40. Juntos al fin.

 

Anabella, cuando vio a Dreick cruzar el espejo, se recostó un poco mareada. La esperanza renacía en su corazón después de todo lo que le había dicho el joven. Se llevó una mano al vientre pensando que en su interior estaba naciendo una nueva vida y una sonrisa asomó a sus labios.

Catherine se acercó a la cama y posó su mano en la de su hija.

—¿Te sientes bien?

—Un poco mareada, pero feliz. Dreick fue a hablar con su padre porque quiere quedarse aquí conmigo y con el bebé.

—¿Será feliz aquí? Apenas conoce nada de este mundo.

Anabella meditó las palabras de su madre por unos minutos.

—Espero que sí, él me ayudó mucho en su mundo y yo pienso hacer lo mismo por él.

Catherine sonrió.

—Deberías comer algo, sé que tienes el estómago un poco revuelto, pero estás muy delgada y eso junto con el embarazo hizo que te desmayaras. Te prepararé algo rico.

—Gracias, mamá —la madre se levantó de la cama, pero antes de que se alejara la agarró del brazo—. ¿La prensa aún está fuera?

—No te preocupes por ellos, llamé a mi representante para que se hiciese cargo de todo. No daré conciertos en un tiempo, no solo por ti, también necesito un descanso, además, vas a necesitar mucha ayuda para sobrellevar esto.

Anabella sonrió.

—La verdad es que tengo un poco de miedo.

—No te preocupes —dijo Catherine agachándose junto a la cama—, todo va a salir bien, es un momento maravilloso en la vida de una mujer, durante el embarazo te quejarás por todo, pero con el tiempo recordarás esto con una gran sonrisa. Ya lo verás.

Tras esto, la madre se levantó y fue a prepararle algo de comer a Anabella que se quedó recostada mirando el espejo esperando ver aparecer en cualquier momento a Dreick, pero en algún momento, cerró los ojos y se quedó profundamente dormida.

Cuando su madre volvió y la vio dormida, decidió no molestarla, por lo que se llevó la bandeja con la comida. Su hija necesitaba descansar después de tantos días duros en los que apenas había dormido.

Una vez abajo, su marido Chris se acercó a ella para darle un beso, ya que acababa de llegar del trabajo.

—¿Sigue sin querer comer? —preguntó ajeno a todo lo que había ocurrido hacía un rato en la habitación de la joven.

—Tranquilo, solo está dormida —dijo su mujer con una sonrisa en los labios. Dejó la bandeja en la cocina y se giró hacia su marido—. Nuestra hija está embarazada.

 

Horas más tarde, Dreick cruzó el espejo con una enorme sonrisa. Se acercó a la cama donde Anabella dormía plácidamente y acarició su mejilla con ternura. Luego se acostó junto a ella deseando verla despertar y darle otra buena noticia.

Su padre había aceptado la propuesta que él le había hecho. Kerel se convertiría en el próximo rey de Araine, soberano de Alaia, y él podría estar con la mujer de su vida y aquel pequeño ser que venía en camino. Con delicadeza tocó el vientre de Anabella. Otra sonrisa más amplia iluminó su rostro.

—Vamos a ser una familia dichosa, pequeño —dijo mirando su mano.

—Podría ser una pequeña —dijo de pronto Anabella que se había despertado al sentirlo acostarse junto a ella.

Dreick la miró a los ojos.

—Sea lo que sea, va a ser nuestro y lo criaremos juntos. Mi padre ha aceptado a Kerel como futuro rey para así poder estar contigo.

Anabella lo miró entusiasmada.

—¿De verdad? ¿Te vas a quedar conmigo?

—Sí, podremos estar juntos para siempre.

Ella lo abrazó con fuerza y comenzó a llorar a la vez que reía de felicidad.

—Lo siento, creo que estoy un poco sensible con todo esto del embarazo.

—Mientras sea de felicidad no me importa que llores, te sigues viendo hermosa.

—Lo son, te lo aseguro —dijo ella con una sonrisa.

