Sede de ComStar Tukayyid
Distrito de guarnición de ComStar,
República Libre de Rasalhague
Victor Davion se acomodó en una de las sillas acolchadas dispuestas alrededor de la hoguera del estudio. La estancia tenía un aire del pasado, como si hubiera estado en Tukayyid desde antes de que la humanidad abandonase los confines de la Tierra; pero luego se dio cuenta de que se trataba de una laboriosa restauración. Las estanterías empotradas en los paneles de nogal, repletas de libros forrados de piel, y las decoraciones de madera le recordaban su propio despacho de Nueva Avalon, el despacho que en otra ocasión perteneció a su padre. Los recuerdos, la copa de whisky de malta y el rugido del fuego en la chimenea le hacían sentir como en casa.
Hohiro Kurita, que estaba cómodamente sentado frente a él en otra butaca acolchada, dio un sorbo de brandy y sonrió.
—Este lugar está demasiado lleno de cosas para que mis tropas se sientan cómodas; sin embargo, esta habitación me resulta acogedora.
Kai Allard-Liao se inclinó hacia el fuego sosteniendo la copa con ambas manos.
—Es el brandy y el fuego, Hohiro. Están nublando tus sentidos.
—Por no mencionar el hecho de que todos estamos cansados —dijo Victor, frotándose los ojos con la mano izquierda—. Pero es un buen cansancio. Tu Genyosha hizo una buena actuación en el flanco invasor, una buena emboscada.
—Comunicaré tu cumplido a Narimasa Asano. Fue él quien dirigió nuestros movimientos.
—Sí, tú apenas estuviste al mando.
La audacia de Hohiro conduciendo a su compañía al borde del flanco invasor había sorprendido a Victor. La maniobra había bloqueado el flanco y había permitido al resto del batallón rodear y disparar a los Invasores, y cuando éstos habían iniciado la retirada, el resto del Regimiento de Genyosha se había adelantado y había arrasado el ala izquierda del enemigo.
—Lo que hice sólo funcionó porque los Invasores estaban luchando según la doctrina de los Halcones de Jade. Se estaban concentrando en combate singular entre guerreros. Es una tradición que los guerreros del Condominio entienden y quizás admiran demasiado.
Victor se extrañó.
—¿Qué quieres decir con lo de «admiran demasiado»?
—Si hubieran luchado como Lobos, me habrían derrotado. Habrían rodeado a mis tropas y habrían arrasado mi mando —contestó Hohiro con una sonrisa en los labios—. Se lo habríamos hecho pagar caro, pero yo me habría convertido en un samurai más, que murió gloriosamente en combate.
—Si no recuerdo mal, fueron los guerreros del Condominio Draconis los que condujeron a mi tío Ian a ese final glorioso.
—Así es, Victor, y mi pueblo recuerda con orgullo su bravura.
—Es extraño cómo la gloria de la batalla y las muestras de coraje se idealizan hasta el punto de colorear la muerte —dijo Kai, dando un sorbo de brandy—. Un héroe muere gloriosamente e incluso los guerreros que intentaron matarlo son halagados por su participación en la muerte. Además, si la persona que lo mata elogia la bravura del guerrero caído, la muerte y el acto de matar alcanzan el pináculo de la nobleza y la gracia.
Victor parpadeó, sorprendido por las palabras de Kai.
—Perdona, Kai, pero ¿tu carrera como campeón de Solaris no se basa exactamente en tal glorioso combate?
—Cierto —contestó Kai en tono de duda—. Es verdad que han muerto algunos guerreros en los ruedos de Solaris, pero ése no es realmente el objetivo. Yo conseguí ganar el campeonato sin matar a ninguno de mis enemigos. Cuando alguien muere en el ruedo, en fin, normalmente se debe a alguna estupidez o accidente y se lamenta la muerte.
—Nosotros lamentamos la muerte de los caídos en combate.
Hohiro alzó una mano.
—Creo que sé a qué se refiere Kai. Las luchas de Solaris son combates de habilidad. La manera de disputarlas y presentarlas permite que el público pueda disfrutar de las habilidades de los MechWarriors. Las luchas de Solaris son a la guerra lo que el boxeo a un motín. No son como la guerra porque el objetivo final no es la muerte.
Kai asintió con la cabeza.
—En Solaris somos conscientes del dolor y la tragedia de la muerte, pero no podemos hacerlo en la guerra porque nunca encontraríamos la voluntad para seguir luchando. Tenemos que elevar a los caídos al rango de héroes, o al menos al de figuras trágicas, porque al hacerlo tapamos el horrible rostro de la muerte con una máscara benigna.
Victor depositó la copa sobre la mesa.
—Entiendo lo que dices, pero creo que operáis a partir de una falsa premisa. Hohiro ha hecho alusión a ello cuando ha dicho que matar es el objetivo final de la guerra.
Hohiro frunció el ceño.
—Si ése no es el objetivo, ¿cuál es?
