Enero
1
El 2 de enero se despertó, pero no fue por culpa de una pesadilla, sino por la sensación de que algo se movía dentro de ella y empujaba contra los músculos de su abdomen.
Permaneció despierta en la oscuridad con los ojos muy abiertos y las manos extendidas sobre la tensa calabaza que era su vientre.
Una protuberancia huesuda del tamaño aproximado del nudillo de un pulgar la oprimía desde dentro y empujó contra la palma de su mano derecha.
—Eh, hola —susurró.