LA POTRADA
Ramiro, uno de esos transportistas con los que Pemex contrata el flete de sus hidrocarburos, cuenta que en un mes hospitalizó a tres de sus choferes, quienes por no ajustar la cuota cuando transitaban de Ciudad Madero a Saltillo recibieron un tablazo por cada cien pesos que les faltaban. Es como el clásico castigo que en las aulas del Heroico Colegio Militar se da a la potrada: golpes en las nalgas desnudas con una madera ancha, pesada y a toda velocidad. El dolor dobla hasta al más recio.
“En un viaje uno de mis choferes sólo traía 200 pesos. ‘Bueno, los va a entregar y váyase para allá, bájese los pantalones y se voltea’, ¡A ese le tocan ocho tablazos!’ le dijo el hombre. ¡Mil pesos por dejar pasar cada pipa!, o se llevan el camión con todo y carga.”
Tableada para el que no paga la cuota a tiempo, tableada para los transportistas que no traen completo, tableada para el que se quiso pasar de fuga, tableada por protestar, tableada, tableada, tableada... “Mejor tableada que levantón”, dice Ramiro.
Según testimonios de funcionarios de Pemex, en Poza Rica, antaño conocida como la capital petrolera, hay incluso empleados encargados de recolectar los cobros; una especie de gabellotti que en la Sicilia del siglo XIX se encargaba de los recaudos de la mafia mediante la amenaza, la violencia y el saqueo.