy la líder idónea de los Halcones de Jade.
—Le deseo suerte, Marthe Pryde.
—Yo no lo haría si fuera usted.
—¿No?
Su sonrisa no contribuyó a aliviar la punzada que sentía en el corazón.
—Dentro de seis, ocho o los meses que pasen antes de que nos convoquen en Strana Mechty para elegir a un nuevo ilKhan, los demás Khanes sabrán lo débiles o fuertes que somos. Al mínimo signo de debilidad, otro Clan puede intentar absorbernos. Conozco el modo de demostrar la fuerza de los Halcones y lo utilizaré. Me pregunto qué hará usted para demostrar que su Clan es fuerte y capaz.
Se giró y, antes de echar a andar, miró a Vlad por encima del hombro.
—Buena suerte, Vlad Khanslayer de los Lobos, pero no demasiado buena. Espero no encontrármelo como rival en el futuro.
—Puedo suponerlo.
Marthe soltó una carcajada y sacudió la cabeza.
—En ese caso, podría ser que me divirtiera.