Al momento, tocaron en la puerta y abrieron. Chris y Catherine entraron para ver a su hija y no pudieron dejar de sonreír al verla tan feliz.

Dreick fue debidamente presentado al padre de Anabella y mantuvieron una conversación que en pocos minutos los llevó a convertirse en algo así como amigos.

—Creo que le ha caído bien a tu padre —dijo Catherine sentándose junto a su hija.

—La verdad es que tenía un poco de miedo, pero creo que solo fueron imaginaciones mías.

—Tu padre y yo solo queremos que seas feliz y Dreick es el que puede darte todo lo que necesitas.

—Sí, solo él puede hacerme feliz. Cuando me encuentre un poco mejor, me gustaría visitar el otro lado del espejo porque echo de menos a su familia.

—Iremos todos, no pude disfrutar de aquel lugar y lo poco que pude ver a través de la ventana de la habitación donde estaba no parecía un mal sitio.

—Ya lo verás, es maravilloso y sus gentes son tan buenas y amables que te harán sentir como en casa.

Catherine sonrió y miró a Chris y a Dreick que se reían por algo en particular. Se sintió dichosa de que por fin todo fuera bien después de tantos meses de angustia y sufrimiento. Su hija iba a formar una familia con Dreick y su bebé.

—Recuerdo que decías que cuando tuvieras pareja te irías de aquí ¿verdad?

—Sí, lo decía, pero aún no hemos hablado de nada. Me gustaría tener una casa propia para dejaros vuestro espacio.

—Lo entiendo, me da pena que lo hagas, sinceramente, aunque te entiendo. Yo hice lo mismo cuando tu padre y yo nos casamos.

—Gracias por todo, mamá, y siento haberte preocupado todo este tiempo —dijo Anabella dando un abrazo a su madre.

—No lo sientas, ambas hemos vivido una gran aventura, quizás no tan buena para mí, pero hemos conocido otro mundo diferente al nuestro.

Anabella asintió y volvió a abrazar a su madre sin dejar de mirar a Dreick que disfrutaba mucho hablando con su padre. Sabía que de ahora en adelante todo sería felicidad.

 

Unos días más tarde, Anabella ya se sentía mucho mejor y decidieron ir a hacer una visita a los padres de Dreick.

—¿Seguro que te encuentras bien? —preguntó el joven a ella.

—Hoy no he tenido nauseas así que me encuentro bien.

—¿De verdad?

—Claro que sí, Dreick, no te preocupes.

—Está bien, tus padres vienen también ¿no?

—Creo que sí, ah, míralos ahí vienen.

Los padres de la joven entraron en la habitación bien vestidos y Anabella no pudo evitar sonreír.

—¿Vamos bien? —preguntó Catherine que llevaba una falda de tubo oscura con una blusa blanca y su padre un traje de pantalón y chaqueta gris y una blusa salmón.

—Demasiado arreglados, creo yo —dijo Anabella—. Que sean reyes no quiere decir que deba haber tanta formalidad, lo mejor sería que os pusierais cómodos ¿verdad, Dreick?

El joven sonrió y asintió.

—Id a cambiaros, mis padres no son exigentes con la etiqueta.

Catherine y Chris se miraron por un momento y salieron de la habitación para volver a cambiarse. Una vez listos, ambos con vaqueros y camisetas se acercaron todos al espejo que Dreick abrió con una gota de sangre de su mano.

Cuando por fin abrió el portal, todos pasaron al otro lado en la misma habitación donde él había estado observando a Anabella y desde la que cruzó para estar a su lado.

—Se llevarán una grata sorpresa —dijo Dreick sonriendo—. Estaban muy preocupados por ti después de que…

Ella posó una mano en el brazo de él al ver que le costaba hablar del momento en el que la echó de allí.

—Se alegrarán mucho, ya lo verás —dijo con una leve sonrisa.

Anabella miró a sus padres que observaban el lugar con atención.

—Seguidme —dijo Dreick.

