III
Bronson abrió con llave la puerta principal de su casa y entró. Había tomado uno de los trenes rápidos que salían de Charing Cross, y había llegado a casa bastante antes de lo que esperaba. Entró en la cocina y encendió la tetera; luego se sentó en la mesa para examinar de nuevo la traducción de la inscripción, pero seguía sin encontrarle sentido alguno.
Miró el reloj y decidió llamar a Mark. Quería enseñarle la traducción, y proponerle que quedaran para cenar. Sabía que su amigo se encontraba en un estado emocional muy delicado. Se sentiría más tranquilo si Mark no se quedaba solo su primera noche de vuelta en Gran Bretaña inmediatamente después del funeral de su esposa.
Bronson cogió el teléfono fijo y marcó el número del móvil de Mark, pero estaba desconectado, así que lo llamó al apartamento. Descolgaron después de unos seis tonos.
—¿Sí?
—¿Mark?
—¿Quién llama, por favor?
Inmediatamente, Bronson imaginó que algo iba mal.
—¿Quién es? —preguntó la voz de nuevo.
—Soy un amigo de Mark Hampton, y me gustaría hablar con él.
—Me temo que eso no será posible, señor. Ha habido un accidente.
El desconocido «señor» de inmediato dejó claro que era un oficial de policía.
—Mi nombre es Chris Bronson, y soy oficial de policía en el cuerpo de Kent. Dígame qué demonios ha ocurrido, ¿de acuerdo?
—¿Ha dicho «Bronson», señor?
—Sí.
—Un momento.
Tras un silencio, cogió el teléfono otro hombre.
—Siento tener que comunicarle que el señor Hampton ha muerto, oficial.
—¿Muerto? No puede ser. He estado con él hace solo unas horas.
—No puedo hablar de las circunstancias por teléfono, pero su muerte nos parece sospechosa. Ha dicho que era un amigo del fallecido. ¿Estaría dispuesto a venir a Ilford a colaborar con nosotros? Hay varios asuntos en los que creemos que nos podría servir de ayuda.
Bronson había sufrido un duro golpe, pero aún podía pensar con claridad. No se trataba de un procedimiento habitual pedir a un oficial de otro cuerpo que acudiera a la escena de una muerte sospechosa.
—¿Por qué? —preguntó.
—Estamos intentando averiguar los últimos movimientos del fallecido, y esperamos que pueda ayudarnos. Sabemos que conocía al señor Hampton, porque hemos encontrado su Filofax aquí en su apartamento, y las últimas entradas indican que volvió de Italia con él. Sé que no se trata de un procedimiento rutinario habitual, pero podría servirnos de gran ayuda.
—Sí, por supuesto, iré. Tengo un par de cosas que hacer aquí, pero llegaré dentro de aproximadamente hora y media, digamos dos horas como máximo.
—Gracias, oficial Bronson. Se lo agradezco muchísimo.
En el momento en que Bronson colgó el teléfono, marcó otro número. Estuvo sonando mucho tiempo hasta que lo cogieron.
—¿Qué quieres, Chris? Creí que te había dicho que no me llamaras.
—Ángela, no cuelgues. Escucha, por favor. Por favor, no hagas preguntas, solo escucha. Mark ha muerto, y es probable que lo hayan asesinado.
—¿Mark? Ay, Dios mío. ¿Cómo ha…?
—Ángela. Por favor, escucha y haz lo que te diga. Sé que estás enfadada y que no quieres tener nada que ver conmigo, pero tu vida corre peligro, tienes que salir de tu apartamento ahora mismo. Te explicaré por qué cuando te vea. Coge lo mínimo posible, lo suficiente para tres o cuatro días, pero no olvides traer el pasaporte y el carné de conducir, y luego sal, y espérame en esa cafetería de Shepherd’s Bush en la que solíamos encontrarnos. No digas el nombre, puede que el teléfono esté pinchado.
—Sí, pero…
—Por favor, te lo explicaré todo cuando te vea. Por favor, confía en mí y haz lo que te pido. ¿De acuerdo? Ah, y mantén tu móvil encendido.
—Yo… todavía no puedo creerlo. Pobre Mark. Pero, ¿quién crees que lo ha asesinado?
—Ni me imagino quién puede haber sido, pero la policía tiene en mente a un sospechoso completamente diferente.
—¿Quién?
—Yo.