II

Bronson colgó el teléfono, subió corriendo a la planta de arriba, sacó una bolsa de viaje, cogió ropa limpia del armario y de la cómoda y la metió en la bolsa. Se aseguró de dejar un objeto en particular en la mesilla y volvió a bajar las escaleras.

La funda de su ordenador estaba en el salón; la cogió, comprobó que llevaba la tarjeta de memoria en el bolsillo de la chaqueta, cogió la traducción de Jeremy Goldman de la inscripción de la mesa de la cocina y se la metió en el bolsillo. Por último, abrió un cajón cerrado con llave del escritorio del salón y cogió todo el dinero en metálico, además de la Browning que había encontrado en Italia, y metió la pistola en la funda del ordenador, por si acaso.

Durante el tiempo que tardó en hacer esto, no dejó de mirar por las ventanas de la casa, por si aparecían los asesinos de Mark o la policía. La Policía Metropolitana sabía que era un oficial del cuerpo de policía de Kent, y con unas simples llamadas averiguarían su dirección. No tenía ni idea de si el haber aceptado acudir al apartamento de Ilford habría servido para disipar sus sospechas, pero no estaba dispuesto a arriesgarse.

Transcurridos menos de cuatro minutos, llamó por teléfono a Ángela, cerró la puerta principal y recorrió la acera a buen paso en dirección a su Mini. Introdujo las bolsas en el maletero y se alejó hacia Londres, en dirección al norte.

A unos doscientos metros de su casa, oyó el ruido de unas sirenas que se aproximaban en sentido contrario, y tomó la siguiente curva a la izquierda. Bajó la carretera, tomó otro giro a la izquierda al final, y otra curva a la izquierda, de forma que su coche quedó mirando hacia la carretera principal. Mientras observaba, dos coches de policía pasaban a toda velocidad por el cruce que tenía enfrente, e imaginó que había logrado salir de la casa por los pelos.

Una hora después, Bronson aparcó el coche en una calle próxima a Shepherd’s Bush y recorrió la corta distancia que había hasta la cafetería. Ángela estaba sentada sola en una mesa del fondo, bien alejada de las ventanas.

Mientras Bronson avanzaba por entre las mesas en dirección a su ex mujer, sintió un enorme alivio al comprobar que se encontraba a salvo, mezclado con el temor ante sus posibles sentimientos. Y, como siempre que la veía, quedó impresionado por su aspecto. Ángela no era una belleza en el sentido literal de la palabra, pero su pelo rubio, sus ojos color avellana y sus labios a lo Michelle Pfeiffer le otorgaban un aspecto innegablemente atractivo.

Cuando se quitó el pelo de la cara y se levantó para saludarlo, atrajo las miradas del puñado de hombres que se encontraban en la cafetería.

—¿Qué demonios está pasando? —preguntó Ángela—. ¿Es verdad que Mark ha muerto?

—Sí. —Bronson sintió una dolorosa puñalada, pero la ignoró sin decir nada. No podía perder el control, por el bien de ambos.

Pidió un café y otro té para Ángela. Sabía que tenía que comer algo, pero pensar en comida le producía nauseas.

—Llamé al apartamento de Mark —dijo—, y un hombre contestó el teléfono. No se identificó, pero me pareció que era un oficial de policía.

—¿Cómo suena la voz de un policía? —preguntó Ángela—. Bueno, supongo que lo sabes.

Bronson se encogió de hombros.

—Se trata de la forma en que nos hacen utilizar el «señor» y «señora» cuando hablamos con el público en general. Prácticamente nadie más utiliza ese tipo de tratamiento hoy en día, ni siquiera los camareros. Bueno, cuando le dije mi nombre, me informó de que Mark había muerto y que consideraban la muerte como sospechosa. Luego otro tipo, sin duda miembro de la policía (y probablemente un comisario) me preguntó si podía acudir a Ilford a fin de poder explicar algunos asuntos.