Todos salieron de la habitación y bajaron hasta la biblioteca donde supuso que estaría su madre leyendo algún libro, al ver la puerta entreabierta y mirar, se dio cuenta de que no se había equivocado en sus suposiciones. Al llegar allí, les dijo a Anabella y a sus padres que permanecieran fuera por un momento para darle una sorpresa.

Tocó en la puerta y entró haciendo que su madre lo mirara.

—Hola, hijo, ¿ha pasado algo? —preguntó poniéndose de pie de repente preocupándose de verlo.

—Tranquila, todo está bien. Vine a haceros una visita y ver cómo va todo por aquí —dijo él dándole un abrazo.

—La verdad que está todo tan tranquilo…, incluso Kerel está muy tranquilo, estudiando.

—¿De verdad?

—Sí, se ha tomado muy enserio su papel como príncipe heredero de la corona. Tu padre se lo contó, aunque opino que debía haber esperado un poco. Ha dejado de lado a la pobre Inai que no hace más que vagar por el castillo a la espera de verlo aparecer para jugar.

—Tiene tiempo de estudiar, debería disfrutar de su infancia.

—Lo sé, pero está empeñado en hacerlo, quiere estar preparado como tú.

—Lo mejor será que hable con él luego, antes quiero que saludes a alguien.

Dreick se acercó a la puerta y abrió para dejar paso a Anabella con los padres de ella. La madre del chico sonrió y corrió a abrazarla.

—Oh, Anabella, no sabes lo que me alegro de verte —dijo la mujer—. ¿Cómo te sientes? Dreick me contó que estás embarazada.

—Hoy me siento mejor, la verdad.

—No sabes cómo me alegro —luego miró a los padres de la chica y se acercó a ellos—. Permítanme presentarme, soy Eliane, la madre de Dreick. No os inclinéis —dijo al ver que Catherine le iba a hacer una reverencia—, no lo hagáis.

—Es un placer conocerla —dijo la madre de Anabella.

—El placer es mío —dijo y luego saludó a Chris—, me alegro tanto de conoceros al fin. Anabella me hablaba mucho de vosotros.

—A nosotros también nos habló de usted, nos contó que viene de nuestro mundo —dijo Chris.

Sarabell asintió con una leve sonrisa.

—Así es, pero encontré la felicidad en este lado. Mi esposo, mis hijos… He vivido muchas cosas aquí, aunque no hablemos de mí. Lo importante es esta felicidad que existe al ver a nuestros hijos tan contentos ¿no es cierto?

—La verdad es que sí. Sufrimos mucho con Anabella tras la separación —dijo Catherine.

—Me lo puedo imaginar, Dreick también se veía destrozado, pero eso ha cambiado, todo eso ha quedado en el pasado y ahora solo nos importa el futuro.

—Por supuesto.

De repente, la puerta se abrió y apareció el rey.

—¡Hijo! —exclamó al verlo y al ver a Anabella se acercó— ¡Anabella! ¡No sabes cómo me alegra tenerte de vuelta por aquí!

La joven sonrió y se dejó abrazar por el rey.

—Yo también me alegro mucho de verlo —dijo ella.

—¿Cómo estás?

—Por el momento me siento bien, las nauseas me han dado una tregua.

—Deberías sentarte.

—Estoy bien, déjeme presentarle a mis padres —dijo ella señalando a la pareja.

—Ya tenía ganas de conocer a los padres de esta joven que ha conseguido calar en el corazón de mi hijo mayor.

—Encantados de conocerlo —dijo Chris.

—¡Dejad el respeto a un lado! Somos familia.

Dreick y Anabella sonrieron mientras se abrazaban.

—Me pareció una gran idea hacer esto —dijo ella.

—No pensé que fuera a salir tan bien. Es una pena que Silvana y Nitziel no se encuentren aquí, seguro que mi hermana se hubiera puesto muy contenta de verte.

—Tengo muchas ganas de verla.

—Lo sé. ¿Qué te parece si vamos a saludar a Kerel?

—Me parece fantástico.

