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Sede militar de ComStar
Academia Militar de Sandhurst, Berkshire
Islas Británicas, la Tierra
13 de diciembre de 3057
La capiscolesa Lisa Koenigs-Cober se frotó los ojos somnolientos y reprimió un bostezo al entrar en el despacho del capiscol marcial. La estancia, con sus paneles de nogal y las estanterías repletas de libros antiguos forrados de piel, le dio una sensación acogedora. A través de las enormes ventanas arqueadas veía la nieve cayendo en la noche y sintió un vuelco en el estómago al recordar las turbulencias que había sufrido el avión al atravesar la tormenta del Atlántico.
El semicapiscol que le abrió la puerta anunció su entrada.
—La capiscolesa Koenigs-Cober ha venido a verle, señor.
—Gracias, Darner. Eso es todo.
El capiscol marcial, un hombre alto y esbelto, no había desmejorado con la edad, y tan sólo el color del cabello y las arrugas del rostro evidenciaban el paso de los años. Siempre que lo había visto en reuniones de personal o en revisiones de tropas vestía con una sencilla casaca blanca y un cinturón de cuerda dorada, un uniforme que ocultaba su cargo como comandante militar supremo de los ComGuardias.
Ella suponía que lo llevaba para conseguir que los otros lo subestimaran.
La ropa que lucía en ese momento era blanca, pero resultaba obvio que la había escogido por las condiciones climáticas y no por un simbolismo de ComStar. No llevaba ninguna insignia de rango en la túnica, pero el parche negro que le cubría el ojo derecho le daba un aire inconfundible dentro de la ComGuardia.
El capiscol marcial se frotó las manos y las extendió hacia las llamas que ardían en la enorme chimenea que había a un lado de la habitación. Giró la cabeza para mirarla, y ella vio los reflejos del fuego danzando en su ojo izquierdo.
—Disculpe que la haya hecho venir a esta hora. Quería que descansara antes de pedirle un informe, pero tengo que partir hacia Morges en un par de horas para resolver un asunto urgente.
Lisa permaneció de pie, mirándolo por un momento con las manos detrás de la espalda.
—Es en Morges donde se están enfrentando los miembros del Clan de los Lobos con los del Clan de los Halcones de Jade. Los Demonios de Kell también están allí.
Anastasius Focht asintió con la cabeza y señaló hacia una de las sillas de piel que había frente al fuego.
—Me alegra ver que está al corriente de los acontecimientos que tienen lugar fuera del sistema terráqueo.
—Cualquier movimiento de tropas del Clan hacia la línea de tregua me preocupa, señor. No he olvidado que su objetivo primordial es la conquista de la Tierra. Un ejército precavido es un ejército prearmado —dijo dirigiéndose a la silla que él le había indicado, aunque se detuvo antes de sentarse—. ¿Sería posible que lo acompañase a Morges para observar la lucha más de cerca, al menos más que en Tukayyid?
—Es una idea espléndida, pero no; me temo que no es posible. Aunque este viaje es una emergencia, dudo que pueda hacer un anochecer planetario antes de finales de mes. Ya se ha disputado algún combate en el continente sur y, dado el modo como luchan los Clanes, la batalla se decidirá antes de mi llegada —dijo el hombre, bajando momentáneamente la mirada—. Supongo que pasarán unas Navidades bastante sangrientas.
El capiscol marcial contempló el fuego por un momento y se giró de nuevo hacia ella.
—Pero ésta no es la razón por la que no puedo permitir que venga conmigo. Tiene demasiado que hacer aquí. ¿La Legión de Brion ha salido de Norteamérica?
Lisa se sentó en el borde del asiento sin atreverse a reclinarse por miedo a adormecerse en la piel cálida y blanda.
—Sí, señor. Ahora que la Marca de Sarna se está desintegrando, el precio de los contratos mercenarios se ha disparado. La Legión se dirige a Pleione, donde será una de las unidades clave de la cuenca de Tikonov.
