I
—¿Mark? ¿Qué demonios pasa? ¿De qué se trata?
Chris Bronson aparcó su Mini a un lado de la carretera y se acercó el móvil al oído. Su amigo parecía totalmente abatido.
—Se trata de Jackie. Está muerta. Ella…
Al oír estas palabras, Bronson se sintió como si alguien le hubiera pegado una patada en el estómago. Existían escasas constantes en su mundo y Jackie Hampton era (o había sido) una de ellas. Durante varios segundos se quedó sentado, mirando por la ventanilla del coche mientras oía la triste explicación de Mark casi sin escuchar. Finalmente, intentó tranquilizarse.
—Ay, Dios, Mark. ¿Dónde fue?… Bueno, no importa. ¿Dónde estás? ¿Dónde está ella? Voy para allá.
—Italia. Está en Italia y tengo que ir allí. Tengo que identificarla y todo eso. Mira, Chris, no hablo el idioma, pero tú sí, además no creo que pueda enfrentarme a esto solo. Sé que puede sonar a imposición, pero ¿podrías tomarte unos días libres en el trabajo para acompañarme?
Durante un momento, Bronson lo dudó, sintiendo un intenso dolor que se mezclaba con sus sentimientos hacia Jackie, reprimidos hacía ya mucho tiempo. No sabía con certeza si podría soportar lo que Mark le estaba pidiendo, pero también sabía que su amigo no podría sobrellevar la situación sin él.
—No estoy seguro. Bueno, estoy terminando, así que tomarme un poco de tiempo libre no será un problema. ¿Has reservado los vuelos y demás?
—No —respondió Mark—. Todavía no he hecho nada. Eres la primera persona a la que llamo.
—De acuerdo. Déjamelo todo a mí —dijo Bronson; su voz firme ocultaba sus emociones. Miró su reloj, calculando el tiempo y pensando en lo que tenía que hacer—. Te recogeré en tu casa en dos horas ¿Tendrás tiempo suficiente para organizarte?
—Creo que sí, sí. Gracias, Chris, te lo agradezco mucho.
—No tienes que agradecérmelo. Te veo en un par de horas.
Bronson se guardó el teléfono en el bolsillo y se quedó inmóvil durante algunos segundos. Luego puso el intermitente y volvió a la carretera pensando en qué debía hacer y centrando su mente en cosas mundanas para evitar pensar demasiado en la tremenda realidad de la repentina muerte de Jackie.
Estaba a solo unos cientos de metros de su casa. Hacer la maleta no le llevaría más de treinta minutos, pero tenía que buscar su pasaporte, coger las tarjetas que tuvieran más crédito e ir al banco a sacar algunos euros. Tendría que informar a la comisaría de la calle Crescent de que se iba a tomar un permiso por motivos familiares y asegurarse de que disponían de su número de teléfono móvil, tenía que cumplir las reglas a pesar de sus problemas con Harrison.
Más tarde, tendría que luchar con el tráfico de Londres para llegar al piso de Mark en Ilford. Calculó que dos horas deberían ser suficientes. No se tendría que preocupar por reservar los billetes, ya que no sabía con seguridad cuándo llegarían a Stansted, pero pensó que Easyjet o Ryanair tendrían un vuelo a Roma a alguna hora de la tarde.