Bronson se cubrió la cabeza con las manos.

—Aún no puedo creer que esté muerto. Hoy mismo he estado con él, pero nunca debí permitir que se quedara solo.

Ángela intentó cogerle la mano por encima de la mesa.

—Entonces, ¿por qué no has ido a Ilford, como la policía te ha pedido?

—Porque todo cambió cuando averiguaron mi nombre. El segundo hombre, el comisario de policía, me dijo que sabían que era amigo de Mark, porque habían encontrado mi Filofax en su apartamento, con notas acerca de nuestro viaje a Italia.

—Pero, ¿por qué dejaste tu agenda en casa de Mark?

—No lo hice, esa es la cuestión. La última vez que la vi fue en el cuarto de invitados de la casa de Mark en Italia. La única posibilidad para explicar que la hayan encontrado en su apartamento es que los asesinos la hayan tirado allí en un intento deliberado por involucrarme en el asesinato.

Bronson continuó explicando el asunto de los ladrones de la casa de Mark que querían destapar la primera inscripción, y la posibilidad de que Jackie hubiera sido asesinada durante esa primera incursión en la casa.

—Ay, Dios mío, pobre Jackie. Y ahora Mark, esto parece una pesadilla. Pero, ¿por qué estamos en peligro?

—Porque hemos visto las inscripciones de las piedras, aunque no tengamos la mínima pista de por qué son tan importantes. El hecho de que Mark haya sido asesinado en su apartamento, o al menos allí es donde ha sido encontrado el cuerpo, significa que los asesinos averiguaron su dirección. Y si lograron hacerlo, no tendrían ninguna dificultad en averiguar la mía, y lo que es más importante, la tuya. Esa es la razón por la que quería que salieras de tu apartamento. Están dispuestos a seguirnos, Ángela. Han asesinado a nuestros amigos, y nosotros somos los siguientes.

—Pero todavía no me has explicado por qué. —Ángela dio un golpe en la mesa por la frustración que sentía, derramando parte del té—. ¿Por qué son tan importantes estas inscripciones? ¿Por qué esa gente asesina a toda persona que las ve?

Bronson suspiró.

—No lo sé.

Ángela frunció el ceño, y Bronson pudo notar que estaba estudiando el asunto detenidamente. Tenía una inteligencia brutal, una de las primeras cosas que le habían atraído de ella.

—Vamos a considerar los hechos, Chris. He hablado con Jeremy sobre estas piedras y me ha contado que una inscripción data del siglo I y contiene exactamente tres palabras escritas en latín. La segunda es de mil quinientos años más tarde, está escrita en occitano, y parece ser una especie de poema. ¿Qué posible vínculo puede existir entre ellas, aparte del hecho de haber sido encontradas en la misma casa?

—No lo sé —contestó Bronson—. Pero los dos propietarios de la casa en la que las piedras se ocultaron están ahora muertos, y la banda italiana que creo que es la responsable ha llevado a cabo un intento bastante profesional de involucrarme en la muerte de Mark. Tenemos que detenerlos, no pueden salir impunes de esto.

Ángela sintió un ligero estremecimiento, y dio un trago al té.

—¿Qué planeas ahora, entonces? Tienes un plan, ¿no?

—Bueno, tenemos que hacer dos cosas. En primer lugar Londres sin dejar ningún rastro de papeles o documentos, y en lugar tenemos que sentarnos y descifrar las dos inscripciones.

—¿Se te ocurre algún sitio?

—Sí. Necesitamos un lugar que no esté demasiado lejos de Londres, y que tenga fácil acceso a una biblioteca de referencia, y en el que un par de investigadores como nosotros no llamen demasiado la atención. Podría ser Cambridge, ¿qué opinas?

—¿La ciudad de la bicicletas? Sí, de acuerdo. Parece el sitio más apropiado. ¿Cuándo nos vamos?

—En cuanto te termines el té.

