I
—Esta vez sí que la ha jodido, Deseos de Morir —comenzó Harrison.
Bien, eso es, pensó Bronson. Se encontraba de pie enfrente del abarrotado escritorio del comisario de policía, junto a una silla giratoria en la que deliberadamente Harrison no lo había invitado a sentarse. Bronson lo miró por encima del hombro, con una expresión de desconcierto en su rostro, luego miró hacia atrás.
—¿Con quién habla? —preguntó en voz baja.
—Con usted, pedazo de mierda —gritó Harrison. Era una situación ridícula, ya que Bronson era ocho centímetros más alto que su superior, aunque su peso fuera significativamente menor.
—Mi nombre es Christopher Bronson, y soy oficial de policía. Me puede llamar Chris. Me puede llamar oficial Bronson, o puede llamarme simplemente Bronson. Pero, gordo, feo hijo de puta, no me puede llamar «Deseos de Morir».
La cara de Harrison era un cuadro.
—¿Qué me ha llamado?
—Ya lo ha oído —dijo Bronson, y se sentó en la silla giratoria.
—Maldito imbécil, no se siente cuando esté en mi despacho.
—Tomo asiento, gracias. ¿Por qué quería verme?
—¡Levántese! —gritó Harrison.
En el exterior del cubículo de paredes de vidrio, los escasos oficiales que habían llegado temprano empezaban a sentir curiosidad por la conversación.
—Me tiene harto, Harrison —dijo Bronson, estirando las piernas relajadamente frente a él—. Desde que me destinaron a esta comisaría no ha parado de quejarse de todo lo que he hecho, y lo he soportado porque realmente me gusta pertenecer al cuerpo, aunque esto implique trabajar con gilipollas incompetentes como usted. Pero hoy, he cambiado de idea.
A Harrison se le llenaron de babas las comisuras de los labios.
—Hijo de puta insubordinado. Haré que lo releven de su puesto.
—Claro, puede intentarlo. Supongo que habrá ideado un plan para acusarme de agredir a un prisionero o de un abuso de fuerza durante el arresto, ¿no?
Harrison asintió con la cabeza.
—Además tengo testigos —masculló.
Bronson le sonrió.
—Estoy seguro de que los tiene. Solo espero que les pague lo suficiente. Por cierto, ¿se ha dado cuenta de que esa ha sido casi la primera frase que ha pronunciado desde que he entrado aquí que no incluye palabrotas, malhablado e idiota analfabeto?
Durante un momento Harrison no dijo nada, solo miraba fijamente a Bronson, con los ojos ardiendo de ira.
—Ha sido un placer tener esta pequeña charla —dijo Bronson, poniéndose de pie—. Voy a tomarme un día o dos de descanso. Así tendrá tiempo de decidir si va a continuar con esta farsa o va a empezar a actuar como si en realidad fuera un oficial superior de policía.
—Considérese relevado de su cargo, Bronson.
—Eso está mejor, esta vez ha dicho bien mi nombre.
—Queda suspendido completamente. Entrégueme su placa y salga de aquí de una puñetera vez. —Harrison extendió la mano.
Bronson negó con la cabeza.
—Creo que me la quedaré por el momento, gracias. Por cierto, mientras decide qué va a hacer, puede que quiera echarle un vistazo a esto. —Bronson se rebuscó en el bolsillo de la chaqueta y sacó un pequeño objeto negro—. Antes de que me pregunte, se trata de una grabadora. Le enviaré una copia de nuestra conversación, tal y como ha sido. Si desea que se lleve a cabo una investigación, permitiré que los oficiales de la investigación la escuchen.
»Y esto. —Bronson se sacó un sobre beis de otro bolsillo y lo tiró sobre el escritorio—. Es una solicitud formal de traslado. Infórmeme de su decisión. Creo que tiene mis números.
Bronson apagó la grabadora y salió del despacho.