Focht se hundió en la silla situada delante de ella.
—Espero que sepa que intenté que el Primer Circuito aceptara la oferta que Pleione hizo al coronel Brion. Sé que tenía muy buena relación con el comandante Iljir.
—Se lo agradezco, señor —dijo Lisa, extendiendo las manos hacia el fuego pese a saber que el helor venía de dentro y no de fuera.
Rustam Iljir le había pedido que abandonase ComStar y fuese con él a Pleione, y ella le había pedido que se uniese a ComStar y se quedase con ella; pero ambos sabían que ninguno de los dos podía acceder a la petición del otro. Los dos lo preguntamos porque teníamos que preguntarlo, y los dos renunciamos porque teníamos que renunciar.
—Sin embargo, la verdad es que la unidad de los Vigésimo Primeros Lanceros de Centauro será mejor, señor. La Legión se mostró algo displicente en la Tierra. Los Lanceros pueden desempeñar alguna pequeña función después de enfrentarse al Segundo Equipo de Combate del Regimiento de ManFed en Hsein. La coronel Haskell es una buena comandante, y creo que sus tropas se beneficiarán del tiempo que han pasado aquí.
—¿Su llegada sigue programada para principios de enero?
—Sí, señor. Los Batallones Alfa y Beta de la Fuerza de Defensa Terráquea los acompañarán en las operaciones de orientación.
El capiscol marcial se recostó en la silla.
—Entonces, estarán totalmente operativos hacia finales de febrero o principios de marzo, ¿no?
—Puede ser que antes. La coronel Haskell está buscando sustitutos para los pilotos que perdió en combate o en esta misión. Por supuesto, estamos examinándolos a todos, pero deberíamos acabar con un pelotón más experimentado que cuando la Legión llevó a cabo esta misión hace siete años.
—Bien, de modo que la Tierra queda vulnerable tan sólo durante un mes o dos.
Las palabras del capiscol marcial hicieron estremecer a Lisa.
—Disculpe, señor, pero ¿no corremos un grave peligro? Sé que hay agitaciones entre los Clanes; sin embargo, eso no significa que se viole la tregua, ¿no?
Focht la miró fijamente con el ojo izquierdo.
—Yo negocié la tregua con el ilKhan Ulric Kerensky. Tenía que durar quince años, desde 3052 hasta 3067. Mientras siga vivo, no tengo miedo de que se rompa.
—Ni de que siga siendo el ilKhan.
El capiscol marcial sacudió la cabeza y, al hacerlo, echó los hombros hacia adelante.
—Espero que sea cierto, pero ni siquiera sé si ahora está vivo. El mensaje que he recibido hoy se envió hace menos de una semana y por lo que dice creo que tanto la vida de Ulric como la tregua corren peligro.
Lisa hizo un gesto amargo. La noticia de la debilidad de la tregua del Clan no podía llegar en peor momento. La Mancomunidad Federada había entrado en guerra con la Confederación Capelense y la Liga de Mundos Libres en la Marca de Sarna. En una protesta sobre el evento catalizador que había provocado el ataque de la Liga de Mundos Libres a la Mancomunidad Federada del príncipe Victor Davion, la Alianza Lirana se había escindido de la Mancomunidad Federada. Para mantener la paz y la estabilidad política en la Esfera Interior, las tropas del Condominio Draconis —que ejercían de conciliadoras bajo los auspicios de ComStar— habían ocupado los mundos compartidos entre Victor y su hermana Katrina, lo que había enojado a la Alianza Lirana y había puesto nerviosos a algunos de los subordinados de Victor por la agresión del Condominio.
Precisamente cuando la Esfera Interior tenía que mantenerse unida se estaba dividiendo.
Focht lanzó un suspiro de cansancio.
