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Borealtown, Wotan
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
13 de diciembre de 3057
Así que éste es el último Lobo, musitó el Khan Elias Crichell para sus adentros. Es una bestia horrible. De pie frente a él, había un guerrero con un traje de salto gris con las marcas del Clan de los Lobos y la manga izquierda cortada para dar cabida al brazo escayolado. Su piel tenía el tono gris amarillento de un hombre que había luchado durante meses y que se había alimentado los últimos días de víveres de supervivencia.
Pero sus ojos…. Los oscuros ojos de Vlad ardían de vida y enojo, un enojo que invadía la enorme sala que Crichell utilizaba para las audiencias. Había sido fácil advertir su estado de ánimo incluso en el holodisco que el hombre había enviado para solicitar la audiencia. Crichell había sentido tentaciones de rechazar la solicitud, pero Vandervahn Chistu se había apresurado a aceptarla. Aquello había hecho sospechar a Crichell; no por la aceptación de su joven Khan, sino porque se había dignado prestar atención a un asunto administrativo tan trivial. A Vahn normalmente le aburrían y sentía desprecio por tales cuestiones, y el hecho de que ésta despertase su interés era sorprendente.
Crichell se reclinó en la alta silla de madera y miró al hombre que había al pie de la tarima.
—Su mensaje indicaba que tenía una información valiosa para mí. ¿Cómo es posible que un Lobo que ha estado enterrado como una tortuga sepa que hay algo que puede interesarme?
—Yo fui el ayudante de Ulric Kerensky durante el Juicio de Rechazo, un juicio que todavía se está disputando en Morges.
—Renegados y mercenarios dirigidos por un expósito. Serán eliminados.
Vlad esbozó una sonrisa que incomodó a Elias.
—Siga soñando, Khan Crichell, pero yo no creo que sea así y sería mejor para usted que no lo fuera —dijo el Lobo, inclinando la cabeza en un gesto que no denotaba respeto, sino la mera representación de un actor enfrentándose a un rival potencial—. Esta es sólo una de la muchas cosas que sé que pueden interesarle.
—¿Cómo puede decir que sería mejor para mí que los Halcones de Jade perdiesen en Morges?
—El Khan Vandervahn Chistu envió las tropas que están luchando contra los exiliados y, según tengo entendido, lo hizo pese a su protesta. Si ganan, usted quedará como un estúpido, y Chistu, tras haber asesinado a Ulric Kerensky y haber destrozado a los renegados, se cubrirá de gloria. Él fue el que proclamó la absorción de los Lobos por los Halcones de Jade, por lo tanto se le conoce por haber sometido al Clan más altivo y arrogante. Muchos Khanes le estarán agradecidos por esto.
Crichell sintió cómo se le crispaba el vello de la nuca. Había visto las manipulaciones de Chistu y sabía el alcance que tenían, pero las veía como acontecimientos aislados, no como fases de un solo proceso. Con la muerte de Ulric a manos de Chistu empezaba a entender el verdadero alcance de los planes de su subordinado. Era obvio que Chistu había ganado posiciones. Se preveía que el Gran Consejo escogiese a un ilKhan del Clan de los Halcones de Jade. Elias Crichell había supuesto que él sería el elegido para dirigir a los Clanes en la conquista de la Esfera Interior, pero entonces le parecía más probable que Chistu ganase ese honor.
—No me ha dicho nada que no supiera y no creo que sus aportaciones sean particularmente valiosas.
Vlad se encogió de hombros.
—No pretendía que lo fueran. Si hubiera creído que eran valiosas, habría sido demasiado estúpido para ver el valor de lo que puedo ofrecerle.
—Que, dejándose de insolencias, sería…
El Lobo esbozó una amplia sonrisa, y entonces Elias Crichell tuvo la misma sensación de incomodidad que la vez anterior.
—Le proporcionaré los medios para destrozar completamente al Khan Vandervahn Chistu. A partir de este momento ya no es su rival. Tiene vía libre para acceder al puesto de ilKhan.