Un par de minutos más tarde se disponían a salir, y Bronson miró al equipaje de Ángela.

—¿Dos bolsas? —preguntó.

—Zapatos —respondió Ángela con brevedad.

Bronson pagó la cuenta y salieron de la cafetería. Él giró a la derecha, no hacia la izquierda, donde había aparcado el Mini Cooper, y se dirigió hacia un cajero automático situado en el exterior de un banco situado junto a la calle Uxbridge Road.

—Creía que los fugitivos no usaban tarjetas de crédito —dijo Ángela cuando Bronson sacó su cartera.

—Has visto demasiadas películas americanas, pero tienes razón. Por eso utilizo este cajero, y no uno de Cambridge.

Bronson sacó doscientas libras. No le preocupaba que la transacción pudiera revelar su ubicación, dado que no estarían por la zona más de unos minutos.

Se metió el dinero en el bolsillo y se dirigió hacia su Mini. Repitió el proceso, sacando en cada ocasión unos pocos de cientos de libras, en cuatro cajeros automáticos a un par de kilómetros de distancia entre sí, pero sin salir de la zona de Shepherd’s Bush-White City. En el último su crédito se agotó.

—De acuerdo —dijo él, mientras volvía a sentarse en el asiento del conductor del Cooper después de su última retirada de dinero.

—Esperemos que eso convenza a la Policía Metropolitana de que me he retirado a algún lugar de esta zona. A partir de ahora, solo vamos a utilizar dinero en metálico.

El primer apóstol
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section001.xhtml
Section002.xhtml
Section003.xhtml
Section004.xhtml
Section005.xhtml
Section006.xhtml
Section007.xhtml
Section008.xhtml
Section009.xhtml
Section010.xhtml
Section011.xhtml
Section012.xhtml
Section013.xhtml
Section014.xhtml
Section015.xhtml
Section016.xhtml
Section017.xhtml
Section018.xhtml
Section019.xhtml
Section020.xhtml
Section021.xhtml
Section022.xhtml
Section023.xhtml
Section024.xhtml
Section025.xhtml
Section026.xhtml
Section027.xhtml
Section028.xhtml
Section029.xhtml
Section030.xhtml
Section031.xhtml
Section032.xhtml
Section033.xhtml
Section034.xhtml
Section035.xhtml
Section036.xhtml
Section037.xhtml
Section038.xhtml
Section039.xhtml
Section040.xhtml
Section041.xhtml
Section042.xhtml
Section043.xhtml
Section044.xhtml
Section045.xhtml
Section046.xhtml
Section047.xhtml
Section048.xhtml
Section049.xhtml
Section050.xhtml
Section051.xhtml
Section052.xhtml
Section053.xhtml
Section054.xhtml
Section055.xhtml
Section056.xhtml
Section057.xhtml
Section058.xhtml
Section059.xhtml
Section060.xhtml
Section061.xhtml
Section062.xhtml
Section063.xhtml
Section064.xhtml
Section065.xhtml
Section066.xhtml
Section067.xhtml
Section068.xhtml
Section069.xhtml
Section070.xhtml
Section071.xhtml
Section072.xhtml
Section073.xhtml
Section074.xhtml
Section075.xhtml
Section076.xhtml
Section077.xhtml
Section078.xhtml
Section079.xhtml
Section080.xhtml
Section081.xhtml
Section082.xhtml
Section083.xhtml
Section084.xhtml
Section085.xhtml
Section086.xhtml
Section087.xhtml
Section088.xhtml
Section089.xhtml
Section090.xhtml
Section091.xhtml
Section092.xhtml
Section093.xhtml
Section094.xhtml
Section095.xhtml
Section096.xhtml
Section097.xhtml
Section098.xhtml
Section099.xhtml
Section100.xhtml
Section101.xhtml
Section102.xhtml
Section103.xhtml
Section104.xhtml
Section105.xhtml
autor.xhtml