La ciudad de Cartagena de Indias, en América, era una de las mejor fortificadas en el último tercio del siglo XVIII. En 1714 los ingleses ya se habían estrellado contra sus defensas naturales, los kilómetros de murallas y los fuertes que la guardaban.
A aquel enclave fundamental para el comercio del Imperio español con las colonias americanas llegó, en 1771, proveniente del Virreinato del Perú, un grupo de personas que querían continuar su camino hacia la Península.
Entre ellas estaba Constança Clavé, una huérfana de dieciséis años que viajaba para reunirse con sus abuelos en Barcelona, y el funcionario real Joaquín de Acevedo, reclamado por el rey Carlos III para recabar información sobre los asuntos de la colonia.
Dada la importancia del funcionario, el mismo gobernador de Cartagena los alojó en su palacio mientras esperaban la puesta a punto de La Imposible, la nave de la Real Compañía de Comercio de Barcelona que los llevaría a su destino.