20. Rescate.

 

La casucha estaba casi vacía. Los tres hermanos habían ido a por leña al bosque.

Alina se sentía preocupada por la chica que estaba fuera y con dificultad se incorporó. Se puso la manta por encima de los hombros y con paso lento se dirigió fuera de la habitación.

Anabella que estaba algo somnolienta, abrió los ojos asustada y miró a su alrededor hasta que vio a una joven envuelta en una manta. La piel estaba ligeramente azulada y no parecía respirar bien. Parecían síntomas de la difteria. Vio como se acercaba a ella y con cierta dificultad por la debilidad, le quitó la mordaza.

—Siento mucho que mis hermanos te trajeran y te traten tan mal.

—Estás enferma, no deberías estar en pie.

—No voy a dejar que hagan una atrocidad —dijo mientras iba hacia las manos de Anabella—, te voy a desatar y vas a huir.

—Pero…

—No te preocupes, yo les dije que prefería morir antes que hagan lo que tienen pensado.

Le costaba un poco hablar, pero había determinación en su mirada. Una vez desatada, Anabella se frotó las manos y se incorporó.

—No puedo dejarte sola, estás muy enferma.

—Podrías contagiarte.

—Si tienes lo que creo que es, no te preocupes, yo estoy vacunada.

—¿Vacunada? —preguntó Alina confusa.

—Sí, es una cosa que hace que no te contagies de una enfermedad. Venga, deberías recostarte. No tienes muy buen aspecto. ¿Cuánto tiempo llevas enferma?

—Casi una semana.

—Oh, madre mía. Necesitas medicación urgentemente.

—No es tan fácil, mira dónde vivimos. ¿Crees que podemos conseguir medicación tan fácilmente?

—El príncipe Dreick puede ayudaros si se lo pedís —dijo Anabella.

—¿Conoces al príncipe Dreick?

—Iba con él cuando tus hermanos nos atacaron, lo dejaron inconsciente en medio del bosque.

—Oh, por todos los astros. Mis hermanos están locos.

—Si pudieras ayudarme a convencerlos. Dreick perdonará lo que nos hicieron y te conseguiría la medicación que necesitas para sanar.

—Mis hermanos son unos cabezotas, en especial Arion. Cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien lo detenga. No será fácil.

—Buscaremos una forma, mientras tanto debes recostarte.

Anabella ayudó a Alina a acostarse y la cubrió con la manta, luego se sentó a su lado. La joven enferma se quedó dormida casi al instante y Anabella se quedó allí.

Tras un rato, sintió la puerta de la casucha abrirse y se incorporó rápidamente con el temor grabado en su rostro. Los tres hermanos aparecieron en la habitación al instante y el mayor de ellos la apuntó con un cuchillo.

—¡Aléjate de mi hermana!

Anabella se pegó a la pared.

—Yo no quiero hacerle daño, al revés, yo quiero ayudarla a que se cure.

—No te trajimos aquí para esto, así que mejor aléjate —dijo Arion acercándose amenazador.

Ella solo pudo encogerse de miedo, temblando y quedó sentada en el suelo.

Sen, no pudiendo soportar algo así, se acercó y apartó a su hermano.

—Basta, Arion. Ya es suficiente. ¿No tenemos suficiente con secuestrarla que también le quieres hacer daño? Mírala, por todos los astros. Está temblando.

—¿Quién la desató?

—Yo lo hice —dijo Alina sentándose—. No es justo lo que quieres hacer, Arion.

Sen se acercó hasta Anabella y con una leve sonrisa, para transmitirle confianza, la ayudó a levantarse.

—¿Por qué lo has hecho, Alina?

—No quiero cargar sobre mi conciencia la atrocidad que tienes pensada. ¿Acaso te gustaría que me hicieran lo mismo?

—Claro que no, pero tú no estás en su situación.

—Eres un egoísta, Arion. Con estas acciones solo vas a conseguir que te odie.

Meidan se acercó hasta la cama y se sentó al lado de su hermana.

—Con esta actitud no haces ningún bien —dijo este tomando las manos de Alina—. Hay otras maneras de conseguir el dinero para curar a nuestra hermana.

—Meidan tiene razón —dijo Sen.

Arion miró a todos sus hermanos y a Anabella.

