Nota de la autora
El proceso de escritura de La cocinera ha puesto a hervir la olla de mis recuerdos. Mientras la escribía notaba el peso de las trenzas delante del plato de gachas que mi hermana y yo tomábamos cada mañana antes de ir a la escuela. Durante la redacción, he recuperado el aroma del chocolate a la taza que nos preparaba la abuela todos los domingos y las meriendas de pan con vino y azúcar. Pero la cocción de esta novela me ha llevado también a nuevos descubrimientos y reflexiones que, en forma de ficción, he querido compartir contigo, lector o lectora, que hoy tienes el libro entre las manos.
Profundizar en temas culinarios es forzosamente hacerlo por la cultura, por las tradiciones y las maneras de hacer de un pueblo. A pesar de tener las raíces en el siglo XIV, la cocina no admite fronteras y nos nutre de la diversidad de la gente que se ha instalado en un territorio, que lo ha recorrido, que se ha quedado a vivir. La cocina evoluciona día tras día y es viajera por naturaleza.
He aprendido que hay muchas maneras de mirarla. Podemos hacerlo, claro, de una manera geográfica, pero también en relación con los colores, las texturas, los olores, los sabores… Todos ellos, a buen seguro, ejes vertebradores propios de las grandes cocinas.
Constança, la protagonista de la novela, ha caminado por estos senderos y ha explorado sus posibilidades. Lo ha hecho guiada por buenos historiadores y profesionales como Glòria Baliu, Ignasi Riera, Jaume Fàbrega, Mariona Quadrada, Josep Lladonosa… y tantos otros que han querido dejar constancia de la sabiduría y el arte que han alcanzado junto a los fogones.
Sin ellos, y sin la colaboración de muchas otras personas, La cocinera no habría sido posible. Es por eso que quisiera agradecer muy especialmente a Carme Ruscalleda el tiempo que me ha dedicado en Sant Pol, su paciencia y su amabilidad, unos rasgos que la hacen aún más grande.
También a Rosa Gatell, que con sus aportaciones y sugerencias me ha ofrecido una opinión sincera sobre la novela desde la perspectiva de los lectores.
Y no me olvido de mis editores, Ernest Folch y Carol París. Gracias a ellos y a todo el fantástico equipo de Ediciones B, que ha confiado siempre en mí. ¡Es agradable sentir que estás en buenas manos! Ni de mi agente literaria, Sandra Bruna, ni de los amigos y amigas libreros, verdaderos héroes en los tiempos que nos ha tocado vivir. Agradecida a más no poder por el trato recibido y por construir puentes entre nosotros y los lectores.
Es de justicia mencionar a mi familia y a los amigos, los cuales han padecido de cerca esta gestación. En especial a mi compañero y maestro, Xulio Ricardo Trigo. Nada habría sido igual sin su complicidad.
Y a ti, lector o lectora anónimos. Muchas gracias por leerme, por la confianza en mi obra y por tu tiempo. ¡Tú haces que todo merezca la pena!
COIA VALLS
Tarragona, enero de 2014