TRANSACCIONES MAFIOSAS
En enero de 2007, en su oficina de Bagby Street, en Houston, Donald Schroeder, presidente de Trammo Petroleum Inc., recibió la llamada telefónica de un ejecutivo de Continental que le hablaba de parte del señor Crescenzi.
—Hay condensado mexicano, ¿le interesa?
—Sí, claro —debió responder Schroeder.
—Bueno, más tarde le llamamos.
Un poco después, el teléfono sonó de nuevo; esta vez era Crescenzi, vicepresidente de Continental.
—¿Te interesa el condensado?
—Sí, sí.
—Es robado —le aclaró Crescenzi.
Se trataba de una propuesta peliaguda para el ejecutivo del Grupo Transammonia, el gigante de la industria química, que nació en 1965, en el corazón de Nueva York, sede de sus operaciones mundiales. La división petrolera de la compañía era relativamente nueva, operaba desde 2002, y Schroeder era quien la dirigía.
—¿Me oíste, Donald?
—Sí, sí —respondió.
—Te digo que es condensado mexicano, ro-ba-do —enfatizó Crescenzi.
—Sí, te oí. Y me interesa.
Schroeder lo compró y lo revendió a sus clientes, entre los cuales se encontraba BASF, la empresa de químicos más grande del mundo. Los cargamentos de condensado mexicano se los entregó Trammo a BASF en la terminal que esta compañía, de origen alemán, tiene en Port Arthur, Texas.
Un cliente ingrato, así es como podría definirse a BASF por comprar condensado robado de Pemex, dados los privilegios que la alemana ha tenido en México, aunque en tribunales norteamericanos, los representantes de la compañía sostuvieron la versión de que desconocían el origen del producto; sin embargo, en la industria petrolera mundial es sabido que Pemex no vende su condensado a particulares.
Las relaciones comerciales de BASF con Pemex datan de finales de los años ochenta, cuando el corporativo comenzó a comprarle a la paraestatal materia prima para su producción de adhesivos, plásticos y textiles. En México BASF produce insumos agrícolas, y en su planta de Tultitlán, Estado de México, fabrica recubrimientos para la industria automotriz, que coloca en el mercado internacional. Sus subsidiarias BASF Mexicana, Química Knoll de México y BASF Pinturas son contratistas del gobierno federal.
Aun después de que el ICE comprobara que BASF compró por lo menos dos millones de dólares de condensado robado de Pemex, con lo que “alentó” la lucrativa actividad de la mafia, según se señala en la demanda que en 2010 presentó Pemex contra 12 compañías vinculadas con los robos de condensado, en México la administración de Felipe Calderón la siguió beneficiando con las compras gubernamentales.
En abril de 2010, por ejemplo, la Sedena le compró por adjudicación directa seis mil kilogramos de ULTRAMID B3WG7 NEGRO52573495, una especie de fibra de vidrio (adquisición número 00007003-0131-10), según registra Compranet, el sistema oficial de compras gubernamentales del gobierno federal. También entidades como Fonatur la mantuvieron como su principal proveedor de adhesivos.
Finalmente, no debemos olvidar que además de venderle a Trammo el condensado que esa empresa a su vez le ofreció a BASF, Combustibles Continental lo comercializó con otras poderosas compañías, como la Murphy Oil Corporation, consorcio con sede en El Dorado, Arkansas, y operaciones en Canadá, el Reino Unido y Malasia, cuyos dividendos la hacen una de las empresas más grandes de Estados Unidos, la número 92 según el ranking de Forbes.
Murphy produce aceite y gasolina que comercializa en sus propias estaciones bajo el nombre de Murphy U.S.A., instaladas en puntos estratégicos como los Walmart y Sam’s de toda la Unión Americana. El condensado mexicano se usaba para producir esa gasolina, de manera que muchos estadounidenses, sin saberlo, llenaron el tanque de sus autos con combustible cuya materia prima proveían los cárteles mexicanos.