DIVERSIFICACIÓN CRIMINAL
Frente al silencio oficial, el encubrimiento y, en el peor de los casos, la colusión de directivos y empleados de Pemex. En este contexto, cada pueblo, cada plaza, cada región petrolera sería disputada por las organizaciones criminales, cuyos reacomodos inscriben también su historia con violentas ejecuciones.
En julio de 2006, un empresario de Campeche, Alberto Gamboa Literas, dueño de Dragados Neptuno, contratista de Pemex en Ciudad del Carmen, corazón de la industria petrolera, fue ejecutado de tres disparos con un arma calibre nueve milímetros, y un cuarto como tiro de gracia. Cinco meses después, el cuerpo de su empleado, Eduardo Aguilar González, asesinado a golpes y arrojado al mar encadenado a una ancla, se encontró flotando en La Manigua.
En febrero de 2007, en la zona de las plataformas petroleras de la Sonda de Campeche, apareció el cuerpo de un empleado de Pemex del área de Seguridad, Aldo Iván Ventura Hernández, quien además era propietario de un hotel llamado Santa Cecilia y un table dance denominado El Cielo. Ventura Hernández, ex comandante de seguridad pública de Ciudad del Carmen, fue ejecutado al viejo estilo de la mafia siciliana: atado de pies y manos, y encadenado a varios bloques de cemento. Junto a él estaba el cadáver de su chofer Wilberth Martínez Roque, maniatado de la misma manera. Los crímenes serían un mensaje de la mafia inscrito en el corazón de la industria petrolera.
Ya en la administración de Felipe Calderón, las organizaciones delictivas gestionaban la adjudicación de contratos a determinadas compañías, mediante presión y amenazas de muerte a los funcionarios encargados de esas tareas. Para 2010, en Pemex se generalizó aquella vieja regla que en Colombia institucionalizó el capo Pablo Escobar Gaviria, y que en México replicaron todos los cárteles: la ley de plata o plomo.
El doctor Edgardo Buscaglia, asesor de la Organización de las Naciones Unidas en temas de seguridad y crimen organizado, y catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), plantea que la diversificación de los cárteles mexicanos en numerosos delitos logró su infiltración en 78 por ciento de los sectores económicos del producto interno bruto (PIB) nacional. La industria petrolera no es la excepción; por el contrario.
Irónicamente, cuando Felipe Calderón comenzó su guerra oficial contra el narcotráfico, los cárteles penetraron con mayor nivel de coordinación y operación en la industria más lucrativa del país: la petrolera, tan redituable como sus negocios de drogas.
“Nuestro negocio es el narcotráfico, pero dado que está flojo, pues robamos hidrocarburos”, declaró un jefe del cártel del Golfo a dos agentes de la Gerencia de Servicios de Seguridad Física (GSSF) de Pemex, cuando lo sorprendieron abasteciendo una pipa con gasolina que extraía de una toma clandestina en el municipio veracruzano de Juan Rodríguez Clara.
La GSSF es el área encargada de resguardar todas las instalaciones de Pemex y la constituye un grupo multidisciplinario integrado en su mayoría por militares y ex militares, cuyos mandos son también elementos del Ejército mexicano con grados de general. En la industria petrolera, a los agentes de dicha dependencia se les conoce como especiales.
El 16 de septiembre de 2007, dos agentes especiales sorprendieron a seis hombres que portaban armas largas y vestían playeras con siglas de la Agencia Federal de Investigación (AFI), quienes se identificaron como integrantes del cártel del Golfo. En el informe que los especiales hicieron sobre el “incidente”, narran que el comando los desarmó, les quitó sus celulares y la camioneta de Pemex en la que ellos se transportaban. Posteriormente terminaron de llenar la pipa y se retiraron.
En efecto, la veta del oro negro se convirtió en una importante fuente de ingresos para la mafia, pero esto no se dio de forma espontánea: se tejieron de manera gradual muchas redes de apoyo y colaboración de empleados y contratistas de Pemex. Debe recordarse que también hubo denuncias, advertencias, alertas desde el interior de Pemex, a las cuales, en muchas ocasiones, se le prestaron oídos sordos.