Vlad pronunció aquellas palabras con tanta frialdad y precisión que Crichell estuvo a punto de mostrar el brote de júbilo que había surgido en su corazón.
—La única manera de que pueda hacerlo es matándolo.
—No, hay otra manera; pero yo prefiero la alternativa más letal —dijo el Lobo, golpeándose el pecho con la mano derecha—. Yo eliminaré al Khan Chistu por usted de un modo que no suscite cuestiones de impropiedad, y usted me dará dos cosas a cambio.
—¿Qué cosas?
—La primera es el derecho a desafiar al Khan Vandervahn Chistu a un Juicio de Rechazo. Como no tengo un nombre de sangre, mi desafío para combatir con un guerrero con nombre de sangre de un Clan debe tener la sanción de un Khan del Clan —explicó Vlad, apretando la mano derecha con fuerza—. Yo estaba allí cuando Ulric fue asesinado y niego la explicación de Vandervahn Chistu sobre las circunstancias en que murió.
Elias Crichell se inclinó hacia adelante con una expresión de incredulidad.
—¿Está diciendo que Vandervahn Chistu mintió sobre la muerte de Kerensky?
—Eso digo y tengo la prueba de mi acusación. Grabé la batalla…, la emboscada y el asesinato. La prueba está bien escondida y se le hará entrega de ella si no consigo matarlo en combate singular —dijo Vlad con un frío resplandor en los ojos—. Tiene que entender por qué hago esta petición. Yo estaba allí para proteger a Ulric y no cumplí con mi deber. Debería haber previsto la traición, pero no fue así. La única manera de que pueda limpiar esta mancha en mi honor es matando al hombre que la hizo.
Elias Crichell se reclinó en la silla y sonrió a Vlad. Pese a la formalidad obligatoria de un Juicio de Posición anual en un ’Mech que lo calificaba como guerrero y le permitía mantener su rango en el Clan, siempre había renunciado al combate. Sin embargo, no era tan viejo como para no acordarse de cuando la pasión de venganza ardía en sus venas. La petición de un Lobo de redimir su honor sorprendía a Elias, ya que siempre había creído que ningún Lobo respetaba los métodos de los Clanes, los métodos que ejemplificaban los Halcones de Jade y su estricto código de conducta y guerra.
—Habla más como un Halcón que como un Lobo, capitán de estrella Vlad.
—¿No es eso en lo que nos hemos convertido todos los Lobos? —preguntó Vlad con los brazos extendidos—. Este último acto de un Lobo debe basarse en el honor, ¿quiaf?
—Af —contestó Crichell, asintiendo con la cabeza—. Le doy permiso para desafiar a Chistu, pero tenga cuidado. Como no tiene un nombre de sangre y él es un Khan, tiene derecho a nombrar a un sustituto para luchar en su lugar.
—Entiendo las normas que rigen este tipo de desafío y las acataré.
—Bien —dijo el Khan de los Halcones de Jade, cambiando de postura—. ¿Y la segunda cosa que quiere de mí?
—Si gano, lo sabrá.
—¿Y si pierde?
—Entonces, obtendrá lo que quiere a mitad de coste —contestó el Lobo, bajando los brazos y poniéndose en pie—. ¿Se reunirá con el Khan Chistu más tarde?
—Así es.
—Bien, será entonces cuando lo desafíe —dijo Vlad, haciendo un saludo a Crichell—. Lo veré luego.
El Khan de los Halcones de Jade levantó una mano.
—Espere.
—¿Señor?
—Si asesina al Khan Chistu, ¿por qué tengo que mantener la otra mitad del trato, la mitad de la que no sé nada?
Vlad volvió a esbozar una desagradable sonrisa.
—La mantendrá, señor. Se dará cuenta de que es la opción más sabia.
—¿Cómo puede estar tan seguro?
—Khan Crichell, estoy dispuesto a matar a un hombre para vengar la memoria de un difunto líder de un difunto Clan cuya política me repugnaba y a la que me oponía con todas mis fuerzas —contestó Vlad con fuego en los ojos—. Niégueme lo que quiero y descubrirá lo peligroso que puedo llegar a ser.