—El príncipe Dreick os puede ayudar —dijo la joven—, sé que lo hará.

El hermano mayor bajó el cuchillo.

—No lo hará después de lo que hemos hecho. Yo mismo le golpeé.

—Si le explicamos las razones quizás nos perdone —dijo Sen—. Es un príncipe benevolente.

—Yo podría interceder por vosotros —dijo Anabella—, por favor, es la única solución porque si vuestra hermana tiene lo que yo creo, no sé si aguantará mucho más sin medicación. Él debe estar buscándome.

—Arion, por favor —dijo Sen—, piensa en Alina.

El hermano mayor miró a su hermana que comenzaba a temblar víctima de la fiebre y luego miró a Anabella.

—Lo buscaremos, pero vendrás conmigo. Solo yendo contigo puedo conseguir que no me haga daño.

—Iré.

Sen y Meidan sonrieron levemente.

—Saldremos ahora mismo, iremos en uno de los caballos que os quitamos.

Anabella asintió y siguió a Arion que le hizo una seña para ir fuera. Desató a uno de los caballos del árbol y se subió en él. Le tendió la mano a Anabella que se subió detrás.

—Iremos al claro donde os atacamos por si lo encontramos por el camino.

—De acuerdo.

Ambos se pusieron en camino hacia el lugar indicado.

 

Dreick y Helian llegaron al claro donde aquellos tipos atacaron al primero y a Anabella.

—Aquí fue donde nos sorprendieron. Cuando desperté ya estaba aquí solo.

—Ya veo, quizás deberíamos bajarnos e intentar rastrear la zona por la que se fueron.

Dreick asintió y ambos se bajaron de sus respectivos caballos mirando la hierba en busca de pisadas o algo que les diese una pista para ver por dónde se habían ido aquellos maleantes.

—Si me los encuentro, ya no me cogerán desprevenido y también voy armado —dijo apoyando la mano en el mango de la espada que Helian le había dejado.

—Debemos estar preparados por si acaso, el bosque es peligroso. Cuando encontré a Anabella estaba a punto de ser atacada por un lobo.

—Parece este un bosque maldito, solo ocurren cosas malas. Lo de Anabella, este ataque, mi secuestro.

—¿Te secuestraron?

—Sí hace muchos años, cuando era un niño.

—Ya veo, entonces este bosque no te trae buenos recuerdos.

—Pues no, pero ahora mismo lo más importante es encontrar a Anabella sana y salva.

—Tienes razón —dijo Helian mirando detenidamente el lugar por el que pisaba—. ¿Dónde te encerraron?

—En una casucha abandonada en medio del bosque… un momento… —dijo recordando de repente—, ¡eso es!

Helian levantó la mirada, confuso.

—¿Qué?

—La casucha abandonada. Solo allí podrían haber llevado a Anabella. Cuando me secuestraron y me encontré con mi, ahora, segundo al mando, me contó que era la única casucha que había en el bosque y que normalmente lo ocupaba gente de baja calaña que atacaban a los viajeros.

—¿Sabes dónde se encuentra?

—La verdad es que no mucho, pero recuerdo que estaba junto a unas montañas muy escarpadas, casi en las lindes del bosque.

—Unas montañas… —dijo Helian pensativo—, entonces debemos ir al oeste porque mi pueblo está al sur y el castillo está al norte, por lo tanto el camino es por ahí —dijo el chico señalando una dirección con el dedo.

—Pues pongámonos en marcha, cuanto antes lleguemos, antes podremos salvar a Anabella.

Helian asintió y ambos se subieron en los caballos para poner rumbo al lugar donde Dreick deseaba que estuviese Anabella.

 

Arion y Anabella iban por el camino en un incómodo silencio que hacía cavilar a cada uno con sus cosas. De repente, Anabella miró al hombre que parecía concentrado en el camino. No parecía ser tan mayor como cuando estaba enfadado, es más, si se asease un poco podría hasta ser atractivo.

—Cuando consigáis la medicación, ¿qué pensáis hacer luego?

—Intentar alejarnos de este lugar. El príncipe podría cambiar de opinión con respecto a mis hermanos y a mí. Queremos que nuestra hermana pueda casarse con un buen hombre.

—No creo que el príncipe cambie de opinión.

