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Josef
Siempre he creído en lo místico. Uno no
puede dedicarse al estudio de la concepción y a la práctica de la
obstetricia sin maravillarse ante la manera en que el cuerpo humano
puede crear una vida nueva. En la escuela de Medicina aprendemos
que todo lo que es esencial para la vida reside en la línea media
del cuerpo. Lo mismo puede decirse acerca del amor.
La mente, el corazón, el vientre. Los tres
están enfrascados en un baile sagrado.
La pelvis de una mujer es como un reloj de
arena capaz de medir el tiempo. Crea y alberga la vida a un mismo
tiempo. Cuando la dieta de la madre es insuficiente, se extraen los
nutrientes de sus propios dientes y huesos. Las mujeres están
hechas para ser altruistas.
Cuando fui joven, me enamoré de una joven
que me amaba. Su sonrisa era una cuerda de oro alrededor de mi
corazón. Donde fuera que me jalara, yo la seguía.
Pero, en ocasiones, incluso la cuerda más
fuerte se desgasta y uno queda perdido.
Aún sueño con ella. La primera chica cuya
mano se entrelazó con la mía. Incluso cuando hubo otra mujer en mi
cama, sólo soñaba con ella. Trataba de evocar su rostro a los
veinte y después a los treinta y cuarenta años. Pero a medida que
pasaron los años y me volví más viejo, dejé de imaginarla con un
rostro arrugado o con el pelo color plata.
Cada persona tiene una imagen o memoria que
guarda en secreto. Una que tiene que desenvolver, como un trozo de
caramelo, por las noches. Si uno pasa por allí, cae en el valle de
la ensoñación.
En mis sueños, la imagino desnuda. Largos
brazos blancos que se levantan para enredarse con los míos. Manos
que se esmeran por deshacer trenzas húmedas y fragantes. Cabello
color chocolate que cae sobre clavículas prominentes como un arco
en tensión.
Cruza los brazos sobre sus senos.
Beso sus manos, las puntas de sus dedos.
Volteo sus palmas y las levanto de sus senos a mis mejillas.
Encuentra mis sienes, después mi cabello, me jala hacia sus labios
y me besa.
El beso. El beso. Ese beso me
persigue.
Dormir.
Si tan sólo no tuviera que despertar tan
pronto. El sonido del localizador que indica que se me necesita. El
número del hospital que me dice que tengo que irme.
Dormir, donde vuelvo a ser joven. Despertar,
donde soy un viejo con el cuerpo cansado. El sonido del localizador
que me dice adónde tengo que ir.