La pareja salió de la biblioteca dejando a los padres de ambos hablando amenamente y contándose cosas de sus vidas.

Lo buscaron por todo el castillo y por el camino se toparon con Inai que parecía enfadada y triste a la vez. Sus ojos estaban llorosos.

—Inai —dijo Anabella acercándose a la niña.

La pequeña levantó la mirada y, al verla, corrió a abrazarla.

—¡Anabella!

—Hola —dijo ella sonriendo—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?

—Kerel se ha olvidado de mí. Ya no quiere jugar conmigo y no sé si hice algo malo para que se enfadara.

—No se trata de eso —dijo Dreick—. Kerel ha empezado a estudiar para ser rey porque yo me quedo con Anabella en el otro lado. Esto es por mi culpa y lo siento mucho, pero no te preocupes que voy a hablar con él.

La niña hizo un puchero y se abrazó aún más a Anabella.

—¿Podrías jugar conmigo un rato, por favor?

—Claro que sí —dijo la joven y miró a Dreick que asintió.

—Yo me encargo de Kerel.

Dicho esto, Dreick se alejó para ir al cuarto de su hermano pequeño. Tocó en la puerta.

—Inai, te he dicho que no voy a jugar ahora contigo.

El joven abrió la puerta y asomó la cabeza.

—No soy Inai.

El pequeño levantó la mirada y sonrió al ver a su hermano.

—¡Dreick! —saltó de la silla en la que estaba sentado y corrió a abrazarlo— ¡Qué bien que hayas venido! Estoy estudiando mucho para ser rey.

—Lo sé, mamá me lo ha contado todo, pero no creo que debas pasarte el día encerrado aquí.

—Claro que sí, tengo mucho que aprender.

—Eres un niño, Kerel —dijo Dreick agachándose frente a él—, tienes tiempo para estudiar. Me acabo de encontrar con Inai y está muy triste porque ya no juegas con ella.

Kerel cruzó los brazos con fastidio.

—Inai se ha vuelto una llorona, además no entiende que voy a ser el futuro rey porque tú ya no estás aquí.

—¿Piensas perder a la única amiga que has tenido hasta ahora? Eso la pondría más triste. No tiene a nadie más con quién jugar.

—Pero es que yo quiero estudiar y ser tan bueno como tú.

—Yo nunca dejaba a mis amigos de lado ¿o acaso alguna vez dejé a Nitziel abandonado? —el niño negó con la cabeza— Pues entonces debes dejar de estudiar por un rato e ir a jugar con Inai.

Kerel hizo una mueca, pensativo y luego asintió.

—De acuerdo, iré a jugar con ella.

—Así me gusta —dijo Dreick alborotándole el pelo—, vamos que te llevo con ella.

Ambos salieron de la habitación y se dirigieron al lugar donde Inai y Anabella jugaban un juego de manos que le estaba enseñando la segunda. Cuando se acercaron a ella, Kerel no se movió así que Dreick lo empujó un poco para que la niña lo mirara.

Esta levantó la mirada y su sonrisa desapareció.

—Hola —dijo él.

—Hola —dijo ella.

—¿A qué juegas?

—Un juego que me está enseñando Anabella.

—¿Puedo jugar?

La niña se encogió de hombros.

—Si quieres sí.

—Sí quiero.

—Vale.

Dicho esto, los dos niños se sentaron en el suelo e Inai le enseñó el juego a Kerel.

Anabella se acercó a Dreick y le susurró al oído.

—Cuando crezcan van a saltar chispas entre ambos.

Él la miró inquisitivo.

—¿Por qué lo piensas?

—Llámame romántica, pero desde que se den cuenta de que están creciendo y vean sus cambios, probablemente salten los sentimientos de los dos. Yo creo que se van a enamorar.

—¿Eso piensas?

—Lo creo y lo juro.

—Me encantaría ver si de verdad se cumplen tus predicciones.

Ambos sonrieron con complicidad y se besaron dulcemente mientras los niños jugaban, ahora con sendas sonrisas en sus labios.