Victor lanzó un suspiro y pensó que aquella pregunta había sido pasto para los historiadores y los filósofos durante generaciones.
—No quiero parecer simplista, pero el objetivo de la guerra es derrotar al otro bando.
Hohiro hizo un gesto de asentimiento.
—Lo cual se consigue más fácilmente matando al enemigo.
—No necesariamente, Hohiro —dijo Kai, recostándose en la silla—. Yo he derrotado a mis enemigos de Solaris sin matarlos.
—Pero eso son juegos.
—¿Y qué diferencia hay entre esos juegos y la manera de luchar de los Clanes? Para ellos la guerra es una competición para ver quién es el más fuerte. En Solaris, el guerrero más fuerte gana dinero y fama. En los Clanes, el guerrero más fuerte gana gloria y la posibilidad de que sus genes formen parte del programa de reproducción. En definitiva, el guerrero del Clan gana inmortalidad. Los miembros de los Clanes luchan bien, así que su premio es encajar en lo que hacen. La muerte o la supervivencia de un guerrero no es su recompensa porque la muerte de uno de ellos permite a otros guerreros ocupar su puesto en la lotería de la inmortalidad.
Hohiro se encogió de hombros.
—Se tiende a creer que podríamos matar suficientes guerreros como para acabar con ellos, pero la batalla de Wolcott demuestra que matar a los Clanes no es la única forma de derrotarlos. Mi padre fue más hábil que ellos, y se retiraron causando daños innecesarios.
Victor se frotó los ojos por un momento y sonrió.
—Creo que al eliminar la muerte de la fórmula para derrotar al enemigo hemos tocado una lección que cada nueva generación de guerreros tiene que aprender, una lección que algunas generaciones nunca aprenden y otras sólo aprenden porque sus líderes no lo hicieron. Esto quiere decir, simplemente, que la sangre no es la única moneda con la que se puede comprar la victoria.
Hohiro arqueó una ceja.
—Pero ¿puedes ganar una guerra sin matar?
—Tal vez no, Hohiro, pero ésa no es exactamente la cuestión —dijo Kai, entrelazando los dedos—. Ningún líder que haya sido derrotado conducirá a sus hombres a las líneas enemigas, a menos que sea un suicida, un estúpido o ambas cosas. Se retirará y esperará otra oportunidad. Flanquear al enemigo, dejarlo sin provisiones, obligarlo a dividir sus fuerzas para arrollarlas por partes son tácticas superiores para ganar la guerra, porque minimizan el precio en sangre que paga tu bando por derrotar al enemigo.
Victor asintió de manera enérgica.
—A eso me refería exactamente, Kai. Puede ser que esto no encaje contigo, Hohiro, pero creo que todas nuestras tradiciones marciales, incluidas las de los Clanes, tienen dos formas de medir a los guerreros. Los soldados individuales se juzgan según su naturaleza letal, y los que causan más muertes son los más alabados. Tú mismo has dicho que mi tío Ian fue elogiado por luchar con valentía y morir con bravura, del mismo modo que tú lo serías cuantos más miembros del Clan llevaras contigo a la tumba.
—Entiendo tu punto de vista. Sigue.
El Príncipe de la Mancomunidad Federada se sentó al borde de la silla.
—Los líderes se juzgan según la forma de derrotar al enemigo, haciendo hincapié en la habilidad y la astucia, no en la fuerza bruta, porque la fuerza bruta mata a las propias tropas del líder.
—Aun así, un líder que evita la guerra pero obtiene lo que quiere no es tan digno de respeto como uno que derrama sangre para alcanzar sus objetivos —dijo Hohiro, dando un sorbo de brandy antes de detenerse a reflexionar—. ¿Por qué?
—Porque nadie confía en un individuo experto en engaños —dijo Kai, sacudiendo la cabeza—. Se cree que ganar mediante el engaño pero sin derramar sangre no es una verdadera victoria. La decisión no está clara, pero sí los resultados.
—Y sin embargo, el líder que es capaz de ganar sin matar a nadie debería ser un ejemplo a seguir —dijo Victor, apurando el licor que le quedaba—. Ganar sin matar podría ser la lección final que uno tiene que aprender para convertirse en un verdadero guerrero; una lección que estoy dispuesto a poner en práctica.
Hohiro hizo un gesto de asentimiento.
—Esta lección tiene una interesante calidad zen: convertirse en el mejor de un ruedo sin utilizar las armas a las que otros recurren. Si necesitas a un compañero de estudio para aprender la lección, me gustaría solicitar el puesto.
—Creo que es mejor que mil hombres vivos me consideren un embaucador que morir para pasar a la historia como un caudillo autoritario —dijo Kai con aire pensativo—. Yo también estudiaría con vosotros.
—Muy bien, amigos míos —dijo Victor, alzando la copa vacía—. A partir de hoy, nuestro objetivo será prevenir la muerte en lugar de secundarla e instigarla. Puede ser que no nos consideren verdaderos guerreros, pero al menos no llenaremos cementerios con la evidencia que nos condena.