A Vlad le extrañaba que desde su llegada a la sede del Khan Crichell ya no se sentía como un hombre ensangrentado sumergiéndose en un depósito de tiburones, sino como un verdugo soltando a un condenado. Dos enormes Elementales le abrieron las puertas. Vlad entró en la estancia y avanzó por la alfombra roja que conducía al trono de Crichell, donde esperó a que se cerrasen las puertas.
Se giró hacia la izquierda —apartándose del trono vacío— y ofreció un saludo a Elias Crichell y a las otras tres personas que estaban sentadas al escritorio del Khan. Aunque no le habían presentado a ninguna de las tres, las conocía a todas. Kael Pershaw, líder del arma de la Vigilancia de los Halcones de Jade, era el humanoide deforme sentado a la izquierda de Crichell. Más máquina que hombre, Pershaw se había convertido en una leyenda entre los Halcones desde que Vlad recordaba la existencia de otros Clanes aparte de los Lobos. El hecho de que los Halcones lo hubiesen reparado y lo hubiesen cambiado tantas veces indicaba que Pershaw era valioso; pero Vlad creía que si el hombre hubiera sido verdadero material de leyenda, no habría habido necesidad de recurrir a la cibernética para mantenerlo con vida.
La mujer que estaba sentada de espaldas a la puerta se giró y se puso en pie. La ancha frente y la afilada barbilla de Marthe Pryde concedían a su rostro una forma triangular, suavizada en cierto modo por el grosor de sus labios. Pese a lo alta y esbelta que era, tenía el físico de un galgo, que los Halcones de Jade buscaban en la reproducción de sus MechWarriors. Era la más joven y prometedora de los Halcones que había alrededor de la mesa. Y sus ojos prometen el mayor de los peligros.
El último miembro del cuarteto lo miraba con curiosidad. El cabello y la perilla gris del Khan Vandervahn Chistu perfilaban un rostro de facciones anchas, con una nariz llena de cortes. Sus fríos ojos parecían estar muertos, lo que era un buen augurio para Vlad. El hombre, de menor estatura que Marthe Pryde y extremidades más anchas, se recostó en la silla con aire de despreocupación. Ya se cree ilKhan.
Chistu esbozó una sonrisa de indiferencia.
—¿Así que éste es el último Lobo?
—Me alegro de volver a verlo, saKhan Chistu.
El joven Khan de los Halcones adoptó una postura firme.
—No nos hemos visto antes.
—Cara a cara, no, pero sí en la colina de gobierno de Borealtown. Yo estuve allí y sobreviví. Sé lo que hizo —dijo Vlad, asintiendo hacia el Khan Crichell—. Esta mañana he pedido permiso al Khan Crichell para desafiarlo a un combate personal para discutir nuestras diferencias.
—¿Nuestras diferencias?
Crichell puso la mano sobre el hombro de Chistu.
—Este último Lobo niega su explicación de la muerte de Ulric Kerensky.
Chistu palideció de golpe, mientras Vlad asentía lentamente con la cabeza.
—Esa es la menor de nuestras diferencias, Khan Chistu. Exijo un Juicio de Rechazo.
—¿Para discutir la muerte de Ulric?
Vlad vio el temor en los ojos de Chistu y pensó que seguramente el hombre estaba dilucidando el alcance del conflicto. Al tender una emboscada a Ulric Kerensky, había infringido varias de las estrictas normas que definían el honor para los Halcones de Jade. La emboscada en sí misma era una grave violación del código de conducta. A eso se sumaba una transgresión que sólo los Halcones reconocían como tal: había utilizado una unidad entera para destrozar a un enemigo. Mientras que Vlad y los Lobos podían ver la táctica como un uso adecuado de los recursos militares, los Halcones reaccionarios creían que el combate de uno contra uno era el alma de la dignidad militar.