—Espero que mi misión en Morges ayude a esclarecer lo que ocurre con los Clanes. Si Ulric está vivo y sigue al mando, no hay necesidad de alarmarse. Si no lo está, el próximo líder de los Clanes decidirá si quiere repudiar la tregua. Por suerte para nosotros, los Khanes de los Clanes tendrán que volver a su planeta natal, un lugar que llaman Strana Mechty, para elegir al nuevo ilKhan. Este hecho nos proporcionó casi un año de paz durante la invasión.
—Pero no podemos confiar en que esta vez lo hagan, ¿verdad?
Focht movió los hombros sin mucha convicción.
—Podemos preverlo, pero no asegurarlo.
Lisa hizo un gesto de asentimiento.
—Entonces, ¿no será imprudente que empecemos a adelantar a mis tropas más experimentadas y traigamos a las tropas principiantes para entrenarlas? Las operaciones de orientación con los Lanceros proporcionarían trabajo sólido a nuestra gente.
—Cierto, pero eso dejaría la defensa de la Tierra en manos de los Lanceros, el Regimiento de Entrenamiento de Sandhurst y sus tropas principiantes. Disculpe que no me tranquilice demasiado.
—Pero los Clanes tendrán que abrirse paso entre los demás ComGuardias de la República Libre de Rasalhague para llegar aquí. Si logran hacerlo, no importa la cantidad ni la naturaleza de las tropas que tengamos vigilando la Tierra.
—Los Clanes no son la única amenaza a la que nos enfrentamos.
Lisa parpadeó, sorprendida.
—No creerá que una de las Casas de la Esfera Interior puede atacar la Tierra.
Focht se encogió de hombros.
—Nadie sabe lo que Sun-Tzu Liao quiere hacer, y Katrina Steiner tampoco parece ser muy predecible. Sin embargo, no me preocupan tanto las tendencias agresivas de los dirigentes de la Esfera Interior como las posibles acciones que puedan emprender nuestros antiguos brethren.
—Palabra de Blake.
—Exacto.
La reanudación de la guerra contra los Clanes había dividido a ComStar y había permitido la fragmentación de la Esfera Interior. Bajo el liderazgo de la Primus Sharilar Mori y el capiscol marcial Anastasius Focht, ComStar había pasado de ser una organización culta, sumida en el misticismo, a una organización básicamente secular, que mantenía comunicaciones interestelares y utilizaba la mayor parte de sus tropas para asegurar la frontera rasalhaguiana con los Clanes. Esto había cambiado siglos de tradición, una tradición que había empezado cuando Jerome Blake fundó ComStar hacia 1700.
El elemento reaccionario de ComStar se escindió y escapó hacia la Liga de Mundos Libres. Thomas Marik, dirigente de la Liga y antiguo capiscol de ComStar, había acogido a los refugiados. Había evitado que sus acciones se le fueran de las manos al mismo tiempo que había utilizado a agentes de Palabra de Blake para fortalecer SAFE, su anémica agencia de inteligencia. Los miembros de Palabra de Blake no querían proclamar a Thomas «Primus en exilio», pero tuvieron que hacerlo. Los analistas de ComStar supusieron que podrían esperar hasta que Thomas convirtiese la Liga en una teocracia blakista o hasta que los blakistas tomasen el control de la Tierra.
—Tal vez sean una amenaza, señor, pero supongo que estará de acuerdo con que los Clanes son una amenaza más inmediata y probable. Nuestra preocupación primordial debería ser negociar con ellos.
Focht sonrió en señal de aprobación.
—Tiene razón, capiscolesa, pero sus ideas sobre las rotaciones de tropas son prematuras. Podemos esperar a que vuelva de Morges para tomar una decisión al respecto. Le enviaré todos los informes que pueda, incluidos vídeos y análisis de combate. Puede ser que encuentre algo para sorprender a los Lanceros.
—Eso espero, señor.
—Yo también, capiscolesa. Había pensado darle una posición de mando en nuestra Galaxia Invasora; si usted quiere, claro.
