Diciembre
10
Dos hermanas, Gail y Gillian Neighbors, estaban peleándose.
Compartían un único frasco de esmalte de uñas rojo que había desaparecido, y la una acusaba a la otra de perderlo o, quizá, de quedárselo. Eran gemelas y por naturaleza se comportaban como unas bárbaras entre ellas. Gillian ya tenía un pezón retorcido y, cuando Harper las separó, Gail estaba apretándose la nariz ensangrentada con un calcetín sucio: su hermana le había metido el pulgar al menos dos centímetros por la fosa nasal.
Harper patrulló el dormitorio para preguntar por ahí. Le sentaba bien encargarse de los problemas de los demás, mucho mejor que preocuparse por el momento de apagar las luces, cuando permanecería despierta en su catre, desesperada por quedarse dormida, pero temiendo lo que pudiera suceder cuando lo consiguiera.
Supuso que Allie sabría quién se podría haber llevado el esmalte (de un tono llamado «Incendiario», aunque las gemelas no entendieran la gracia), si es que se lo había llevado alguien. La joven Storey y otra chica estaban jugando al rummy encima de una pila de maletas. Harper se acercó y se colocó detrás de la otra chica, Jamie Close, mientras esperaba a que se fijaran en ella.
—Me alegro de no dormir a su lado —le decía la chica a Allie.
Jamie era una de las Vigías de más edad, diecinueve años, casi veinte. Tenía los ojos muy juntos y la nariz respingona, una combinación que le otorgaba un desafortunado aspecto porcino.
—¿Al lado de quién? —preguntó Allie, distraída, mientras examinaba sus cartas.
—Ya sabes, de la enfermera rayito de sol —siguió diciendo la otra—. Anoche se despertó tosiendo humo, ¿la oíste? Y yo: «Jo, arde de una vez y déjanos dormir». En plan…
Allie le dio un pisotón. Quizá un niño lo hubiera podido confundir con un accidente; un niño muy pequeño y muy inocente. Jamie se puso rígida y guardó silencio.
Al cabo de un momento, Allie alzó la vista como si no pasara nada y fingió percatarse de la presencia de Harper por primera vez.
—¡Hola! ¿Qué pasa, enfermera Willowes?
—Las gemelas Neighbors han perdido un frasco de esmalte de uñas. Estoy preguntando por ahí por si alguien lo ha visto.
Close estaba sentada muy derecha en un cubo del revés. La camiseta se le había subido y dejaba ver la típica marca de las fulanas en la parte baja de la espalda: un tatuaje de la bandera confederada por encima de la palabra «REBELDE». Le faltó valor para devolverle la mirada a Harper.
—Lo siento, señora, yo no me hago nada en las uñas, sólo me las como.
La joven Storey parecía querer añadir algo más (tenía cara de arrepentimiento y preocupación), aunque se limitó a abrir la boca, cerrarla y sacudir la cabeza.
No sin algo de esfuerzo, Harper esbozó una sonrisa, les dio las gracias y se alejó. La escama de dragón le latía con un calor muy desagradable, como cuando se sopla con suavidad sobre los rescoldos de un fuego.