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Lenka

 

 

 

En la primavera de 1944, nos informan que unos invitados especiales habrán de visitarnos en Terezín y que se llevarán a cabo ciertas mejoras. El comandante Rahm, que ahora está a cargo del gueto, ordena más transportes al este a fin de abrir espacio para el embellecimiento del gueto. Ya se han transportado dieciocho mil personas desde Terezín y ahora demanda que se envíen a todos los huérfanos al este. Después, a todos los enfermos de tuberculosis; y unas semanas después ordena que se transporte a otros siete mil quinientos prisioneros. Cunde el pánico en el gueto cuando empiezan a separar a diversas familias. Una mujer ruega que se la coloque en la lista después de que se le informa que habrán de transportar a su hijo al este. En la estación se da cuenta de que su hijo no se encuentra presente y que no dicen su nombre. Se desata un caos cuando las SS la obligan a subirse al vagón para ganado; está gritándoles a los soldados que la bajen, pero no pueden hacer ninguna excepción ya que debe cumplirse la cuota que ha ordenado Rahm. Esa noche veo a su hijo adolescente sollozando inconsolable afuera de las barracas Sudetes. Algunas personas están tratando de consolarlo, pero él se está sacudiendo como un animal moribundo.
—Estoy solo —dice una y otra vez—. Estoy solo.
Esa noche no puedo quitarme el sonido de sus gritos de la cabeza. Estiro la mano para tocar a mi hermana, que se estremece al sentir mis dedos.
No despierta de su sueño, pero me tranquiliza simplemente tener su cuerpo tan cerca del mío. Cualquier cosa menos estar aquí completamente a solas.

 

Terezín se está convirtiendo en un escenario. En los meses que siguen se aplica pintura fresca a la parte exterior de las barracas, repentinamente aparece un café provisional y derriban la barda que rodea la plaza central.
Podemos ver que sacan literas de algunas de las barracas para que ahora la mitad de las personas duerman y ocupen esos espacios. A muchos de nosotros, en especial a las mujeres y a los niños, se nos da ropa nueva y zapatos que sí son de nuestra talla.
Se les dice a los hombres que organizan las óperas y conciertos que se les permitirá hacer presentaciones y que deben preparar algo para impresionar a los visitantes.
Hans Krása reúne a los niños para volver a montar una presentación de Brundibár. Rafael Schachter convence al coro para que canten algo que los observadores no olvidarán jamás.
A mi padre, que después de nuestro segundo año aquí no es más que un esqueleto cubierto de piel a causa de los arduos trabajos, se le ordena que ayude a crear un pequeño estadio deportivo.
Se arman equipos para un partido de futbol. El dispensario se limpia y se le provee de ropa de cama nueva. A las enfermeras les dan uniformes pulcros y almidonados, y a los pacientes más enfermos se les envía al este en el primer transporte. En el centro del gueto se desmantela la gran carpa de circo donde se obligaba a más de mil internos a hacer trabajos fabriles, y en su lugar se colocan pasto y se plantan flores. Junto a la plaza, se construye un quiosco para la presentación de obras musicales, además de un patio de juegos para los niños al otro lado de una de las barracas.

 

Tres meses antes de la visita programada de la delegación de la Cruz Roja, los guardias llevan a cabo una inspección tanto en el departamento técnico como en la barraca donde vive František Strass. Un periódico suizo publicó uno de los dibujos que Haas logró enviar al exterior y la Gestapo de Berlín ha puesto el grito en el cielo. Esta será mala publicidad para los alemanes y podría minar sus intentos por ocultar las verdaderas condiciones de Terezín ante la Cruz Roja y el mundo en general.
Durante la búsqueda, los oficiales a cargo encuentran más dibujos prohibidos, pero las obras no están firmadas. La gran mayoría de los dibujos de Fritta ya están enterrados dentro del cilindro que Jíří construyó para él. Otto escondió su propio trabajo dentro de una de las paredes de la barraca de Hannover y los dibujos de Haas están ocultos en su habitación en el ático de la barraca Magdeburgo. Por fortuna, mi dibujo también está enterrado.

 

No se hizo ningún arresto, pero la tensión dentro del departamento técnico está al máximo. Cada vez que acudo a trabajar, puedo percibir el temor.
—Sigan trabajando —nos dice Fritta mientras nos sentamos frente a nuestras mesas de dibujo—, no debemos retrasarnos.

 

El 23 de junio de 1944, arriba la delegación de la Cruz Roja acompañada por miembros del ministerio danés. También vienen con ellos oficiales de alto rango de Berlín. El comandante Rahm ha montado una escena de calidad cinematográfica para su llegada y, de hecho, la totalidad de la visita se filma para transmitirse al mundo entero. El documental se titula El Führer regala a los judíos una ciudad.
A medida que los hombres descienden de sus vehículos militares, las chicas más bellas de Terezín les dan la bienvenida; sostienen rastrillos en sus manos y sus bellas figuras están envueltas en mandiles limpios. Cantan mientras los hombres ingresan por las rejas de la ciudad.
La orquesta de Terezín toca música de Mozart. Hay verduras frescas a la vista en una tienda. Panaderos con las manos en guantes blancos colocan hogazas de pan recién hechas en los estantes. Hay una tienda de ropa donde podemos readquirir los pantalones o vestidos que se nos confiscaron.
Hay café verdadero en nuestro café judío. Repentinamente, nuestros niños tienen una escuela real, comida más que suficiente y atención médica adecuada.
Se nos ordena que aplaudamos cuando uno de los equipos de futbol meta un gol. Se nos sirven platos colmados de comida, salsa y pan recién hecho; todo ello servido en mesas con manteles y cubiertos limpios.
Mientras la delegación de la Cruz Roja camina por el campo, un equipo de filmación alemán documenta la visita.
Hacemos reverencias con nuestra ropa y zapatos nuevos, nuestras caras limpias y nuestro cabello arreglado, ya que se nos da acceso a regaderas y nos dan peines y cepillos. Dormimos en barracas con la mitad de la población normal de personas, la otra mitad ya va de camino al este. Se nos permite cantar y bailar. Los hombres hacen una fila en la oficina postal para recibir paquetes falsos que están vacíos. Los niños hacen su presentación de Brundibár y los miembros de la Cruz Roja aplauden con entusiasmada aprobación, sin comprender las implicaciones políticas de la producción.
Pero una semana después de su partida, todos los lujos y libertades que se nos han otorgado desaparecen tan abruptamente como se nos dieron. Al cabo de veinticuatro horas, se vuelven a colocar las literas adicionales en las barracas, se desmantela el estadio y reaparece la barda alrededor de la plaza central. Se desvanece la comida, así como el café en el restaurantito provisional. Las mesas con los manteles y cubiertos limpios terminan en un camión que va camino a Berlín.