Lisa se mostró dubitativa. La Galaxia Invasora era una unidad ComGuardia configurada para luchar como los Clanes, utilizando sus doctrinas y sus armas. Técnicamente hablando, el trasladado sería una degradación, ya que dirigir la defensa de la Tierra era un gran honor. Pero la Galaxia Invasora es la unidad que afilará al resto de las tropas para cuando se reanude la invasión.
—Su oferta es un honor, señor —dijo bajando la mirada por un momento—. Me gustaría meditarlo, si es posible. Quiero asegurarme de que las defensas de la Tierra sean seguras antes de considerar un cambio así, pero resulta muy atrayente.
—Es una respuesta sabia a una difícil pregunta. Ya lo hablaremos otro día.
—Gracias, señor.
Focht miró hacia el fuego.
—Hubo una época, hace años, en una vida totalmente distinta, en que habría pasado una noche como ésta con gente que creía que eran mis amigos. Resguardados por la calidez y una copa de brandy llenando nuestros estómagos y enardeciendo nuestras mentes, habríamos planeado, diseñado y soñado con lo que ocurriría cuando consiguiésemos influir en los acontecimientos para convertirnos en el centro del universo. Veíamos el poder como si fuera un fin en sí mismo.
»En aquellos días, en aquella época, nunca imaginé que me encontraría en esta situación —dijo el capiscol marcial antes de detenerse a pensar con un destello de luz en los ojos—. O quizá pensaba que si llegaba a viejo y me sentaba ante un fuego feroz sería porque había fracasado. Lo veía como el reposo de un hombre indefenso, un hombre que no había alcanzado todo su potencial.
Lisa contempló el fuego y vio formas y sombras fantasmales inmolándose.
—¿Y ahora?
—Ahora soy un viejo que consiguió aplacar la mayor amenaza que jamás haya conocido la Esfera Interior. Esperaba que, después de haber ganado una tregua que duraba quince años, ésta nos daría tiempo para igualar las ventajas tecnológicas de los Clanes, e incluso superarlas. En los últimos años, hemos hecho progresos, grandes progresos, pero ahora no estoy seguro de que sean suficientes, como tampoco estoy seguro, ante la resurrección de la amenaza, de que sea capaz de volverla a detener.
Lisa miró al hombre que controlaba el poder militar de ComStar.
—Los Clanes no prevalecerán, capiscol marcial, porque no se les puede permitir que prevalezcan.
—Un sentimiento valeroso, capiscolesa, pero apenas útil como blindaje contra sus BattleMechs.
—No tiene por qué ser así, señor —dijo Lisa, poniéndose firme y golpeándose el pecho—. Los Clanes creen en la superioridad de sus máquinas y en su reproducción, pero ambas cosas no son sino una ayuda al núcleo real de combate en el interior de un guerrero. En Tukayyid se aseguró de que supiéramos que no podíamos rendirnos y superamos con creces nuestra capacidad para luchar. Teníamos que ganar, y así lo hicimos, y así los haremos de nuevo, con usted como líder o con cualquier otro si es necesario. Usted nos enseñó a ganar y, al hacerlo, se dio cuenta de que tenía un potencial que pocos humanos poseen.
El capiscol marcial se inclinó hacia adelante y tomó la mano de Lisa mientras se ponía en pie. La levantó y le besó suavemente los nudillos.
—Disculpe esta contravención del protocolo militar, pero me halaga con sus palabras, y un saludo parece una fría recompensa a tal amabilidad.
Ella le sonrió y apretó su mano antes de soltarla.
—El hombre que usted ha descrito era un destructor. Usted, señor, es un defensor y un preservador. No puedo sino halagarlo y utilizarlo como ejemplo para mí y mi gente.
Focht asintió lentamente con la cabeza.
—Tal vez los Clanes sean la mayor amenaza a la que nos hemos enfrentado, pero con guerreros como usted podremos superarla. La Esfera Interior debe alegrarse de ello.