La revelación de esos pecados no sólo amenazaba con impedir que Chistu se convirtiera en ilKhan, sino que era muy probable que los Halcones de Jade le quitaran su rango militar y de Clan. Quizás incluso la Casa de Chistu solicitase un Ritual de Abjuración para expulsarlo y que su herencia genética acabase en él.
Vlad asintió lentamente. El problema de codiciar un premio tan elevado, Khan Chistu, es que la caída que resulta del fracaso es mucho más trágica. La lucha de Vlad por su honor en ese asunto sería como admitir que, de algún modo, se habían producido irregularidades en el informe del Khan sobre la muerte de Ulric. Chistu tenía que saber que Vlad sólo había recibido permiso par luchar contra él porque había dado pruebas de su acusación, así que de algún modo ya se tambaleaba al borde del olvido.
Chistu alzó la vista.
—Usted ha dicho que ésa era la menor de nuestras diferencias.
—Eso he dicho.
—¿Y cuál es la mayor de todas?
Vlad esbozó una leve sonrisa.
—Usted convirtió un Juicio de Rechazo en un Juicio de Absorción.
Chistu lo miró de modo desafiante.
—¿Y también lo discute?
—Así es.
Vandervahn Chistu se puso en pie.
—Entonces, debe llevar a cabo el Juicio de Rechazo. Lucharemos para discutir el asunto de la absorción.
—¡No! —gritó Crichell, dando un puñetazo en su escritorio—. Yo he dado permiso para esta batalla basándome en la acusación sobre la muerte de Ulric. Revoco el permiso, sin el cual no puede desafiar a un Khan.
Chistu sonrió a su superior, mostrando todos los dientes.
—Pero, Elias, olvida que yo también soy un Khan. Yo concedo su petición de desafiarme…, de desafiarme por el asunto de la absorción —dijo el joven Khan, mirando a Vlad—. ¿Le parece aceptable?
—Bien negociado y hecho, Khan Chistu.
Al enfrentarse a Vlad para discutir la absorción, Chistu admitía una ofensa mucho menor y relacionada con las interpretaciones de las normas del Gran Consejo, y no, con las costumbres que definían a los Halcones de Jade. El cambio de juicio también convertía en confederados conspiradores a todos los Halcones que habían aceptado la incorporación de los Lobos, de modo que la culpa no sólo recaía en Chistu, sino en todo el Clan.
—Bien negociado y hecho, Vlad de los Lobos —dijo Chistu, llevándose las manos a la espalda—. Yo soy la parte desafiada, así que elijo enfrentarme a usted en un BattleMech y tengo derecho a que me represente otra persona.
El Lobo sonrió.
—Tenía ese derecho con sólo aceptar mi desafío, Khan Chistu.
—Así lo he hecho. ¿Dónde quiere que luchemos?
—La colina de gobierno respondió anteriormente a sus propósitos —contestó Vlad, extendiendo los brazos—. Lo esperaré allí.
—Hecho.
Vlad hizo un gesto de asentimiento y miró a Crichell. La indignación que desprendían los ojos del hombre estuvo a punto de provocarle la risa. Sí, ahora ya sabes cuál es la segunda mitad de nuestro trato: yo te quito de encima a tu rival, y tú me devuelves mi Clan. Querías utilizar mi ambición como un medio para saciar la tuya y ahora pagarás cara tu arrogancia.
La admiración y el odio se mezclaron en la mirada de Marthe Pryde, un gesto que le daba un aire todavía más interesante. Al parecer, había advertido la forma en que Vlad se había enfrentado a ambos Khanes y estaba impresionada. Sin embargo, Vlad no alcanzaba a entender su expresión de odio. ¿Soy yo la razón de su odio, o las disputas políticas que han expuesto a los líderes del Clan a que el último Lobo los desafíe? Espero que sea la segunda, porque será una enemiga implacable.
Vlad giró sobre sus talones y se dirigió a la entrada. Una enemiga implacable y, sin embargo, una Halcón. Uno de sus Khanes morirá por cruzarse en mi camino. Puede ser que le sigan otros Halcones, y yo estaré encantado de que lo hagan.