II
—Todo ha sido un poco caótico, Mandino, ¿no es así? —preguntó Vertutti, con tono de desprecio. Los dos hombres se habían vuelto a reunir en la misma cafetería que en ocasiones anteriores, pero esta vez el equilibrio de poderes había cambiado—. Si le he entendido correctamente —prosiguió Vertutti—, en realidad tenía las reliquias al alcance de su mano, y al inglés a su merced, pero de alguna manera se las ha arreglado para dejarlo escapar con ellas. Este desastre apenas inspira confianza en su habilidad para que este asunto tenga un resultado satisfactorio.
—No tiene de qué preocuparse, eminencia —dijo Mandino, con un tono de seguridad ligeramente forzado—. Disponemos de varias pistas que podemos seguir, y no debería subestimar las dificultades a las que Bronson se enfrenta. Sé, gracias a mis fuentes en la policía, que no dispone de un pasaporte válido, por lo que no puede abandonar Italia ni por mar ni por aire. Se ha proporcionado información detallada acerca del vehículo que conducía a todas los cuerpos de policía europeos, y se ha encargado al personal aduanero que lo busque. Estamos muy cerca de atraparlo, y no hay nada que pueda hacer el inglés por evitarlo.
—Suponga que decide no abandonar Italia, ¿qué ocurría entonces?
—Que seguirle el rastro resultaría aun más fácil. Tenemos vigilantes por todos lados.
—Espero que esté en lo cierto —dijo Vertutti—. Debe asegurarse de que no escape. —Se levantó para marcharse, pero Mandino le hizo un gesto para que volviera a sentarse.
—No hemos hablado del asunto de los cuerpos —dijo él—. Está claro que conoce sus identidades, así que, ¿qué debemos hacer con ellos?
—¿Los cuerpos, Mandino? ¿Qué cuerpos? Pregúntele a cualquier católico dónde fueron enterrados esos dos hombres y le contestará que la tumba de uno se encuentra aquí en Roma y que los huesos del otro fueron enviados a Gran Bretaña en el siglo VII.
—Enviados por el papa Vitaliano, cardenal, el autor del códice. Él sabía que los huesos no eran de quienes él había afirmado. Vitaliano nunca se habría desprendido de reliquias auténticas.
—Eso son puras conjeturas.
—Es posible, pero ambos sabemos que la tumba de Roma no contiene el cuerpo que el Vaticano afirma. Lo que hemos encontrado lo demuestra, y ahora sabe que no es verdad.
—Es verdad en lo que respecta al Vaticano, y eso es lo único que importa. Nuestra opinión es que los cuerpos que ha hallado son exactamente los de aquellos que afirma la inscripción que se encuentra sobre la tumba (son los cuerpos de los «mentirosos») y carecen de interés para la Santa Madre Iglesia. Y ahora los documentos han sido robados de la cueva, por lo que no hay prueba alguna de lo que está insinuando. Lleve a algunos de sus hombres a la llanura y destruyan los huesos por completo.