—Todos los príncipes lo hacen, al igual que los reyes.

—¿Acaso os ocurrió algo con algún rey?

—Digamos que vivíamos en un reino de opresión y miedo. El rey nos pedía unos impuestos que no podíamos pagar y mis hermanos y yo nos vimos obligados a huir una noche de allí. Un rey muy cruel.

—El padre de Dreick no se caracteriza por su crueldad, es más, es muy benevolente si la situación lo requiere, solo castiga al que se lo merece.

—No podríamos ir a un lugar donde está un rey cuyo hijo hemos atacado.

—Lo solucionaremos, no te preocupes. ¿Has montado en caballo antes? Fugaz no se ha deshecho de nosotros.

—Parece un caballo dócil, no es muy difícil de montar, de todas formas sí que tengo experiencia con caballos.

—Ya veo. No eres tan malo como aparentas ser.

—He tenido que crearme un perfil malvado para poder subsistir y evitar los ataques de verdaderos ladrones que solo buscan nuestras pertenencias y quizás violar a nuestra hermana.

—Ha tenido que ser muy duro.

—Lo más duro de llevar es la enfermedad repentina de Alina.

—La difteria si no se trata bien y a tiempo puede ser mortal. Conseguiremos ese medicamento.

—Ojalá que los astros te oigan.

A lo lejos pudieron oír unos caballos que corrían al galope en dirección hacia ellos y Arion se detuvo mirando hacia el frente. Podía oír varias pisadas, probablemente se tratase de dos caballos. De repente, aparecieron por el camino, dos caballos con sendos jinetes montados en ellos.

Anabella al verlos, quiso bajarse pero Arion la detuvo.

—Si te bajas, me matarán.

Ella miró al hombre y entonces vio como Dreick y Helian se bajaban de sus caballos sacando sus espadas.

—Tú fuiste el que me atacó y me golpeó en la cabeza —dijo Dreick apuntándolo con la espada—. Deja a Anabella y a mi caballo ahora mismo o juro que te mataré.

—Dreick —dijo Anabella—, no hagas una tontería, hay una explicación para todo esto.

—Huye, Anabella, Helian te llevará a un sitio seguro.

—No lo entiendes. Escúchalo.

—¿Qué quieres que escuche? ¿Que me atacó y te secuestró? Eso me quedó muy claro.

—Lo hizo por una razón de fuerza mayor. Deja que se explique, por favor. Bajemos Arion, no dejaré que te hagan daño.

El hombre asintió y los dos se bajaron del caballo bajo la atenta mirada de Dreick.

—No quiero escuchar razones, solo quiero hacer justicia.

—Maldita sea, Dreick, escúchalo, tú no has visto lo que yo vi en ese lugar, necesitan de nuestra ayuda. Tienen una hermana enferma que necesita medicación o se morirá. Tenemos que ayudarlos, yo misma vi cómo de mal estaba su hermana.

Dreick la miró, confuso.

—Pero te secuestraron, Anabella.

—Lo sé. Óyeme, vamos a ayudarlos. Él no nos hará daño —dijo señalando a Arion.

Helian se acercó a Dreick.

—Anabella parece muy tranquila, no creo que mienta ni se sienta amenazada.

Dreick miró a su amigo.

—¿Tú crees?

—Lo creo. Dice la verdad. Si su hermana está enferma habrá que ayudarlo. Solo es un consejo.

El príncipe meditó durante unos instantes y luego miró a Arion.

—Te vamos a ayudar, pero suelta a Anabella y a mi caballo.

—¿Cómo creeré tu palabra? Aún me estás apuntando con una espada.

Dreick miró a Helian y le hizo un gesto. Ambos envainaron sus espadas y levantaron las manos. Arion, entonces, instó a Anabella a acercarse al príncipe.

Cuando estuvo cerca, Dreick la abrazó con fuerza.

—¿Estás herida? ¿Te hicieron algo? No me mientas, por favor.

—Estoy bien, solo un poco magullada.

Dreick tomó las manos de Anabella y besó las muñecas heridas con delicadeza.

—Helian, encárgate de conseguir el medicamento para la hermana de este hombre y que vaya contigo —dijo Dreick mirando a Arion por unos segundos.

Helian asintió.

—Sígueme —dijo el chico.

