II

Sabían que la casa debía estar desierta, pero incluso así Rogan y Alberti esperaron a que fueran las diez y media de la noche antes de dirigirse al inmueble: era posible que la policía hubiera dejado allí a un oficial vigilando. Rogan se dirigió a la parte trasera, para comprobar si había luces encendidas o coches aparcados en el exterior, pero no vio nada. Una vez seguros, él y Alberti se dirigieron hacia la puerta trasera.

Los dos hombres sabían que Mandino y su colaborador, Carlotti, estaban muy descontentos con ellos por la muerte de la mujer y, aunque las órdenes que Carlotti les había dado no tenían demasiado sentido, estaban decididos a cumplirlas a la perfección.

Alberti se sacó una palanqueta plegable del bolsillo, insertó la punta entre la puerta y la jamba, y la abrió lentamente, haciendo palanca. Con un ligero sonido de astillas, los tornillos que fijaban la cerradura salieron con facilidad de la madera, al igual que la noche anterior, y la puerta se abrió.

Tras dejar a Alberti volviendo a colocar la cerradura (saldrían de la casa por la puerta principal, como habían hecho con anterioridad) Rogan caminó por la casa en dirección a la escalera, iluminando su camino con una linterna, y subió a la primera planta. No estaba seguro de dónde exactamente encontraría lo que estaba buscando, así que probó en todas las habitaciones, sin éxito. Tenía que estar en algún lugar de la planta de abajo.

Estaba. El vestíbulo tenía cuatro puertas y la tercera daba a un pequeño estudio. Sobre el escritorio, la luz de la linterna mostró un monitor de ordenador de pantalla plana, un teclado y un ratón, y una torre en el suelo. Había también un teléfono y una impresora escáner, además de papeles dispersos, bolígrafos, notas adhesivas y todo el material que se suele encontrar habitualmente en un pequeño despacho.

—Excelente —murmuró Rogan. Se dirigió hacia la ventana, miró a través de los cristales para comprobar que los postigos externos estaban cerrados y, a continuación, corrió las cortinas. Una vez hecho esto, encendió la luz principal.

Se sentó en la silla giratoria de cuero situada detrás del escritorio y encendió el ordenador y la pantalla. Mientras esperaba a que la máquina cargara el sistema operativo, comprobó con rapidez los papeles que había sobre el escritorio, en busca de alguna nota que pudiera hacer referencia a la inscripción. Encontró una hoja de papel en la que aparecían escritas las tres palabras en latín, junto con una traducción al inglés en la parte inferior. Plegó la página, se la metió en el bolsillo y continuó con su búsqueda, pero no encontró nada más.

Cuando se mostró el escritorio de Windows, Rogan abrió el Internet Explorer con el ratón. Seleccionó «Opciones de Internet» y borró el historial de los últimos sitios web visitados. Seleccionó también la lista «Favoritos», en busca de algo que se pareciera a los sitios web que Carlotti había especificado, pero no encontró nada. Más tarde observó los correos electrónicos enviados y recibidos en Outlook Express, de nuevo siguiendo las instrucciones de Carlotti, pero una vez más su búsqueda resultó infructífera. Rogan comprobó sus instrucciones por escrito una última vez, se encogió de hombros y apagó el ordenador.

Echó un último vistazo alrededor de la habitación, apagó la luz y salió. Alberti lo estaba esperando en el vestíbulo.

—Volveremos a comprobar la sala de estar —dijo Rogan, y comenzó a caminar. La nueva escayola colocada por encima de la chimenea seguía ligeramente húmeda al tacto, pero se parecía bastante a la de la pared adyacente.

Los dos hombres inspeccionaron la habitación detenidamente en busca de fotografías o dibujos que mostraran la ahora invisible inscripción, pero no encontraron nada.

—Creo que ya está —dijo Rogan—. Hemos hecho todo lo que el capo quería. Salgamos de aquí.

Se encontraban a veinticinco minutos y casi treinta kilómetros de distancia de la casa cuando de manera repentina Rogan cayó en la cuenta de que había olvidado abrir las cortinas del estudio. Levantó el pie del acelerador mientras trataba de decidir si debía volver o no, pero finalmente decidió que no tenía importancia. A fin de cuentas, ¿qué podría alguien deducir de un juego de cortinas corridas?

El primer apóstol
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section001.xhtml
Section002.xhtml
Section003.xhtml
Section004.xhtml
Section005.xhtml
Section006.xhtml
Section007.xhtml
Section008.xhtml
Section009.xhtml
Section010.xhtml
Section011.xhtml
Section012.xhtml
Section013.xhtml
Section014.xhtml
Section015.xhtml
Section016.xhtml
Section017.xhtml
Section018.xhtml
Section019.xhtml
Section020.xhtml
Section021.xhtml
Section022.xhtml
Section023.xhtml
Section024.xhtml
Section025.xhtml
Section026.xhtml
Section027.xhtml
Section028.xhtml
Section029.xhtml
Section030.xhtml
Section031.xhtml
Section032.xhtml
Section033.xhtml
Section034.xhtml
Section035.xhtml
Section036.xhtml
Section037.xhtml
Section038.xhtml
Section039.xhtml
Section040.xhtml
Section041.xhtml
Section042.xhtml
Section043.xhtml
Section044.xhtml
Section045.xhtml
Section046.xhtml
Section047.xhtml
Section048.xhtml
Section049.xhtml
Section050.xhtml
Section051.xhtml
Section052.xhtml
Section053.xhtml
Section054.xhtml
Section055.xhtml
Section056.xhtml
Section057.xhtml
Section058.xhtml
Section059.xhtml
Section060.xhtml
Section061.xhtml
Section062.xhtml
Section063.xhtml
Section064.xhtml
Section065.xhtml
Section066.xhtml
Section067.xhtml
Section068.xhtml
Section069.xhtml
Section070.xhtml
Section071.xhtml
Section072.xhtml
Section073.xhtml
Section074.xhtml
Section075.xhtml
Section076.xhtml
Section077.xhtml
Section078.xhtml
Section079.xhtml
Section080.xhtml
Section081.xhtml
Section082.xhtml
Section083.xhtml
Section084.xhtml
Section085.xhtml
Section086.xhtml
Section087.xhtml
Section088.xhtml
Section089.xhtml
Section090.xhtml
Section091.xhtml
Section092.xhtml
Section093.xhtml
Section094.xhtml
Section095.xhtml
Section096.xhtml
Section097.xhtml
Section098.xhtml
Section099.xhtml
Section100.xhtml
Section101.xhtml
Section102.xhtml
Section103.xhtml
Section104.xhtml
Section105.xhtml
autor.xhtml