—No tengo caballo —dijo Arion.

—Puedes coger este —dijo Dreick señalando el caballo que había montado él minutos antes.

Arion se acercó lentamente, mirando al príncipe con sospecha por si decidía atacarlo por la espalda, pero Dreick estaba más atento a lo que le sucedía a Anabella. Cuando los dos hombres se subieron a los caballos y se alejaron, la pareja se abrazó.

—¿Estás bien? —preguntó Anabella— ¿Te duele la cabeza? El golpe fue muy fuerte.

—Estoy bien, no me preocupaba el golpe, me preocupabas tú.

—Pasé miedo, no te lo niego, pero estoy bien. No son tan malos como aparentaron. Lo hacían por su hermana.

—Podían haber acudido al castillo y pedir ayuda.

—No son de esta región. Al parecer huyeron de otro reino con un rey tirano.

—¿Huían de otra región?

—Sí, me contó que les obligaban a pagar unos impuestos muy altos y se vieron en la obligación de irse de allí en busca de algo mejor.

—Podrían haber pedido asilo en mi reino.

Anabella se abrazó a él.

—Se lo puedes ofrecer ahora. Es bueno con los caballos y estoy segura que sus hermanos también. Ella podría ser una sirvienta en el castillo cuando se recupere.

—Quizás. Esperemos a ver qué ocurre ahora.

La joven asintió y ambos se sentaron bajo la sombra de un árbol, aunque ya estaba a punto de caer la noche. Tras un rato largo de espera, se oyó el ruido de cascos que se acercaban al galope.

Dreick miró hacia el camino por donde venían, sosteniendo a Anabella que se había quedado dormida. Helian y Arion aparecieron casi al instante y se detuvieron ante él.

—¿Habéis conseguido la medicación?

Helian se bajó del caballo y asintió. Arion aún permanecía subido al suyo llevando en la mano una bolsita de tela con un cordel que lo cerraba.

—¿Puedo marcharme? —preguntó Arion.

—Espera —dijo Dreick, dejando a Anabella apoyada contra el árbol e incorporándose—, me ha contado tu historia y la de tus hermanos. Siento haberos juzgado como lo hice, pero entiéndeme. Nos atacasteis de esa forma y os llevasteis a Anabella. Ella es especial y realmente estaba asustado. ¿Aceptarás mis disculpas?

Arion lo miró.

—Quien debería pedir perdón aquí somos mis hermanos y yo. Estábamos desesperados por conseguir dinero que no pensamos en las consecuencias de lo que hacíamos.

—Por mi parte estáis perdonados —dijo Dreick—. Me habéis devuelto a Anabella sana y salva. Os lo agradezco.

Arion asintió y miró a Anabella que dormía profundamente.

—Lo mejor sería que me acompañarais a la casucha en la que estamos, es tarde y así podéis descansar. El espacio es reducido, pero estaréis cobijados.

Dreick asintió. Se acercó a Anabella y la sacudió levemente.

—Anabella, despierta.

Ella movió la cabeza haciendo un gesto extraño que divirtió a Dreick.

—Un poco más —dijo ella.

—Vamos a un lugar mejor para descansar. No podemos quedarnos en medio del bosque.

—Mmm…

Dreick sonrió y sin más la cogió en brazos para dirigirse al caballo. Helian lo ayudó a sostenerla mientras se montaba y luego la colocó delante. La joven apoyó la cabeza en su hombro suspirando.

Helian se montó en su caballo mirando con envidia a Dreick y Anabella. Verlos hacía que los recuerdos de Niseya volvieran con fuerza. Intentó apartar esos tristes pensamientos de su mente. No podía sentirse triste cuando necesitaba más fuerza que nunca para tratar de salvarla.

—Estamos listos —dijo Dreick a Arion.

Arion asintió y se puso en camino. Al rato llegaron a la casucha y muchos recuerdos del pasado vinieron a la mente de Dreick. Aquella misma casucha había sido su celda durante algunos días hasta que Nitziel lo sacó de allí. Parecía que alguien había construido una habitación al lado porque él no recordaba aquella parte. Una vez allí, todos se bajaron de los caballos.

—Entrad, que yo me encargo de los caballos —dijo Helian.

Los dos hombres asintieron y se dirigieron al interior de la casucha.